CUBAN CHARACTERS: those who have already left us. .
Apparently, it is an endangered tribe. Today I do not have any references of anyone still active. I do not think this is due precisely to a dramatic rise in mental health of its inhabitants. If so, the official press we had already heard. Furthermore, to achieve that status is not sufficient psychiatric disorders.
Havana classic wanderer was never a single maniac, even a quaint beggar. Exponent par excellence, El Caballero de Paris, never reached out to ask, if he lived on charity, which he considered an honor just because of their noble rank. The Marquesa yes my friend did, but all around the act of a court ritual, which would have delighted Marcel Proust. Other, less connoted simply they excluded from their everyday delusion that eventuality.
CUQUITO.
A first for me was Cuquito. Sitting on a stool El Ventorrillo, of indefinite age, achinado, with that felt hat surrounded by bells that settled over their loops, Cuquitoparecía cangaceiro he armed with a mandolin toy. I do not remember having heard her sing, or do anything but sit there, taking his coffee with milk free Ventorrillo, which no longer exists, however Cuquito persevere, poetry permeating my childhood.
MARIA BELEN.
Another sort of local goddess was Maria Belen, a tall brunette who ran haughty Santa Amalia in the morning, and surveying his domain. Maria Belen suffered a stunning goiter, which forced her to keep her smiling head upright Watusi. Despaciosa progressed and responded to greetings with a smile and a wave invariable queen. He used to carry a cloth bag hanging from the shoulder opposite the goiter, as a counterweight. I never knew where he lived or what he had in his bag. Your morning walk up to the October 10 Causeway Street by Gustavo Sánchez Galarraga doubled four blocks to the right and again enter by the street Santa Amalia Rivera.
Both were local deities.
CHINA.
Already in the 60s emerged from Santos Suarez and for all Havana, China, whose stage par excellence were the buses. A brunette woman, very black hair and very straight, lean meats and more loose language, that amused most of the passengers with their ribald sayings, loaded two-way. I say most, because sometimes teased the same to men than women.
“Chauffeur, párasela well behind, look he is chubby,” he cried his squeaky voice, and even dared to tickle the ears of men, who blushed amoscados. It was a precursor of calienticos shorts, although its anatomy and not accompany her. People said it was the ruined heiress of the House of the Three Quilos Guayo cameraman or sister, who bore a resemblance. The truth is that the Chinese made us a little less tortuous travel in those hot summers of irremediable socialism. One day his skeletal figure disappeared from the streets, they returned to their usual sadness.
THE KID BOXER.
Another wanderer of those decades was a black ex-boxer, who shouted at him “you knocked Gavilan, Gavilan took away the blonde,” and sent to throwing punches in the air, in a parody of shadow boxing paroxysmal. Julian called and confirmed once a connoisseur who had indeed fought the decision Kid and lost a good fight. The last time I saw him was, by far, in the leper colony of El Rincón, where he was hospitalized. I think Mirta Yáñez mentions in one of his stories.
LA MARQUESA.
My favorite was La Marquesa wandering, who got to know in the 70 After its heyday, when neither the press nor the television dealing with it, persevered in his job as illustrated beggar with fragile little hats, miraculously subjects a sparse raisins, now tinged with methylene blue. So, hats Marchioness of Revilla de Camargo transited indefinite socialism building perched on the head of the apocryphal Marquise, who had worked for that as exquisite pastry.
I witnessed one afternoon her struggles against a pair of plainclothes thugs who were trying to pick the Cañona for the illustrious visitor was not casually turn to see her. This “clearance” used so often practiced. With Marquesa failed because their cries soon brought about a concentration of witnesses forced the fighters to withdraw robust. As soon as she was released, she smoothed her dress, I made up its fur and reinstated her smile work.
San Rafael remained until the afternoon began to fall. Then enrumbaba to the Vedado and could be seen at the entrance of Radiocentro, making time for fall, late at night, Calzada y Carmel Garden, Online. With the consent of the waiters, he walked among the tables distributing its personalized smile. “Hello my friend, long time no see here,” he told them as a whole attentive host.
Someone very poor entails, has written that La Marquesa exercised a walking prostitution. Clearly he never saw or photos La Marquise, who was flattering to raise charity but never attractive to provoke desire.
Finally, the ignorant and almost all habaneros unaware that the humble beggar was behind his public life, another very real life with a husband who had lost his legs in a train accident and a daughter whose mind remained frozen in childhood . For both, the Marquesa went every day to the streets of Havana to his role of Marquise. They lived near the stadium of the Hill, in a railway carriage adapted as housing.
DDC / Rogelio F. Hurtado, Havana / InternetPhotos / TheCubanHistory.com
The Cuban History, Hollywood.
Arnoldo Varona, Editor.
PERSONAJES CUBANOS: los que ya nos dejaron.
Al parecer, se trata de una tribu en extinción. Hoy mismo no tengo referencias de ninguno en ejercicio. No creo que esto se deba precisamente a una elevación espectacular de la salud mental de sus pobladores. De ser así, la prensa oficial ya nos hubiese enterado. Además, para alcanzar esa categoría no basta con la patología psiquiátrica.
El andariego habanero clásico nunca fue un simple maniático, ni siquiera un mendigo pintoresco. Su exponente por excelencia, El Caballero de París, nunca extendió la mano para pedir, aunque viviese de la caridad pública, lo que él mismo consideraba un honor justamente debido a su jerarquía nobiliaria. Mi amiga La Marquesa sí lo hacía, pero rodeaba el acto de todo un ritual cortesano, que hubiese hecho las delicias de Marcel Proust. Otros, menos connotados, simplemente excluían de su delirio cotidiano esa eventualidad.
