– A MODERN ‘YERBERO’ that Alleviate Males, Miguel A. Orozco. His Story. Video. + UN YERBERO MODERNO que alivia Males, Miguel A. Orozco. Su Historia. Video.

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A MODERN ‘YERBERO’ THAT ALLEVIATE MALES, MIGUEL A. OROZCO. HIS STORY.

Miguel Ángel Orozco Núñez is 56 years old, but looks about 70. He is sustained by the sale of medicinal plants and his neighbors describe him as a very helpful man, ready to help anyone regardless of time. It is considered a kind of “doctor” who knows how to “pass the hand” and prescribe remedies.

However, this man who alleviates ills in the midst of a severe shortage of medicines lives in miserable conditions in a rickety hut and eats when his few profits allow it.

In his sack, Migue, as his neighbors say, charges his “dispensary”: sarsaparilla, to lower cholesterol, triglycerides and fat in the liver; The root of chichicaste, used in cooking to break the kidney stones; The box stick, used for stomach upsets, catarrh, diabetes and even toothache; The herb of blood, useful in the treatment of gastritis and herpes; Cannula pods, to raise hemoglobin and fix iron; Ginger roots, guanabana leaves, mouse pineapple and other herbs.

‘If I do not sell, I do not eat’

The sale of medicinal plants is not a lucrative activity for Migue, but he does not leave because there are many who ask him to continue, he says. Among them, he affirms, are Health officials of Bauta, who qualified a space in the Sunday fair.

This yerbero lives in Capellanía, populated by the municipality Caimito. For this reason, it must allocate part of its meager profits to the transportation. When he does not make money, he has to borrow to be able to return to his hut.

The rest of the days, Migue is usually located with his “medicine” near the Baltic polyclinic. You have not applied for a private worker’s license because the sale is very small and unstable. “There are times when I sell ten pesos,” he says.

The inspectors have already thrown him from a corner threatening to take him to the police and impose a fine. A neighbor allowed him then to sell sitting at the door of his house.

‘I prefer to go to bed without eating than to beg’

His “best chance” have been the plants he knows so well.

The hut in which he lives today lacks doors and windows. It has only a few weak walls. Without furniture, you should sleep on the floor, on a shabby mat that gets wet when it rains. It has no water or sanitation, so it must alleviate its needs in the mountains.

Not having electricity, he spends his nights in the dark; Only when you can afford it is it illuminated with candles. Thefts have left him without many of his belongings. It has no kitchen, pots or containers. This forces him to sell his share of the ration book and look for processed foods on the street.

Migue likes to drink and that makes his situation worse. Those who know him, however, say that he is a drinker “calm, who does not bother anyone” and “does not stay around.”

Miguel Ángel Orozco Núñez is not assisted by any governmental, charitable or religious institution. He considers that if he had better conditions in his home his situation would improve and, if he had at least pots to cook, he would not go hungry.

“I do not beg nobody to anything, I prefer to go to bed without eating, rather than going to tell someone ‘give me a plate of food,'” he says. Aware of the importance of the work he does, he declares himself proud despite his shortcomings.

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UN YERBERO MODERNO QUE ALIVIA MALES, MIGUEL A. OROZCO. SU HISTORIA.

Miguel Ángel Orozco Núñez tiene 56 años, pero aparenta unos 70. Se sostiene con la venta de plantas medicinales y sus vecinos lo describen como un señor muy servicial, dispuesto a ayudar a cualquiera sin importar la hora. Es considerado una especie de “médico” que sabe “pasar la mano” y recetar remedios.

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Sin embargo, este hombre que alivia males en medio de una fuerte escasez de medicamentos vive en condiciones miserables en una choza desvencijada y come cuando sus pocas ganancias se lo permiten.

En su saco, el Migue, como le dicen sus vecinos, carga su “dispensario”: la zarzaparrilla, para disminuir el colesterol, los triglicéridos y la grasa en el hígado; la raíz de chichicaste, usada en cocimientos para romper los cálculos renales; el palo de caja, empleado para males estomacales, catarro, diabetes e incluso dolores de muela; la hierba de la sangre, útil en el tratamiento de la gastritis y los herpes; vainas de cañandonga, para subir la hemoglobina y fijar el hierro; raíces de jengibre, hojas de guanábana, piña de ratón y otras hierbas.

‘Si no vendo, no como’

La venta de plantas medicinales no es una actividad lucrativa para Migue, pero no la deja porque son muchos los que le piden que continúe, asegura. Entre ellos —afirma— están funcionarios de Salud de Bauta, que le habilitaron un espacio en la feria dominical.

Este yerbero vive en Capellanía, poblado del municipio Caimito. Por ello debe destinar parte de sus exiguas ganancias a la transportación. Cuando no gana dinero, tiene que pedir prestado para poder regresar a su choza.

El resto los días, Migue suele ubicarse con su “medicina” cerca del policlínico bautense. No ha solicitado licencia de trabajador privado porque la venta es muy poca e inestable. “Hay veces que lo que vendo son diez pesos”, dice.

Los inspectores ya lo echaron de una esquina amenazándole con llevarlo a la Policía e imponerle una multa. Una vecina le permitió entonces vender sentado a la puerta de su casa.

‘Prefiero acostarme sin comer que mendigar’

Su “mejor oportunidad” han sido las plantas que tan bien conoce.

La choza en la que vive hoy carece de puertas y ventanas. Cuenta solo con algunas débiles paredes. Sin muebles, debe dormir en el suelo, sobre una colchoneta destrozada que se moja cuando llueve. No tiene agua ni servicio sanitario, por lo que debe aliviar sus necesidades en el monte.

Al no contar con electricidad, pasa las noches a oscuras; solo cuando puede permitírselo se ilumina con velas. Los robos lo han dejado sin muchas de sus pertenencias. No tiene cocina, cazuelas o envases. Esto lo obliga a vender su cuota de la libreta de racionamiento y buscar en la calle alimentos elaborados.

A Migue le gusta beber y eso empeora su situación. Quienes lo conocen, no obstante, dicen que es un bebedor “tranquilo, que no molesta a nadie” y “no se queda tirado por ahí”.

Miguel Ángel Orozco Núñez no es asistido por ninguna institución gubernamental, benéfica o religiosa. Considera que si tuviese mejores condiciones en su vivienda su situación mejoraría y, si al menos tuviese cazuelas para poder cocinar, no pasaría hambre.

“No le mendigo nada a nadie, prefiero acostarme sin comer antes que ir a decirle a alguien ‘deme un plato de comida'”, asegura. Consciente de la relevancia de la labor que hace, se declara orgulloso a pesar de sus carencias.

Agencies/DDC/Joan M. Núñez Díaz, La Habana/ Excerpts/ Internet Photos/ Arnoldo Varona/ TheCubanHistory.com
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