– THE FORGOTTEN CUBAN DESCENDANTS of the Mayflower Pilgrims. History. (Photos) * * NÁUFRAGOS CUBANOS de los Peregrinos del Mayflower. (Fotos)

NÁUFRAGOS CUBANOS DE LOS PEREGRINOS DEL ‘MAYFLOWER’.

Investigaciones preliminares, que incluyen pruebas genéticas, validan la existencia de descendientes cubanos de los peregrinos del Mayflower, considerados los fundadores de Estados Unidos.

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Es la historia jamás contada de la familia norteamericana Phinney, la que durante el siglo XIX vivió casi 30 años en Cuba, donde fundó un millonario negocio agrícola esclavista.

Tuvieron que pasar más de 160 años para que uno de esos náufragos del desdén confirmara el relato sobre un Phinney blanco que tuvo relaciones íntimas con una de sus esclavas en Cuba, un episodio parecido al del presidente norteamericano Thomas Jefferson.

Difícilmente podría imaginar la familia norteamericana Phinney —que vivió en Cuba a mediados del siglo XIX— que en las proximidades de una de sus plantaciones de caña de azúcar llamada La Palma, en la región de Sagua la Grande, actual provincia cubana de Villa Clara, se instalarían armas nucleares, dispuestas para disparar hacia Estados Unidos.

Más de cien años después aquel paraje agrícola se convirtió en un escenario de la guerra fría, en la amenaza de un conflicto bélico cubano-soviético-norteamericano que pudo haber tenido consecuencias devastadoras para el mundo. Ironía y coincidencia inquietantes de la llamada “Crisis de los Misiles”, de octubre de 1962, que pudiera estremecer la conciencia sobre aquellos Phinney, quienes abandonaron la isla caribeña con una fortuna millonaria, dejando atrás las ruinas de su pasado esclavista.

El norteamericano Theodore Phinney, un descendiente de los peregrinos del Mayflower, llegó a Cuba a principios de 1800, y comenzó su negocio agrícola esclavista en la jurisdicción de Cárdenas, en la provincia cubana de Matanzas. En su hacienda La Sonora, en las inmediaciones de lo que hoy se conoce como la carretera vieja de Lagunillas, se casó con la inglesa Ann Barrett y tuvo cuatro hijos (Mary Deidamia, Theodore William, Susannah y Joseph Manuel), quienes nacieron y crecieron en el país caribeño.

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De la fiesta por el Día de Acción de Gracias de la familia Phinney en Cuba dio testimonio la escritora y pintora sueca Fredrika Bremer, durante su visita a la Isla en 1851. En cartas enviadas a su hermana en Europa, compiladas luego en su libro Cartas desde Cuba, narró críticamente la vida y las costumbres de los sometidos y sus amos en la colonia española.

Para la hospitalidad de la familia Phinney tuvo elogios la intelectual sueca, quien dio cuenta también del trato sin castigos que ofrecía el hacendado a sus siervos. Un estilo esclavista que concitaba la ira de las autoridades coloniales de la jurisdicción de Cárdenas, con acusaciones y amenazas contra el norteamericano y su dotación de esclavos. Estos últimos afrontaron dramáticas represalias al ser denunciados como participantes en una histórica rebelión antiesclavista en Cuba, conocida como la “Conspiración de la Escalera”.

Lo que no mencionó la narradora sueca en sus cartas-crónicas, a pesar de que estuvo hospedada en la hacienda de los norteamericanos y de su ostensible feminismo, fueron las episódicas relaciones maritales del hacendado con sus sometidas.

En esa fecha ya había nacido Ceferino Phinney Morales, un mulato medio rubio, de ojos verdes y bilingüe, hijo de un Phinney blanco con la negra esclava Victoria Morales. Un secreto que tal vez muchos conocían, pero que nadie supo como revelarlo consistentemente en más de 160 años.

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Los descendientes afroamericanos de Thomas Jefferson tuvieron que esperar 200 años para lograr su reivindicación. Sólo la confirmación científica, mediante múltiples pruebas genéticas en instituciones europeas, permitió releer la vida de un histórico presidente, quien tuvo una relación íntima con una de sus esclavas, de la que nacieron varios hijos.