CUQUITO.
El primero para mí fue Cuquito. Sentado en una banqueta de El Ventorrillo, de una edad indefinida, achinado, con aquel sombrero de fieltro circundado de cascabeles que se acomodaba sobre sus bucles, Cuquito parecía un cangaceiro armado con una mandolina de juguete. No recuerdo haberlo oído cantar, ni hacer otra cosa que estar sentado allí, tomándose su café con leche gratis en El Ventorrillo, que ya no existe, no obstante Cuquito persevera, impregnando de poesía mi niñez.
MARIA BELEN.
Otra suerte de diosa local fue María Belén, una morena alta y altiva que recorría Santa Amalia por las mañanas, como inspeccionando sus dominios. María Belén padecía un bocio impresionante, que la obligaba a mantener erguida su sonriente cabeza de watusi. Avanzaba despaciosa, y respondía a los saludos con una invariable sonrisa y un gesto de reina. Solía llevar consigo una gran bolsa de tela, que pendía del hombro opuesto al bocio, a manera de contrapeso. Nunca supe dónde vivía ni lo que llevaba en su bolsa. Su caminata matinal subía hasta la Calzada de 10 de Octubre por la calle Gustavo Sánchez Galarraga, doblaba cuatro cuadras a la derecha y volvía a adentrarse en Santa Amalia por la calle Rivera.
Ambos fueron deidades locales.
LA CHINA.
Ya en los años 60 surgió, desde Santos Suárez y para toda La Habana, La China, cuyo escenario por excelencia fueron las guaguas. Una mujer trigueña, de pelo muy negro y muy lacio, magra de carnes y más que suelta de lengua, que divertía a la mayoría de los pasajeros con sus dichos procaces, cargados de doble sentido. Digo a la mayoría, porque a veces embromaba lo mismo a hombres que a mujeres.
“Chófer, párasela bien por detrás, mira que está gordita”, clamaba con su voz de pito, e incluso se atrevía hacerle cosquillas en las orejas a los hombres, que se sonrojaban amoscados. Fue una precursora de los shorts calienticos, aunque su anatomía ya no la acompañase. La gente decía que era la heredera arruinada de La Casa de los Tres Quilos o hermana del camarógrafo Guayo, con quien guardaba cierto parecido. Lo cierto es que La China nos hizo un poco menos tortuosos los viajes en aquellos tórridos veranos de irremediable socialismo. Un día su esquelética figura desapareció de las calles, que volvieron a su tristeza de costumbre.
EL KID BOXEADOR.
Otro andariego de aquellas décadas fue un negro exboxeador, a quien le gritaban “Gavilán te noqueó, Gavilán te quitó la rubia”, y se mandaba a tirar golpes al aire, en un remedo de shadow boxing paróxistico. Se llamaba Julián y una vez confirmé con un conocedor que, efectivamente, había peleado con el Kid y perdido por decisión una buena pelea. La última vez que lo vi fue, de lejos, en el Leprosorio de El Rincón, donde estaba internado. Creo que Mirta Yáñez lo menciona en uno de sus relatos.
LA MARQUESA.
Mi andariega favorita fue La Marquesa, a quien pude conocer en la década del 70. Pasados sus mejores tiempos, cuando ya ni la prensa ni la televisión se ocupaban de ella, perseveraba en su oficio de limosnera ilustrada, con los frágiles sombreritos, milagrosamente sujetos a las ralas pasitas, ahora teñidas de azul de metileno. Así, los sombreros de la marquesa de Revilla de Camargo transitaron la indefinida construcción del socialismo posados en la cabecita de la apócrifa marquesa, quien había trabajado para aquella como exquisita repostera.
Pude presenciar un mediodía sus forcejeos contra un par de esbirros vestidos de civil, que trataban de recogerla a la cañona para que el ilustre visitante de turno no fuese casualmente a verla. Esa “limpieza” solía practicarse entonces a menudo. Con La Marquesa fracasaron, porque sus gritos enseguida provocaron una concentración de testigos que obligaron a los robustos combatientes a desistir. Tan pronto la soltaron, se alisó su vestidito, recompuso su pelambre y reinstaló su sonrisa de trabajo.
Permanecía en San Rafael hasta que comenzaba a caer la tarde. Entonces enrumbaba hacia el Vedado y podía vérsele a la entrada de Radiocentro, haciendo tiempo para caer, ya entrada la noche, por El Carmelo de Calzada y El Jardín, en Línea. Con la anuencia de los camareros, se paseaba entre las mesas repartiendo sus sonrisas más personalizadas. “Qué tal mi amigo, tiempo que no lo veía por aquí”, les decía como toda una atenta anfitriona.
Alguien, de muy mala entraña, ha escrito que La Marquesa ejercía una especie de prostitución ambulante. Es evidente que nunca vio ni en fotografías a La Marquesa, quien era zalamera para despertar la caridad pero nunca atractiva para provocar el deseo.
Por último, ese ignorante y casi todos los habaneros desconocían que la humilde limosnera tenía detrás de su vida pública, otra vida muy real, con un esposo que había perdido sus piernas en un accidente de ferrocarril y una hija cuya mente permanecía congelada en la niñez. Por ambos, La Marquesa salía día tras día a las calles de La Habana a interpretar su papel de marquesa. Vivían cerca del stadium del Cerro, en un vagón de tren adaptado como vivienda.
DDC/Andariegos de la Habana/Rogelio F. Hurtado, La Habana/ InternetPhotos.
The Cuban History, Hollywood.
Arnoldo Varona, Editor.