“SMALL TOWN, BIG HELL” .. STORIES (GOSSIP) OF MY OLD CIENFUEGOS.
It was still a young age in the nineteenth century -1819- when a group of French immigrants from Bordeaux and Louisiana founded a town near the most beautiful bay in Cuba, the one the aborigines called Jagua (Today the Beautiful City of Cienfuegos) ..
An old saying goes that “small town, big hell”. And it seems that this maxim is another wisdom of popular wisdom.
In a hamlet, where nothing ever happens, there is no more succored occupation than to stuck noses into alien existence.
Yes, the murmuring can become an entire village sport:
“What did they cook at Fulano’s house today?” Because those people look bad …
“Did you see the dress she took Sunday to Zutanita Park?” The truth is that it kills him!
And so on, ad infinitum.
Today we have to move our coordinates of the imagination to Cienfuegos, the splendid southern pearl, when its inaugural instants passed.
At that time the leader of the village was the Lieutenant Colonel of Bordeaux, Louis Lorenzo de Clouet Piette, who maintained a strong vigilance over the neighbors, which reached even the thoughts of those who lived there.
MAIN CHARACTER OF THIS STORY ARRIVE.
It is to imagine the stir that formed in the village when a new face appeared there. And, what a face, my God.
It was a toothless old woman, with an earthy face and a hooked nose. Of course, from there to ensure that it was a witch sent by the very same evil Enemy, there was only one step.
“Na Belen”, the newcomer was called, “without much of the gossip, was established in the estate of Las Calabazas, and therefore acquired the name of La Vieja de Las Calabazas.
The wise people, who are always there, fortunately, did not tire of repeating that there was nothing evil around the old woman, who was an unfortunate woman who had come from the town of Yaguaramas, accompanied by a res, her only earthly possession.
The pretended witch earned her life honorably, practicing the office of washerwoman. But he also possessed a knowledge of vegetable medicine – green, we would say today -, which ensured the animosity of Dr. Mongenié and Vallejo, and the apothecary Lanier, who saw in the old woman a competitor who would endanger the stability of her clientele .
As will be understood, only an excuse was lacking for an offensive against the laundress-herbalist. And this soon appeared.
Tertiary fevers and other fevers, which began with cold manifestations, increased.
Immediately, some murmurer hinted that this was the result of Na Bethlehem’s bad arts. Another said that the Pumpkin Old Woman was poisoning, while a third said it caused attacks of distress on the children.
Thus the avalanche of slander grew, and in the end it turned out that Bethlehem was preparing a devilish garment with fat of newborns, thanks to which it rose in the air, riding on the proverbial broom.
Not to doubt, even the very physical integrity of the old woman was in danger. And Don Luis de Clouet may have been as much of a despot as he might want to be, but he was not foolish or uninformed. So the head of the Cienfuegos colony appeared before Na Belen, and perhaps with good words, perhaps with some small gift, convinced her that she must leave those places for the sake of public tranquility and her own health.
Did it end with gossip? No, not much less. The lengüilargos, after the disappearance of the Old one of the Pumpkins, did not give rest to the sinhueso. And there were those who claimed to have seen Bethlehem burst like a rocket, for when she had taken flight on the broom after stealing a child, her mother had conjured her with the most sacred names of Jesus, Mary, and Joseph.
It is said that in those days a gossip asked De Clouet for the whereabouts of Ña Belén. The respondent, in his typical French accent, gave the following answer:
“Ma’am, La Vieja de las Calabazas is gone, notifying me that she is ready to return to take possession of children whose mothers are not being watched or cared for properly. But I, madam, will not allow you to return, because beforehand I will punish exemplarily the mothers who by gossiping and defaulting on their duties.
And so that lord of gallows and knife gave a masterful lesson of wisdom, skill, common sense and repudiation of gossip.
“PUEBLO CHIQUITO, INFIERNO GRANDE”..HISTORIAS (CHISMES) DE MI VIEJO CIENFUEGOS.
Aún era joven el siglo XIX —1819— cuando un grupo de inmigrantes franceses, procedentes de Burdeos y de la Luisiana, fundan una población junto a la más hermosa bahía de Cuba, esa que los aborígenes llamaban Jagua (Hoy la Bella Ciudad de Cienfuegos)..
Dice un viejo refrán que “pueblo chiquito, infierno grande”. Y parece que esta máxima es otro acierto de la sabiduría popular.
En una aldehuela, donde nunca suceda nada, no hay más socorrida ocupación que andar metiendo las narices en ajenas existencias.