RESTOS DEL NAUFRAGIO.

Que al cabo de 160 años pudiera aparecer un descendiente cubano del Mayflower, convertido en un balsero de los que huyen del país caribeño hacia Estados Unidos, podría asumirse como una ficción sobre genómica, pero existe la historia que sustenta la probabilidad del supuesto acontecimiento. Aunque parezca absurdo, salvando contextos migratorios, la curiosa conexión ancestral pudo haber sucedido. Y el mar siempre presente como aurora o epifanía.

La rama afrocubano norteamericana de la familia Phinney, la que calladamente ha desesperado siempre de sí misma, aún siente que le hace falta una seguridad lejana, una fuente de fuerza que transforme su sensibilidad. Ellos siguen siendo náufragos del desprecio. La influencia de las épocas y sus dramas en la vida de las generaciones familiares reflejan el cruce dramático de las historias que condicionan nuestros logros y fracasos.

La sucesión de abuelo, padre, hijo, nieto y bisnieto es la secuencia en la que se tejen las más sublimes y terribles historias. La herencia, el mandato, el desprecio y la maldición son adjetivos que se aplican a estas sagas familiares y que marcan, bajo la forma de confianza filial o carga opresiva, la vida de los individuos.

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Investigaciones históricas y genealógicas arrojaron luz sobre la vida de la familia Phinney en Cuba. Numerosas referencias en libros, documentos e informaciones periodísticas confirman que ellos fueron propietarios de varias plantaciones agrícolas e instalaciones portuarias, y de cientos de esclavos en las regiones cubanas de Cárdenas y Sagua la Grande.

Archivos de parroquias de las provincias cubanas de Matanzas y Villa Clara guardan numerosas partidas de bautismo de negros esclavos bautizados con el apellido Phinney. Era la marca de propiedad del amo en el primer sacramento reconocido por la Iglesia Católica, la inscripción como siervo, la primera aparición en la vida publica, en una sociedad rígidamente separada por el color de la piel y la condición civil.

Una búsqueda en la página web Ancestry.com, de acceso público, permitió conocer sobre los Phinney que vivieron en Cuba y sus constantes viajes a Estados Unidos. Censos de población dan cuenta de la fecha en que esta familia abandonó definitivamente el país caribeño, de los lugares donde residieron, de matrimonios, hijos y muertes. Fue posible saber hasta los negros esclavos que trajeron del Caribe, nostalgia por aquella vida cubana y también deseo de ostentar en New York una servidumbre doméstica que los distinguiera socialmente.

Pruebas genéticas de ancestros de la línea paternal, de genes del cromosoma Y-DNA37, se realizaron en Family Tree DNA, de Texas, a los cubanos Alfredo Phinney y Enrique Sanler, descendientes de hijos varones de dos hijos también varones de Ceferino Phinney Morales. Un análisis del cromosoma masculino, conocido como el artífice de los testículos y la esperma, reveló ancestralidad mixta, con un altísimo porcentaje de ascendientes ingleses, irlandeses y norteamericanos. Algunos de ellos hasta con la coincidencia de tener el apellido Phinney.

La investigación genómica preliminar hizo justicia, confirmó el parentesco de estos cubanos con aquellos Phinney blancos que vivieron en Cuba a principios del siglo XIX. La validación genética nos vuelve más reales y nos reconvierte en personas con parentesco ineludible, nos permite regresar a un pasado, para saber de esos otros que también nos habitan, a quienes cantamos, ignoramos y tememos. Propicia poder sentir, saber y entender qué pasó.

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NOTAS DE LA FAMILIA.

Theodore Phinney (1776-1852) nació en la ciudad de Falmouth, en Barnstable County, en el estado de Massachusetts. Era el bisnieto de Benjamin Finney (1682-1738), quien fue el décimo de los 13 hijos de John Finney Jr. (1638-1719) y Mary Rogers (1644-1718), hija de los pelegrinos de apellido Rogers, que viajaron en el Mayflower.

