THE HORRIBLE CUBAN CRIME OF THE FRENCH GIRL RACHEL.
It is 1931, and Cuba moans under Machado’s satrap. It is founded the Student Left Wing, organization that will face the tyrant. To fight against the regime, an expedition by Gibara lands. Eduardo Chibás is accused of blowing a firecracker in the capital city of Calzada and K.
After being examined, a boy of ten receives the news that he will never be able to see again. His name is Frank Emilio, and it will be a glory of the Cuban pianist.
Alicia Alonso, with nine years of age, dances for the first time in public.
Al Jonson hires Rita Montaner. Together they will tour the United States and Canada.
Kid Chocolate wraps around the belt as world champion of the Ligeromedians. Meanwhile, the multi-award winning athlete Johnny Weissmuller – who is not yet the film Tarzan – swims in the pool of the newly opened National Hotel.
The Central Highway is inaugurated.
And, in that environment, is perpetrated what some describe as the most famous crime in 20th century Cuba.
THE VICTIM
In the first republican era, among those who carried out the so-called “oldest trade of mankind” (as if there had been no gatherers, farmers, ranchers before), there were a large number of people born in Gallic territory.
In the 1920s, the Frenchwoman Rachel Dekeersgieter joins that unfortunate troop. It was brought from her native country by Oscar Villaverde, who concurred with his souteneur wanderings with those of owner or manager of the famous Havana cabaret Tokio, in San Lazaro and Blanco. Rachel would make the nightclub her puteril exercise area.
He counted the site with a brilliant orchestra – for example, it was Mario Bauzá the alto sax -, where he played as a drummer and ballad singer in English, Alberto Jiménez Rebollar, alleged lover of Rachel, although Villaverde appeared as husband of the French.
On December 15, 1931, the Havana newspapers deployed headlines announcing the perpetration of a horrible crime. In the building located on the streets of San Miguel and Amistad, next to the Astor Hotel, in a bathtub, a white woman, about thirty years old, appears naked and dead.
The death certificate, issued by Dr. Reynaldo Villiers, issued at the Relief House, states that the corpse was found some forty hours after the death, and records the barbarous injuries inflicted on the victim.
The dead was the French Rachel.
A CRIME IMPUNE
The entire police-judicial process became a labyrinth, plagued with enigmas. The apartment where the girl was found was closed inside with a latch, so that the police had to break the door to penetrate the enclosure. And he was on a third floor, with no other escape route for the killer.
No traces appeared that indicated the identity of the criminal. Nor was the murder weapon, which, according to the popular rumor, was a bottle of champagne.
Many claimed that the matter “landed”, because what happened would have been a frenzy of alcohol and cocaine that ended in homicide. And they added that among those involved were high figures of politics and finance. (Would it be, among those involved in the ugly affair, the American who represented the Ford house in Havana, with whom Rachel also had intimate relations?).
Of course, the suspicions fell on the “husband”, Oscar Villaverde, and on the alleged lover, Alberto Jiménez Rebollar. But none of them was able to present conclusive evidence.
Rachel was buried in the cemetery of Calabazar, in the pantheon owned by Oscar Villaverde, who many years later was there to be united, to be a tomb mate who had been a bed.
The crime would be a source of inspiration for the film The Strange Case Rachel K. (1973), directed by Oscar Valdés.
EL HORRIBLE CRIMEN CUBANO DE LA FRANCESITA RACHEL.
Transcurre 1931, y Cuba gime bajo la satrapía machadista. Se funda el Ala Izquierda Estudiantil, organización que se enfrentará al tirano. Para combatir al régimen, desembarca una expedición por Gibara. Eduardo Chibás es acusado de hacer estallar un petardo en la capitalina intersección de Calzada y K.
Tras ser examinado, un niño de diez años recibe la noticia de que nunca más podrá ver. Se llama Frank Emilio, y será una gloria de la pianística cubana.
Alicia Alonso, con nueve años de edad, baila por primera vez en público.
Al Jonson contrata a Rita Montaner. Juntos recorrerán Estados Unidos y Canadá.
Kid Chocolate se ciñe la faja como campeón mundial de los ligeromedianos. Mientras, el multipremiado atleta Johnny Weissmuller —quien aún no es el Tarzán cinematográfico— nada en la piscina del recién inaugurado Hotel Nacional.
Se inaugura la Carretera Central.
Y, en aquel entorno, se perpetra el que algunos califican de más sonado crimen en la Cuba del siglo XX.
LA VICTIMA
En la primera época republicana, entre quienes aquí ejercían el llamado “oficio más viejo de la humanidad” (¡como si antes no hubiesen existido recolectores, agricultores, ganaderos!), figuraba un crecido número de nacidas en territorio galo.
En la década de los 1920, la francesita Rachel Dekeirsgeiter se suma a aquella tropa infeliz. Fue traída de su país natal por Oscar Villaverde, quien simultaneaba sus andanzas de souteneur con las de dueño o manager del famoso cabaret habanero Tokío, en San Lázaro y Blanco. Rachel haría del centro nocturno su área de ejercicio puteril.
Contaba el sitio con una brillante orquesta —por ejemplo, era Mario Bauzá el saxo alto—, donde se desempeñaba, como baterista y cantante de baladas en inglés, Alberto Jiménez Rebollar, supuesto amante de Rachel, aunque Villaverde aparecía como marido de la francesa.
El 15 de diciembre de 1931 los diarios habaneros despliegan titulares que anuncian la perpetración de un horrible crimen. En el edificio situado en las calles habaneras San Miguel y Amistad, al lado del hotel Astor, dentro de una bañadera, aparece desnuda y muerta una mujer de raza blanca, de unos treinta años de edad.
El certificado de defunción, emitido por el Dr. Reynaldo Villiers, expedido en la Casa de Socorros, expresa que el cadáver fue hallado unas cuarenta horas después de la defunción, y deja constancia de los bárbaros traumatismos inferidos a la víctima.
La muerta era la francesita Rachel.
UN CRIMEN IMPUNE
Todo el proceso policíaco-judicial se convirtió en un laberinto, plagado de enigmas.El apartamento donde fue encontrada la muchacha estaba cerrado por dentro con pestillo, de manera que la policía tuvo que romper la puerta para penetrar en el recinto. Y se encontraba en un tercer piso, sin otra vía de escape para el asesino.
No aparecieron huellas que señalasen la identidad del criminal. Tampoco se halló el arma homicida, que, según el rumor popular, fue una botella de champán.
Muchos aseguraban que al asunto “se le echó tierra”, pues lo ocurrido habría sido una francachela de alcohol y cocaína que terminó en homicidio. Y agregaban que entre los implicados se hallaban altas figuras de la política y de las finanzas. (¿Estaría, entre los involucrados en el feo asunto, el norteamericano que representaba a la casa Ford en La Habana, con quien Rachel también mantenía relaciones íntimas?).
Claro está que las sospechas recayeron sobre el “marido”, Oscar Villaverde, y sobre el supuesto amante, Alberto Jiménez Rebollar. Pero contra ninguno de ellos fue posible presentar pruebas concluyentes.
Rachel fue inhumada en el cementerio de Calabazar, en el panteón propiedad de Oscar Villaverde, quien muchos años después allí se le iba a unir, para ser compañero de tumba quien lo había sido de lecho.
El crimen sería fuente de inspiración para la película El extraño caso Rachel K. (1973), dirigida por Oscar Valdés.
Agencies/CubaAhora/Argelio Santiesteban/Internet Photos/ Arnoldo Varona/ TheCubanHistory.com
THE CUBAN HISTORY, HOLLYWOOD.