REPORTAJE SOBRE UNA OPERACIÓN “por la izquierda” EN UN HOSPITAL DE LA HABANA.
Las cirugías ilegales son un fenómeno creciente. Acompañamos a una mujer a ponerse un implante mamario por la décima parte de lo que costaría en el país en que reside.
Natacha lleva en su bolso ropa de cama, algunas torundas de algodón y el dinero para el doctor. Esta tarde va a ser sometida a una cirugía ilegal y me permite estar junto a ella, haciéndome pasar por su acompañante. La joven llegó ayer desde Bruselas y espera que su recuperación sea rápida para regresar cuanto antes.
Esta emigrada cubana pertenece a un grupo de pacientes que aumenta cada día y que se someten a las llamadas operaciones por la izquierda, cirugías que no quedan registradas en ningún informe médico, pero que se hacen en las mismas instalaciones y con los propios galenos del sistema gratuito de Salud Pública. Estamos ante un fenómeno creciente, pero nadie sabe cuántas personas recorren este camino.
Natacha ha venido a colocarse unos implantes mamarios. Trajo con ella los nuevos senos de silicona que lucirá en breve y algunos regalitos para el anestesista y las enfermeras que la atiendan. Al cirujano principal ya le ha dado la mitad del dinero por adelantado. Cuando termine la operación pagará el resto: en total, 500 CUC. Mucho menos de lo que le costaría en el país donde reside (donde el precio oscila entre 3000 y 7000 dólares), pero que en Cuba equivale al salario de unos diez meses del galeno que la atenderá.
Pagará 500 CUC, mucho menos de lo que costaría en el país donde reside… En Cuba equivale al salario de diez meses del galeno
Entro junto a ella en un hospital habanero, después de que Natacha dijera que soy su hermana. Revelar el lugar exacto donde se practica la cirugía le costaría el puesto de trabajo a todo el equipo médico. Nos introducen por el cuerpo de guardia. Enseguida aparece una enfermera joven que da unos papeles a Natacha y le advierte: “Si te preguntan, diles que tienes un fuerte dolor abdominal”. Y, además, le recomienda: “Pon cara de que te duele mucho”.
Hay pacientes aguardando por un doctor. La sala es calurosa y la luz tenue. No sabemos si algún otro de los que están sentados en el salón espera por una “operación por la izquierda”. Hay un hombre muy rubio que no parece cubano, las manos le tiemblan y él también tiene un papel parecido al de Natacha. Quizás sea otro cliente.
Todo pasa muy rápido. Nos viene a buscar un hombre con un silla de ruedas. Montan a Natacha mientras el hombre va gritando. “¡Este es un caso de urgencia, un caso de urgencia!” Nos saltamos toda la fila de espera y nos meten en una consulta. Allí está el anestesista que le hace algunas preguntas a la joven. “¿Enfermedades crónicas? ¿Asma? ¿Alergias?” No apunta nada. No deben quedar pruebas de que estuvimos en aquel lugar.
El contacto para llegar hasta allí ha sido una tía de Natacha que trabaja como especialista en fertilidad en un importante hospital de La Habana. Ella hizo un largo tratamiento al cirujano estético y a su mujer para que lograran tener su primer hijo, así que le debe un gran favor. De todas formas hay que pagar la operación, la gratitud no es suficiente.
Semanas antes, en Bélgica, Natacha se había hecho un chequeo médico general que incluyó análisis de sangre. Los hubiera podido realizar también aquí, pero quiso ahorrar tiempo de estancia en la Isla. “Tengo mucho trabajo y dos niños que atender, no me puedo permitir estar fuera muchos días”, me explica mientras se desnuda y coloca la ropa con la que entrará al salón.
RECETA.
14ymedio
Estamos en una especie de cuarto de limpieza. Hay un trapeador, una frazada y un cubo metálico sucio. Aguanto la puerta, que apenas cierra, mientras Natacha se viste con una bata que alguna vez fue azul. Debe ponerse también unas pantuflas anudadas y un gorro. Está nerviosa. “Lo malo de esto es que si me pasa algo, mi familia de allá se enterará días después”. La calmo.
