There is no possible forgetting or death foreseen for the novel ‘Three Sad Tigers’ of Cuban Guillermo Cabrera Infante (Gibara, 1929-London, 2005) because it renewed and enriched the Spanish language when, 50 years ago, the people of the street – with all their poetry , Its drama, its originality and its lack of agreement and spelling – assaulted in its pages the sanctuaries of literature. And also, because in that book is where only the spirituality of ‘Havana night’ still lives, a Cuban way of seeing life and enjoying it that turned off socialism with an artificial sun imported from Russia.
The author, born in a port in eastern Cuba, son of communists, poor and alert, like all young people of his generation wanted to be a doctor. His arrival in Havana in 1941, with more illusion than clothes in his cardboard suitcase, made him discover two of his great passions: the city itself and literature.
Cabrera Infante, it is said that for a bet, he wrote a parody of a piece of Miguel Ángel Asturias and sent it to Bohemia, the most important Cuban magazine of all time. He was paralyzed when he saw his text in print in the weekly. He later said that the publication of his story “definitely changed my life.” And, of course, the panorama of the narrative of his country and of Hispano-America also changed.
He left the Medicine career and studied Journalism and at the age of nine becoming an official Habanero began to make the film criticism in the magazine Carteles with the pseudonym of G. Cain. On the other hand, the definitive change he experienced when he saw his Asturias parody published condemned him to sit down every night to write a story that in the late 1950s made up his first collection of stories: Thus in peace as in war, which Was published in Havana in 1960.
That is the initial book of his work that includes novels, short stories, film criticism, scripts, articles and essays. A work that still can not be closed in numbers because Cabrera Infante wrote until the end of his life and when he died left unpublished an area of his work that his wife, actress Miriam Gomez, has begun to publish.
The truth is that the book that gave it universal popularity and stuck it in the history of literature written in Spanish is Three Sad Tigers, published in Barcelona in 1967, and now reissued in Spain. The route of this novel is novelesco by the roar and the intensity of its battles against the censors of all the borders and of all the ideologies and by its maromas to be freed with height of the reconcomios that produces the envy, that is to admire with rage.
But the novel is innocent. The stories she tells are fun and exciting, full of music and characters that love the night of Havana, fall in love with some ‘bolerones’ that are still alive and when they see a pretty woman do not say a compliment or compare it with the stars. What they do is look away and say, “What a great gentleman!”
Three sad tigers is a fundamental festival of language because Cabrera Infante, a cultured man who lived in slums and was a witness and protagonist of the bohemian of the Cuban capital, mixes his story with the street jargon and the passwords of the nightlife of that Havana Disappeared. It does it with mastery and sense of humor and with an infinite capacity to play with words.
So the culprit of the avatars of Three sad tigers is its author because it fought the dictatorship of Fulgencio Batista, was integrated to the process of changes that announced Fidel Castro in 1959 and later also faced his dictatorship. When the novel was published it had to enter naturally in the so-called Latin American Boom. And I go in. The one that had no place was Cabrera Infante, accused of traitor and worm by the regime, harassed by the Franco censorship and rejected, in general, for its loyalty to the freedom to write and to say what is thought before any group of power.
‘Three Sad tigers’ of all forms, with all the repairs to the author, was recognized little by little in Spanish America and in Spain. As it opens its space also to the writer whose crime between quotes was to denounce and fight until the last minute against the dictatorship that controls his country.
The novel, banned in Cuba, has been sneaked through thousands of people after long waiting lists or exchanging a copy for a pair of shoes or cans of condensed milk. It has been used very well by the new generations of writers who deny Cabrera Infante in public and respect and admire him in private. And it is read by government officials who now want to publish it to try to silence Cabrera Infante and give varnish the crime of censoring one of the most important novels written in Spanish in the twentieth century.
Agencies / El Mundo / Raúl Rivero / Internet Photos / Arnoldo Varona / TheCubanHistory.com
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GUILLERMO CABRERA INFANTE Y ‘TRES TRISTES TIGRES’ HABANEROS.
No hay olvido posible ni muerte prevista para la novela Tres tristes tigres del cubano Guillermo Cabrera Infante (Gibara, 1929-Londres, 2005) porque renovó y enriqueció la lengua española cuando, hace 50 años, la gente de la calle —con toda su poesía, su drama, su originalidad y sus faltas de concordancia y de ortografía— asaltó en sus páginas los santuarios de la literatura. Y, además, porque en ese libro es donde único vive todavía la espiritualidad de ‘la noche habanera’, una manera cubana de ver la vida y disfrutarla que apagó el socialismo con un sol artificial importado de Rusia.
