MilitaryUS SOLDIERS in the Cuban Wars, HENRY REEVE * SOLDADOS NORTEAMERICANOS en las Guerrras Cubanas, HENRY REEVE.

“El Inglesito” was only 26 years old when he died. For seven of them he had been at the service of the Cuban Liberating Army as a brigadier and, when he died in combat, had already taken part in more than 400 battles. Perhaps few in the United States know this story.

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Henry Reeve, who the Cubans called “Enrique el Americano” although others preferred to call him “El Inglesito”, fought against Spanish colonialism during the first war of independence of Cuba (1868-1878) and reached the rank of brigadier.

Reeve was born in Brooklyn, New York, on April 4, 1850 to Lutheran parents. He fought with the northern forces in the American Civil War, although, because of his youth, he was just a drummer. His abolitionist positions go back to those times.

In 1868, when he heard about the La Demajagua uprising which started the Cuban independence war with Spain, he went to the Cuban Board in New York. When he was asked why he wanted to fight for Cuba, he answered: “Because you are patriots.”

Reeve joined the expedition coming on the Perrit that reached Cuba on May 4, 1969 and, days later, he was taken prisoner by the Spanish. As was the case with the colonialist army, he had to face a firing squad, but he miraculously only suffered a slight wound on the head that left him unconscious among the dead bodies of his unfortunate comrades.

He escaped and was lost in the bush for two days until some mambises – Cuban combatants in that war – found him.

He became a sergeant second class of the Cuban troops in Camaguey – in the center of the main island – and in 1870 he had already reached the rank of captain. Later he became Major General Ignacio Agramonte’s aid. Next to him, he shaped up a military leader and his performance in the memorable battles held by this front was outstanding.

His participation in one of the most memorable feats in this war should be highlighted: he was one of the 35 horsemen chosen by Agramonte for the historical rescue of General Julio Sanguily, who had been captured by Spanish troops. When one on Sanguily’s aids requested Agramonte: “Please, place me in the most dangerous position”, he was answered: “Ride next to Captain Reeve.”

After Ignacio Agramonte fell in combat in 1873, a Dominican general, Maximo Gomez, who later was to become the military leader of the Cuban independence war, was given the command of the Camaguey region. On July 6 that same year, Henry Reeves, already a lieutenant colonel of the first division cavalry, fought under him.

Gomez headed all his actions to create the necessary conditions to extend the war to the western part of the island. The battle in Santa Cruz del Sur, where Colonel Reeve guided 150 men from the Camaguey cavalry, was fundamental for that purpose. During the battle, he was seriously wounded by the Spanish artillery. The wound made him lose the use of his leg and sent him to the hospital for the rest of 1873 and part of 1874. He was still convalescent when he received the brigadier stars.

Once recovered, he was one of the auxiliary leaders of the column under Major General Julio Sanguily that invaded Las Villas, in the center of the island. Reeve occupied the Najasa operational base with the purpose of misleading the enemy so the rest of the troops could advance to Nuevitas, an important town that should be attacked.

Reeve was part of the cavalry regiment organized by Maximo Gómez to invade Matanzas, right next to Havana, and was named head of the Second Division in Cienfuegos, to the center and south of the island.

With this new recognition of his courage, he cut through Las Villas in the final days of 1875 and was named head of the mambi vanguard. He took insurrection to Matanzas and even quite close to Havana. He attacked more than 50 sugar mills and occupied numerous villages. He appeared and disappeared, sowing terror in the Spanish troops and became a legendary hero, a symbol of freedom and independence.

The fate of his battle-hardened troop was sealed in the González coffee plantation, when Gomez was unable to go to his aid. He had camped with his 160 men and, when hearing that a 500 soldier strong enemy column was approaching, he decided to break through encirclement.

Leaving the Yaguaramas savanna, the Cubans headed for town and heard first shots of the enemy vanguard when they were close to Cayo del Inglés. After two failed charges (attacks with the machete), Reeve was left alone with only 15 men. In this situation, twice wounded, his horse shot dead and knowing he could not walk, he shot himself with his revolver when his enemies came closer.

It was August 4, 1876 and he was only 26 years old. For seven of them he had been at the service of the Cuban Liberating Army and had taken part in more than 400 battles. The Liberating Army vanguard was extraordinarily weakened with his death. A group of Cuban patriots wrote to his mother: “Moved by his generous instincts, he stepped on these beaches, a young and fervent freedom legionnaire, with no more title than his ardent enthusiasm and his very firm determination to fight for the independence of Cuba, a country he adopted and loved as his own.”