El hombre con la silla de ruedas llega otra vez y me despido de Natacha, que entra al salón. Mientras dura la cirugía, aguardo como un acompañante más frente a la mesa de la recepcionista. Ella también está en el juego, porque nunca me pregunta qué hago allí. Ni siquiera me dirige la palabra. Ni Natacha ni yo existimos en todas esas planillas que rellena con lentitud y desgano.
Hay unas gotas de sangre en el pasillo que conduce al salón. No me había dado cuenta cuando llegué pero ahora las veo. Me quedo contándolas eternamente hasta que me dicen que la cirugía terminó. No llego a ver al médico responsable de la intervención. Solo sale una asistente a la que apenas se le distingue la cara entre el gorro y la mascarilla. Habla en ráfagas: “Vaya al final del pasillo, allí está en una camilla”. “Va a demorar en despertar, pero vaya tocándola y hablándole para ver si abre los ojos rápido. Aquí no puede estar mucho tiempo”.
Dice que quiere examinarla en el baño, pero yo sé que es la contraseña para que le entregue el resto del dinero
En la penumbra, junto a un pequeño fregadero de metal está Natacha. Tiene el pecho cubierto con gasa y a través de ella se ven unas manchas que podrían ser sangre pero no logro ver el color por la oscuridad. Respira quedamente, le tomo la mano. A cada rato, alguien pasa cerca de nosotros pero hace como si no nos viera. Huele a cloro y a dolor.
Tose e intenta girarse hacia un lado. Natacha vomita un par de veces o al menos lo intenta, pero no sale mucho. Tiene los ojos a medio entornar. Aparece por el pasillo la mujer de la recepción con un vaso en la mano. “Dale esto. Es cola y la ayudará a despertarse”, me dice sin mirarme. “Ahora la vamos a subir un rato a la sala, pero acuérdense que lo de ella era un dolor abdominal de urgencia”. La mentira es evidente, porque se ve que Natacha ha sido intervenida en el torso.
Empujo la camilla, tomamos un destartalado ascensor y nos llevan hasta una sala donde hay otra paciente sentada sobre una cama. También lleva gasas en el pecho. La ventana está rota y el interruptor eléctrico es un hueco con cables hacia fuera. En uno de ellos han enganchado un diminuto televisor con pantalla en blanco y negro. Pasan horas. Natacha dormita, gime e intenta voltearse hacia un lado, pero le duele esa posición.
En la noche llega el doctor. Es la primera vez que lo veo. Joven, de entradas pronunciadas, muy callado. Ya Natacha puede levantarse. Él le dice que quiere examinarla en “el baño”, pero yo sé que es la contraseña para que ella le entregue el resto del dinero. Entran y cierran la puerta. Un rato después salen y el hombre exclama para que la otra paciente y su acompañante lo oigan. “Todo ha salido muy bien, mañana te voy a dar el alta” y agrega “chica, tú vas a ver qué te vas a sentir como nueva”, mientras le pone la mano sobre la cabeza.
Antes de retirarse, el médico se me acerca y me susurra muy cerca del oído: “Cuando se vayan, no tiene que avisarle a nadie”.
14YMedio, Cuba /ROSA LÓPEZ, La Habana
The Cuban History, Hollywood.
Arnoldo Varona, Editor
IMÁGENES Y SONIDOS DE CUBA. Courtesy of Raquel Pérez y Fernando Ravsberg.
REPORT OF A “HIDDEN” SURGERY IN A HOSPITAL OF HAVANA.
illegal surgeries are a growing phenomenon. Accompany a woman to get a breast implant for a tenth of the cost in the country of residence. Strong>
Natacha carries in her handbag linen, cotton swabs and some money for the doctor. This afternoon will be subjected to an illegal surgery and allows me to be with her, pretending to be his companion. She arrived yesterday from Brussels and hopes his recovery is quick to return soon.
This Cuban immigrant belongs to a group of patients is increasing every day and who undergo operations calls from the left, surgeries that are not recorded in any medical report, but made in the same facility and the doctors themselves prompt Free Public Health. This is a growing phenomenon, but no one knows how many people walk this path.
Natacha has come to put some breast implants. She brought her new silicone breasts will look shortly and some goodies for the anesthetist and the nurses who attend. At the primary surgeon has already given him half the money up front. When the operation is complete will pay the rest: Total 500 CUC. Much less than it would cost you in your country of residence (where the price ranges from 3000 to 7000 dollars), but in Cuba salary equivalent to about ten months of the physician attending.