El autor, nacido en un puerto del oriente cubano, hijo de comunistas, pobre y alerta, como todos los jóvenes de su generación quería ser médico. Su llegada a La Habana, en 1941, con más ilusión que ropa en su maleta de cartón, le hizo descubrir dos de sus grandes pasiones: la ciudad misma y la literatura.
Cabrera Infante, se dice que por una apuesta, escribió una parodia de una pieza de Miguel Ángel Asturias y la envió a Bohemia, la más importante revista cubana de todos los tiempos. Se quedó paralizado cuando vio su texto en letra de imprenta en el semanario. Dijo después que la publicación de su cuento “cambió mi vida definitivamente”. Y, desde luego, cambió también el panorama de la narrativa de su país y de Hispanoamérica.
Dejó la carrera de Medicina y estudió Periodismo y a los nueve años de convertirse en habanero oficial comenzó a hacer la crítica de cine en la revista Carteles con el seudónimo de G. Caín. Por otra parte, el cambio definitivo que experimentó cuando vio publicada su parodia de Asturias lo condenó a sentarse todas las noches a escribir una historias que a finales de los 50 conformaron su primera colección de cuentos : Así en la paz como en la guerra, que se editó en La Habana en 1960.
Ese es el libro inicial de su obra que incluye novelas, cuentos, crítica de cine, guiones, artículos y ensayos. Un trabajo que todavía no se puede cerrar en cifras porque Cabrera Infante escribió hasta el final de su vida y al morir dejó inédita una zona de su trabajo que su esposa, la actriz Miriam Gómez, ha comenzado a publicar.
Lo cierto es que el libro que le dio renombre universal y lo clavó en la historia de la literatura escrita en español es Tres tristes tigres, publicada en Barcelona, en 1967, y que ahora se reedita en España. El recorrido de esa novela es novelesco por el fragor y la intensidad de sus batallas contra los censores de todas las orillas y de todas las ideologías y por sus maromas para librarse con altura de los reconcomios que produce la envidia, que es admirar con rabia.
Pero la novela es inocente. Las historias que cuenta son divertidas y apasionantes, está llena de música y de personajes que aman la noche habanera, se enamoran con unos bolerones que siguen vivos y cuando ven a una mujer bonita no le dicen un piropo ni la comparan con las estrellas. Lo que hacen es mirar para otro lado y decir: “¡Qué cosa ma grande caballero!”.
Tres tristes tigres es una fiesta fundamental del idioma porque Cabrera Infante, un hombre culto que vivió barrios marginales y era testigo y protagonista de la bohemia de la capital cubana, mezcla su relato con la jerga callejera y las contraseñas de la vida nocturna de aquella Habana desaparecida. Lo hace con maestría y sentido del humor y con una capacidad infinita para jugar con las palabras.
Así es que el culpable de los avatares de Tres tristes tigres es su autor porque combatió la dictadura de Fulgencio Batista, se integró al proceso de cambios que anunció Fidel Castro en 1959 y después también se enfrentó a su dictadura. Cuando la novela se publicó debía de entrar de manera natural en el llamado Boom Latinoamericano. Y entró. El que no tenía cabida era Cabrera Infante, acusado de traidor y gusano por el régimen, acosado por la censura franquista y rechazado, en general, por su lealtad a la libertad de escribir y decir lo que se piensa ante cualquier grupo de poder.
Tres tristes tigres de todas formas, con todos los reparos al autor, se reconoció poco a poco en Hispanoamérica y en España. Como se le abre su espacio también al escritor cuyo delito entre comillas fue denunciar y luchar hasta el último minuto contra la dictadura que controla su país.
La novela, prohibida en Cuba, la han leído a escondidas miles de personas después de largas listas de espera o de cambiar un ejemplar por un par de zapatos o unas latas de leche condensada. La han aprovechado muy bien las nuevas generaciones de escritores que niegan a Cabrera Infante en público y lo respetan y lo admiran en privado. Y la leen los funcionarios del Gobierno que ahora quisieran publicarla para tratar de callar a Cabrera Infante y darle barniz el crimen de censurar una de las novelas más importantes escritas en español en el siglo XX.
Agencies/ElMundo/Raúl Rivero/Internet Photos/Arnoldo Varona/TheCubanHistory.com
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