Sources:HablardeCuba/Guerra/Interian/Ponce/InternetPhotos/TheCubanHistory.com
UNITED STATES SOLDIERS in the Cuban Wars
The Cuban History, Arnoldo Varona, Editor

SOLDADOS NORTEAMERICANOS EN LAS GUERRAS CUBANAS
HENRY REEVE, “EL INGLESITO”

En nuestras guerras por la independencia siempre hubo combatientes de otros países que lucharon hombro con hombro junto a los cubanos por alcanzar la emancipación de la metrópoli española, no eran mercenarios sino hombres nobles dispuestos a dar la vida por la causa de nuestra liberación. Entre esos hombres que vinieron de otras partes de América a empuñar las armas en las filas de los libertadores se destaca el joven norteamericano Henry Reeve, a quien los cubanos conocían como “El inglesito”.

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Henry Reeve nació y se crió en Brooklyn (New York), el 4 de abril de 1850, su padre era un clérigo protestante llamado Alexander Reeve y su madre una sencilla mujer, de buenos modales, nombrada Maddie Carrol; ellos conformaban una familia respetada, honrada, modesta y trabajadora. Adquirió una buena educación y con apenas 19 años trabajaba como tenedor de libros en un banco de la ciudad. De buena estatura, delgado, rubio, de ojos azules, amable, no había cumplido los veinte años cuando enamorado de la causa de Cuba, sin saber español se alistó con el nombre de Henry Earl como soldado raso en la expedición del Perrit, en la que venía el general –también norteamericano- Thomas Jordan con 200 expedicionarios. Jordan lo nombró su asistente. Cuenta Gerardo Castellano que al alistarlo el general Luis Figueredo lo declaró inepto, equivocándose lamentablemente con respecto “al que había de ser pronto el más intrépido y hábil jefe de las huestes camagueyanas”. Afirmase que la primera herida de las muchas que recibiera lo fue en el combate que los expedicionarios del Perrit, desembarcados en el estero de Canalito, bahía de Nipe, provincia Holguín, el 11 de mayo de 1869, libraron contra una columna española.

Cuando el general Jordan, nombrado Jefe de Estado Mayor pasó a Camaguey, Reeve se quedó enfermo en Bayamo. Una vez restablecido pidió su pase a Camaguey, pues deseaba ingresar en la famosa caballería de esa región. “Al trasladarse a su nuevo destino –dice un biógrafo suyo- fue hecho prisionero (“La verdad”, periódico revolucionario cubano de N. Y. afirma que fue en el ataque al campamento español de La Cuaba) y amarrado, codo a codo y puesto de rodillas, lo fusilaron; pero las balas solo rozaron su cuero cabelludo, lo que le permitió levantarse al poco rato y unirse a una fuerza revolucionaria que providencialmente pasó por el lugar donde se encontraba” Reeve continúa combatiendo como parte del Estado Mayor de Jordan, lo hace bajo las órdenes del brigadier William O`Ryan, canadiense que también dio su vida por Cuba; más tarde se subordina al coronel Machado y después de muchas peripecias logró incorporarse a la caballería de Camaguey a las órdenes del general IgnacioAgramonte, el Mayor como le llamaban su admiradores, de quien pronto llegó a ser su hombre de confianza y jefe de su célebre caballería.

Dotado Reeve de talento natural, vivo, astuto, osado, valiente hasta la temeridad, es natural que hiciera al momento progresos en la carrera militar, distinguiéndose de modo sorprendente en muchísimos encuentros. En la acción de La Soledad fue tan notable su intrepidez que se le ascendió a teniente coronel en el campo de batalla y, lo que es más, fue propuesto al Gobierno de Cuba en Armas para coronel del Ejército Libertador. Alcanzaría finalmente el grado de brigadier. “…Y no extrañe el gobierno que se suceda casi sin interrupción las propuestas de este digno jefe para coronel y para brigadier. Necesito un segundo en Camaguey y, desgraciadamente, entre los muchos jefes superiores que hay en el departamento de mi mando, no encuentro uno que reúna las aptitudes indispensables que concurren en este jefe para secundarme. El Comandante Reeve, con sus relevantes cualidades, se hace acreedor a toda mi confianza, y creo mi deber prevenir al gobierno de la República favorablemente hacia este joven extranjero” “El Salado”, “El Jacinto”, “El Carmen”, son lugares en los que dejó su huella de valor a las órdenes del Mayor, en este último combate recibe heridas en el abdomen que no llega a cicatrizar del todo y que le produce grandes dolores.