El hacendado norteamericano tuvo tres plantaciones de café y de caña de azúcar en Cuba: La Sonora, Roble y La Palma, y falleció en la Isla a los 76 años de edad. Su esposa y sus cuatro hijos abandonaron el país caribeño en 1856, para radicarse en Estados Unidos. Uno de ellos, Theodore William Phinney (1828-1912), quien asumió el cuidado de los negocios tras la muerte de su padre, fue demandado por sus tres hermanos ante la justicia de Nueva York por su mala administración y por apropiarse del patrimonio de la familia. La devastada noción de la moral que puede mostrar un heredero avaricioso.

En Newport, Rhode Island, en una residencia nombrada Hill Top, vivió Theodore William junto a su esposa Rose Dimond (1828-1892) y sus tres hijas: Rose Dimond Phinney (1857-1923), Anita Alice Matilde Dimond Phinney (1862-1926) y Caroline Deidamia Dimond Phinney (1868-1876). La última de ellas falleció a los 7 años de edad.

Rose Dimond Phinney, la hija mayor de Theodore William Phinney, se casó en Rhode Island con William Grosvenor Jr. con quien tuvo siete hijos. Uno de ellos, Caroline Rose (Grosvenor) Congdon (1885-1959 ), fue la madre del famoso pintor norteamericano del expresionismo abstracto, William Grosvenor Congdon. (1912-1998).

Ceferino Phinney Morales (1843-1918), el mestizo cubano no reconocido por la familia norteamericana Phinney, padeció la maldad de los esclavistas, incluido su padre, e infligió la suya a sus seis hijos (Antero, Enrique, Candita, Victoria, Agustín y Caridad), al inscribir a cada uno de ellos en el registro civil con el relato de que había sido abandonado en una canasta en la puerta de su casa. Los despojó de un apellido que más que un símbolo de fortuna representó para él la maldición de la esclavitud.

Tuvieron que pasar más de 160 años antes de que un descendiente crítico, impulsado por el azar, emigrara donde sus ancestros, como guiado por esos antepasados que fundamentan su vida, para encontrar las perplejidades de su genética. Una herejía contra el olvido de uno de esos náufragos del desdén que tras examinar su patrimonio genómico-genealógico descubrió la presencia del Mayflower y las infidelidades de su ADN. Son tiempos en que las nuevas tecnologías excitan la curiosidad y desnudan los secretos.

Que existan descendientes cubanos del Mayflower que aún permanecen en el anonimato, como seres de segunda clase, se aprecia como una injusticia, pero es, sobre todo, expresión de la larga y oscura estela de la esclavitud y la discriminación racial, que hasta el día de hoy, impone omisiones en la cartografía genealógica de muchas familias.

¿Qué es una parte de una familia cuando no es nadie por desprecio racial? Una presencia sin identidad, un grupo indeterminado, humanos inferiores y desposeídos que ni siquiera provocan remordimiento de conciencia al verdugo. Condenar al silencio a los descendientes cubanos del Mayflower y negarles la posibilidad de recuperar su pasado y dar cuenta de su verdad es la manera definitiva de aniquilarlos, es no respetar su derecho a liberarse de la vergüenza de haber sentido vergüenza.

autor Por Rodolfo R. Bofill Phinney: Autor de un proyecto de investigación, con Copyright de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, que promueve la reivindicación de los descendientes cubanos del Mayflower.

CubaEncuentro/Rodolfo R. Bofill Phinney, Maryland/ InternetPhotos/TheCubanHistory.com
LOS NÁUFRAGOS CUBANOS DEL MAYFLOWER.
The Cuban History, Hollywood.
Arnoldo Varona, Editor

Iglesia de San Francisco, La Habana. Cuba en Fotos.
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THE FORGOTTEN CUBAN DESCENDANTS OF ‘THE MAYFLOWER’ PILGRIMS. History.

Preliminary research, including genetic tests, validate the existence of Cuban descendants of the Mayflower pilgrims, considered the founders of the United States.

It is the untold story of the American family Phinney history, during the nineteenth century lived almost 30 years in Cuba, where he founded a millionaire slave farm business.