Sí, la murmuración puede llegar a constituir todo un deporte pueblerino:
—¿Qué cocinaron hoy en casa de Fulano? Porque esa gente tiene un aspecto de mal comí`os…
—Viste el vestido que llevó el domingo al parque Zutanita? ¡La verdad es que le queda mata`o!
Y así sucesivamente, ad infinitum.
Hoy hemos de trasladar nuestras coordenadas de la imaginación hasta Cienfuegos, la esplendorosa perla meridional, cuando transcurrían sus instantes inaugurales.
Era entonces dirigente del poblado el teniente coronel bordelés Luis Lorenzo de Clouet Piette que mantenía sobre los vecinos una férrea vigilancia, que llegaba hasta los pensamientos de quienes allí habitaban.
LLEGA LA PROTAGONISTA DE ESTA HISTORIA
Es de imaginar el revuelo que se formó en el pobladito cuando apareció por allí una cara nueva. Y, qué cara, Dios mío.
Se trataba de una vieja desdentada, de faz terrosa y nariz ganchuda. Como es lógico, de ahí a asegurar que se trataba de una bruja enviada por el mismísimo Enemigo Malo, no había más que un paso.
Ña Belén —así se llamaba la recién llegada—, sin hacer mucho ni poco caso de las habladurías, se estableció en la finca de Las Calabazas, y por eso adquirió el nombre de La Vieja de Las Calabazas.
La gente sensata —que siempre la hay, por fortuna— no se cansaba de repetir que no había nada de maléfico alrededor de la anciana, quien era una infeliz que había llegado del poblado Yaguaramas, acompañada de una res, su única posesión terrenal.
La pretensa bruja se ganaba la vida honradamente, ejerciendo el oficio de lavandera. Pero, además, poseía conocimientos de medicina vegetal —verde, diríamos hoy—, con lo que se aseguró la animadversión de los doctores Mongenié y Vallejo, y del boticario Lanier, quienes vieron en la anciana una competidora que haría peligrar la estabilidad de su clientela.
Como se comprenderá, para emprender una ofensiva contra la lavandera-herbolaria sólo faltaba un pretexto. Y éste no tardó en surgir.
Sucedió que tomaron incremento las fiebres tercianas y otras calenturas, que comenzaban con manifestaciones de frío.
De inmediato, algún murmurador insinuó que aquello era el resultado de las malas artes de Ña Belén. Otro dijo que La Vieja de las Calabazas era envenenadora, mientras que un tercero aseguró que provocaba ataques de alferecía en los niños.
Así, el alud de la maledicencia fue creciendo, y al final resultó que Ña Belén preparaba un unto diabólico con grasa de recién nacidos, gracias al cual se elevaba en el aire cabalgando en la proverbial escoba.
A no dudar, ya hasta la misma integridad física de la anciana estaba en peligro. Y Don Luis de Clouet puede haber sido todo lo déspota que se quiera, pero no tenía ni un pelo de tonto o de desinformado. Por eso, el jefe de la colonia cienfueguera se presentó ante Ña Belén y, quizás con buenas palabras, quizás con alguna pequeña dádiva, la convenció de que debía abandonar aquellos parajes en bien de la tranquilidad pública y de su propia salud.
¿Terminó aquello con el chismorreteo? No, ni mucho menos. Los lengüilargos, tras la desaparición de La Vieja de las Calabazas, no le dieron descanso a la sinhueso. Y hubo quien aseguró haber visto a Ña Belén reventar como un cohete, pues al emprender vuelo en la escoba tras robar un niño, la madre la había conjurado con los sacratísimos nombres de Jesús, María y José.
Se cuenta que por aquellos días una chismosa le preguntó a De Clouet por el paradero de Ña Belén. El interpelado, con su típico acento francés, le dio la siguiente respuesta:
—Señora, La Vieja de las Calabazas se fue, notificándome que está dispuesta a volver para apoderarse de los niños cuyas madres no los vigilan ni cuidan como es debido. Pero yo, señora, no permitiré que regrese, porque antes voy a castigar ejemplarmente a las madres que por andar chismoseando incumplen con sus deberes.
Y así aquel señor de horca y cuchillo dio una lección magistral de sensatez, tino, sentido común y repudio a la chismografía.
Agencies/CubaAhora/Internet Photos/Extractos/ Arnoldo Varona/ TheCubanHistory.com
THE CUBAN HISTORY, HOLLYWOOD.