500 CUC paid much less than it would cost in the country where he resides … In Cuba salary equivalent to ten months of the physician
I walk beside her in a Havana hospital after Natacha said I was his sister. Reveal the exact location where the surgery is done would cost jobs all medical equipment. We introduce the guardhouse. “If they ask, tell them you have severe abdominal pain”: Then a young nurse handing some papers to Natacha and warns appears. And also recommends: “Put you face hurts.”
There are patients waiting for a doctor. The room is warm and dim light. We do not know if any other of those who are sitting in the lounge waiting for an “operation by the left.” There is a very fair man who does not seem Cuban, hands are shaking and he also has a role similar to Natacha. Perhaps another customer.
Everything happens very fast. We come to find a man in a wheelchair. Montan Natacha while the man goes screaming. “This is an emergency, an emergency!” We skipped all the queue and get us into a query. There is the anesthesiologist who makes you some questions to the young. “Chronic Disease? Asthma? Allergies?” No points at all. There should be evidence that were in that place.
The contact to get there has been an aunt who works as Natacha fertility specialist at a major hospital in Havana. She made a long treatment cosmetic surgeon and his wife to succeed in having their first child, so I owe a big favor. Anyway you have to pay for the operation, gratitude is not enough.
Weeks earlier, in Belgium, Natacha had become a general medical checkup that included blood tests. The could also be done here, but wanted to save time spent on the island, “I have a lot of work and two children who attend, I can not afford to be out many days,” he explains while naked and placed the clothes that will enter the hall.
RECIPE.
14ymedio
We’re kind of cleaning room. There is a mop, a blanket and a dirty metal bucket. I hold the door barely closed, while Natasha wears a gown that was once blue. It should also be a knotted slippers and a hat. He is nervous. “The downside of this is that if something happens to me, my family will know beyond days.” The calm.
The man in the wheelchair arrives again and I say Natacha, who enters the room. As he does the surgery, I look more like a passenger off the receptionist’s desk. She is also in the game, because you never ask me what I do there. Not even speak to me. Neither Natasha nor I exist in all these forms to fill slowly and reluctantly.
There are a few drops of blood in the hallway leading to the lounge. I had not realized when I arrived but now I see. I stay counting them forever until they tell me that the surgery is over. I fail to see the doctor responsible for the intervention. Just get a wizard to which he was barely distinguishes between the cap and face mask. He speaks in bursts: “Go down the hall, there is a table.” “It’s going to take to wake up, but go touching and talking to see if you open your eyes fast. Here you can not stay long.”
He says he wants to examine it in the bathroom, but I know that is the password for to give you the remaining money
In the darkness, with a small metal sink is Natacha. Has covered with gauze and through her chest a few spots that could be blood but I can not see the color of darkness are. Breathe softly, took her hand. Every so often, someone passes near us but pretends not to see us. It smells of chlorine and a pain.
Tose and tries to turn sideways. Natacha vomits a few times or at least try, but not out much. His eyes narrowed to medium. The woman at the desk with a glass in hand down the hall appears. “Give him this.’s Tail and will help to wake up,” he says without looking at me. “Now we will go up to the room for a while, but Remember that it was an emergency abdominal pain.” The lie is obvious because you see that Natacha has been operated in the torso.
I push the stretcher, take a rickety elevator and take us to a room where another patient sitting on a bed. He also wears bandages on his chest. The window is broken and the power switch is a hollow wire out. In one of them have hooked a tiny TV screen in black and white. They spend hours. Natacha slumbers, moans and tries to roll over to one side, but that position hurts.
At night the doctor arrives. It is the first time I see it. Young, receding hairline, very quiet. Already Natacha may arise. He says he wants to examine it “the bathroom”, but I know that is the password for her to deliver the rest of the money. They go in and close the door. A while later and the man cries out for the other patient and his companion to hear. “Everything went very well, tomorrow I’ll give you the high,” adding, “girl, you’re going to see what you’ll feel like new,” while putting his hand on his head.
Before leaving, the doctor comes up to me and whispers close to the ear, “When they leave, you do not have to tell anyone.”
14ymedio 14YMedio, Cuba a> / ROSA LOPEZ, Havana, Cuba.
The Cuban History, Hollywood.
Arnoldo Varona, Editor