Entre los 35 hombres seleccionado por Agramonte para el rescate de Sanguily figura “El Inglesito” que va a la vanguardia. Más no estuvo al lado del Mayor cuando su caída en Jimaguayú, pues precisamente Agramonte cruzaba en derechura al potrero donde se combatía, para impartirle instrucciones a Reeve que allí peleaba; pero al mes justo de la caída de su jefe los 120 cubanos de la caballería acaudillados por “El Inglesito” realizaron una espantosa carnicería de guerrilleros en Yucatán, para vengar al Mayor. Ninguna pena es mayor para “Enrique el Americano”, como lo llamaba Agramonte, que la muerte de su jefe y solo su gran valor e entereza le hacen seguir combatiendo, semiinválido, casi postrado por tantas heridas en su delgado cuerpo. Máximo Gómez a quien tuvo que recibir por ausencia del General Julio Sanguily, al hacerse cargo del mando en Camaguey, hace de “El Inglesito” cumplidos elogios y lamenta que no ostentara ya un grado mayor. “…Fui recibido atentamente en el Cuartel de Caballería por este Cuerpo. Su jefe es el Teniente Coronel Enrique Reeve, muy digno de ocupar el puesto más elevado por su valor a toda prueba y su infatigable constancia en el servicio de la causa, que le hacen un cumplido militar y le adueñan de la justa consideración y simpatía de sus superiores y subalternos. No hago otra cosa más que justicia al mérito y tampoco hago mención de otras cualidades que posee…” Estas son la impresiones del coronel Pablo Díaz de Villegas: “Reeve mandó a formar a la Caballería y Gómez le pasó revista. El general quedó admirado, no se imaginaba que los cubanos tuvieran una fuerza de caballería tan numerosa y tan bien organizada.(…) Le queda solo ver si su valor correspondía a su brillante aspecto y esto se demostró pronto (…) A las órdenes del Generalísimo se cubrió de gloria en diversas misiones de combate, sobre todo en el ataque a Santa Cruz del Sur, al ser asaltada y tomada la población. Allí recibió una grave herida en la pierna derecha, que se la dejó más corta que la izquierda.

Del sólido prestigio que gozaba en el Ejército Libertador habla su entrañable compañero Ramón Roa, que con él alcanzara la más alta reputación al mando de Agramonte. Roa, insurrecto y poeta, le dedicó el Romance del Inglesito y otros versos. Cuando Gómez pasa a Las Villas lo llevan consigo y le otorga el mando de Jefe de División Interino. Lo destinaron a la vanguardia del Ejército y atravesó la región con viril resolución. Asígnasele el más peligroso mando, el de la brigada de Colón. Una de sus más nobles pasiones era la de llevar la insurrección hasta las puertas de La Habana. Con tal objeto extendía sus operaciones por Aguada de Pasajeros, Real Campiña, Cartagena y Yaguaramas.

El 4 de agosto de 1876, acampado en La Sierra con 160 hombres supo que marchaban contra él una fuerza española de 500 soldados. Inmediatamente levantó el campamento y marchó contra ellos. La acción se efectuó en el llano de Yaguaramas. La primera carga de los mambises causó muchas bajas en las filas enemigas, pero la superioridad numérica y de fuego de los españoles puso en desventaja a las fuerzas mambisas. El Inglesito se precipitó sobre el punto más fuerte con su acostumbrado arrojo. Le mataron el caballo y al querer montarlo en otro su ayudante Rosendo García, Reeve le ordenó: “Retírese que lo va a matar”. “Al terminar la frase –relata Castellanos- fue herido en una ingle. En este momento se adelantaba un sargento español disparando sobre el brigadier; este lo espera y de un feroz tajo, casi le cercenó la cabeza. En tal situación recibió dos heridas, una en el pecho y otra en el hombro; más su aquilino ardor era tal que se sostenía en un pie con el machete en la mano y el revólver en la otra. Se le encimaron numerosos enemigos y él todavía pudo disparar tres tiros y enseguida (según versión del testigo presencial, el después coronel Rosendo García) se aplicó el arma en la sien derecha y con ese disparo se produjo la muerte…” No tenía aún 27 años. Un grupo de 24 jefes y patriotas de Camaguey, entre ellos Julio y Manuel Sanguily, Salvador Cisneros, Ramón Roa y Enrique Collazo, le escriben una carta de pésame a la madre de Reeve: “El oyó desde su tierra nativa el clamor de este pueblo infortunado (…) y movido de sus generosos impulsos pisó estas playas (…) sin más títulos que su ardoroso y firmísima resolución de luchar por la independencia de Cuba. “(…) Cuba guarda, como precioso tesoro los sufrimientos y las proezas del esclarecido adalid (…)”

El historiador español Antonio Pirala relata así los hechos: “(…)Reeve penetró dos veces como un rayo, con un centenar de jinetes, en el termino municipal de Colón, quemando en una de ellas dos ingenios a la vista del mismo pueblo, más tanto insistió en desafiar el peligro, que al fin quedó muerto en un encuentro en Yaguaramas(…)” Los españoles se apoderaron de su cadáver y lo exhibieron en Colón donde fue sepultado.

Sources:HablardeCuba/Guerra/Interian/Ponce/InternetPhotos/TheCubanHistory.com
UNITED STATES SOLDIERS in the Cuban Wars
The Cuban History, Arnoldo Varona, Editor

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