It took over 160 years for one of those shipwrecked disdain confirm the story about a white Phinney who had intimate relations with one of his slaves in Cuba, similar to that of U.S. President Thomas Jefferson episode.

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Could hardly imagine the Phinney-American family that lived in Cuba in the mid-nineteenth century in the vicinity of one of its sugar cane plantations called La Palma, in the region of Sagua la Grande, current Cuban province of Villa Clara, nuclear weapons, ready to shoot into the United States would be installed.

Over a hundred years after agricultural landscape that became a stage for the Cold War, the threat of a Soviet-Cuban-American war that could have devastating consequences for the world. Disturbing irony and coincidence of the “Missile Crisis”, October 1962, which could shake Phinney awareness of those who left the Caribbean island with a million dollar fortune, leaving behind the ruins of their slave past.

The American Theodore Phinney, a descendant of Mayflower pilgrims arrived in Cuba in the early 1800s, and began his slave agricultural business in the jurisdiction of Cardenas, in the Cuban province of Matanzas. In his hacienda La Sonora, in the vicinity of what is now known as the old road Lagunillas, married English Ann Barrett and had four children (Mary Deidamia, Theodore William, Susannah and Joseph Manuel), who were born and raised in the Caribbean country.

Party’s Day Thanksgiving the family in Cuba Phinney testified Swedish writer and painter Fredrika Bremer, during his visit to the island in 1851. In letters to her sister in Europe, then compiled in his book Letters from Cuba, critically narrated the life and customs of the subject and their masters in the Spanish colony.

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For family entertainment Phinney had praise the Swedish intellectual, who also realized the treatment without punishment offered by the landowner to his servants. A slave style concitaba the wrath of the colonial authorities in the jurisdiction of Cardenas, with accusations and threats against the U.S. and its complement of slaves. The latter faced dramatic reprisals being denounced as participants in a historic anti-slavery rebellion in Cuba, known as the “Conspiracy of the Ladder.”

What is not mentioned in their Swedish narrator, chronic letters-even though it was hosted at the ranch of Americans and their ostensible feminism, were episodic marital relations with his squire subject.

At that time she was already born Ceferino Phinney Morales, an average mulatto blonde, green eyes and bilingual son of a white slave black Phinney with Victoria Morales. A secret perhaps many knew, but nobody knew how to reveal consistently in over 160 years.

African American descendants of Thomas Jefferson had to wait 200 years to achieve its claim. Only scientific confirmation by genetic testing in multiple European institutions allowed to reread the life of a historic president, who had an intimate relationship with one of his slaves, of which several children were born.

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SHIPWRECK.

That after 160 years could appear a Cuban descendant of Mayflower, become a ferryman of those fleeing the Caribbean country to the United States, it could be assumed as a fiction genomics, but there is the story that sustains the probability of the alleged event. Although it seems absurd, saving migration contexts, the curious ancestral connection could have happened. The sea always present as aurora or epiphany.

The American branch of the Afro-Cuban Phinney family, who has always quietly desperate herself, still feel you need a remote security, a source of strength to transform their sensitivity. They remain shipwrecked contempt. The influence of the times and his plays in the lives of family generations reflect the dramatic crossing of the stories that affect our successes and failures.

The succession of grandfather, father, son, grandson and great-grandson is the sequence in which the most sublime and terrible stories are woven. Heredity, mandate, contempt and curses are adjectives that apply to these family sagas and mark, in the form of subsidiary trust or oppressive burden the lives of individuals.

Historical and genealogical research shed light on the life of the Phinney family in Cuba. Numerous references in books, documents and news reports confirm that they were owners of several agricultural plantations and port facilities, and hundreds of slaves on Cuban regions Cardenas and Sagua la Grande.

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Files parishes in the Cuban provinces of Matanzas and Villa Clara saved numerous certificates of baptism of black slaves baptized with the surname Phinney. It was the mark of property of the master in the first sacrament recognized by the Catholic Church, registration as a servant, the first appearance in public life, in a society rigidly separated by skin color and civil condition.

A search on the website Ancestry.com, public access allowed to know about Phinney who lived in Cuba and constant trips to the United States. Population censuses realize the date on which this family finally left the Caribbean country, the places where they lived, marriages, children and deaths. It was possible to know that black slaves brought from the Caribbean, nostalgia for that Cuban life and desire to hold in New York a domestic servitude socially distinguished.

Genetic testing of the paternal line ancestors of Y-chromosome genes DNA37, were conducted at Family Tree DNA, Texas, Cubans and Alfredo Enrique Sanler Phinney, descendants of two sons of men also Ceferino Phinney Morales. An analysis of the male chromosome, known as the architect of the testes and sperm, revealed mixed ancestry, with a high percentage of English ancestors, Irish and Americans. Some of them even have the matching surname Phinney.

Preliminary genomic research did justice, confirmed the relationship of these with those white Phinney Cubans who lived in Cuba in the early nineteenth century. Genetic validation makes us more real and were reconverted to people with inescapable relationship allows us to return to a past, to know those others who also inhabit us, who sing, ignorant and afraid. Conducive to feel, know and understand what happened.

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FAMILY NOTES.

Theodore Phinney (1776-1852) was born in the town of Falmouth in Barnstable County, Massachusetts. He was the great-grandson of Benjamin Finney (1682-1738), who was the tenth of 13 children of John Finney Jr. (1638-1719) and Mary Rogers (1644-1718), daughter of the pilgrims named Rogers, who traveled in the Mayflower.

The American landowner had three coffee plantations and sugar cane in Cuba: La Sonora, Oak and La Palma, and died on the island at 76 years of age. His wife and four children left the Caribbean country in 1856 to settle in the United States. One of them, William Theodore Phinney (1828-1912), who took care of business after the death of his father, he was sued by his three brothers to justice in New York for their mismanagement and to appropriate the assets of the family. The devastated notion of morality that can display a greedy heir.

In Newport, Rhode Island, in a residence named Hill Top, lived Theodore William with his wife Rose Dimond (1828-1892) and his three daughters: Rose Dimond Phinney (1857-1923), Anita Alice Matilde Dimond Phinney (1862-1926 ) and Caroline Deidamia Dimond Phinney (1868-1876). The last one died at 7 years of age.

Rose Dimond Phinney, eldest daughter of William Theodore Phinney, married in Rhode Island with William Grosvenor Jr. with whom he had seven children. One of them, Caroline Rose (Grosvenor) Congdon (1885-1959), was the mother of the famous American painter of abstract expressionism, William Grosvenor Congdon. (1912-1998).

Ceferino Phinney Morales (1843-1918), the Cuban mestizo Phinney not recognized by the American family, suffered the evil of slavery, including his father, and inflicted to his six children (Antero, Enrique, Candita, Victoria, Augustine and charity), to enroll each in the registry with the story that he had been abandoned in a basket at the door of his house. Stripped of a name more than a symbol of fortune for him represented the curse of slavery.

It took over 160 years before a critical offspring, driven by chance, where their ancestors emigrated, as guided by those ancestors who base their life to find the perplexities of their genetics. A heresy against forgetting one of those castaways contempt after examining its genomic heritage-family discovered the presence of the Mayflower and the infidelities of his DNA. These are times in which new technologies excite curiosity and naked secrets.

There are descendants of the Mayflower Cubans who remain anonymous, as second class beings, it is seen as an injustice, but it is above all an expression of the long dark trail of slavery and racial discrimination, which to this day today, imposes omissions in genealogical mapping of many families.

What is a part of a family when there is no racial contempt? A presence without identity, a human lower indeterminate group and dispossessed even cause pangs of conscience the executioner. Silence to condemn the Cuban descendants of Mayflower and denied the opportunity to recover his past and realize its truth is the ultimate way to annihilate them, not respect their right to free themselves from the shame of having been ashamed.

autor By Rodolfo R. Bofill Phinney: Author of a research project with Copyright of the Library of Congress of the United States, claiming that promotes Cuban descendants of Mayflower.

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LOS NÁUFRAGOS CUBANOS DEL MAYFLOWER.
The Cuban History, Hollywood.
Arnoldo Varona, Editor

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