According to Don Fernando Ortíz the Cuban’s speech was forged while the great national dish was cooked.
I open a small parenthesis to say that Americans proudly declare that their nation is a melting pot, or a crucible. But we can proclaim that Cuba is a sublime cauldron.
When on an autumn day in 1492, in front of the smiling Bariay, on our coast of the north-east, there are three European ships, and here was called biajaca fluvial fish, savannah to the plain without arboreal vegetation, bibijagua to laborious and voracious ant, hammock to that temptation to rest.
When the iberians settled in this land- even the governors, studded with decorations and crosses – would have to live in the humble hut, swallowing casabe.
In that new world for them, they had to appropriate the Taíno terms. Earlier, in a letter to the king, Hernan Cortes laments that he can not describe the American wonders, for he does not know their names.
We know very well that our little Indians were exterminated, but, with minimal revenge, they left their mark. Bariay is still called the point of the Colombian landing; Maniabón, the heights that surround it; Havana, our capital; Cuba, the whole country.
And also, friends and friends, came the black. Already with the troops of Velázquez, because in the Peninsula there was sub-Saharan slavery from centuries ago. Centuries of slave raiding would give rise to a colossal human movement, coming from the enormous arch that goes from Senegal to Mozambique. They would arrive the ristisco son of the Calabar, the animistic congo, the fine Yoruba. There was a moment when the black population surpassed the white in a hundred thousand souls. Not in vain is it said that, in Cuba, “who does not have congo, has of carabali.”
Here, and now mismitico, the Cubans call Las Quimbambas to a remote place, and cumbila the friend. When something is extraordinary in any sense, we call it Ampanga. If discretion is required, we can whisper: sub! And, when he was angry with the unacceptable, we shouted: “This is the snot of wine!”
In the late 1700s and early 1900s, the Haitian seizure crosses the Paso de los Vientos – the same route that Velázquez once traveled – to thousands of terrified fugitives.
The statistics of the time show that in the jurisdiction of Santiago one of every five inhabitants was French-speaking. So it should not surprise us that so many people there call themselves Crombet, Laffite, Laferté. Or name swing rocker (swingire). And give the carrot (de carotte). And let the coffee farmer not measure his land in hectares, acres, caballerias, ropes or rozas, but in costumes (de carré, bancal, labradeira cuadrilonga land).
From 1854 onwards, a certain Iberian presence was reinforced in Cuba: the arrival of the so-called Galician settlers began, and they also arrived in semi-secret condition. Yes, there were blond maroons with blue eyes, since they were descendants of the very Celts.
The impact of the Galicians on Cuban speech did have enormous intensity. Thanks to them, for example, we call a hole or jura in the hole; we confuse the verbs “to jump” and “to jump”; we protest on the bus saying not to rush. And from the Galicians we inherited the voice of the cazuelero, to designate the man who interferes with female affairs.
In Cuba no one says that he is going to throw, throw or throw away the garbage. Always boot. And brides throw us when they reject us. If we get fired from a job, we’ve been dumped. And in all this is evident another Galician usage, transplanted to our land.
From the colonial days, the gravitation of the northern eagle on Cuba began to be very strong. And with it, the influence of English on our speech. Even in the classics. Villaverde tells us that Cecilia Valdés made the presence of her lover (from the English realize, realize). And he writes the word “rum” as a hybrid of English and Spanish: rom.
To this day, we continue to call the cut-out switch and three-way to the mobile crane (from Transcavator, the manufacturer).
But let us say that it is not only from foreign influences that our speech has been modeled. That is not even the cardinal factor. Yes it is the overflowing creative capacity of the Cuban.
What inspired poet baptized the detestable quality rum as spark ‘and train? And … what do you tell me about being at the peak of the aura, or burning oil, or throwing stones at the Morro, or taking someone off base, or being from the other novena, or parking a tinea, or singing the manisero or suck your ass to the jutía?
In fact, we Cubans, are who we are because we speak as we speak..
LOS CUBANOS, ESTO ES POR LO QUE HABLAMOS ASÍ..
Según Don Fernando Ortíz el habla del cubano se forjó mientras se cocía el gran ajiaco nacional.
Abro un pequeño paréntesis para decir que los norteamericanos declaran con orgullo que su nación es un melting pot, o sea un crisol. Pero nosotros podemos proclamar que Cuba es un sublime caldero.
Cuando un día otoñal de 1492, frente al risueño Bariay, en nuestra costa norlevantina, aparecen tres navecillas europeas, ya aquí se llamaba biajaca al pececillo fluvial, sabana a la llanura sin vegetación arbórea, bibijagua a la hormiga laboriosa y voraz, hamaca a esa tentación al reposo.
Cuando en estas tierras se estableciesen, los iberos –hasta los gobernadores, tachonados de condecoraciones y cruces– tendrían que malvivir en el humilde bohío, tragando casabe.
En aquel mundo novísimo para ellos, tuvieron que apropiarse de los términos taínos. Tempranamente, en carta al rey, Hernán Cortés se lamenta de no poder describirle las maravillas americanas, pues no conoce sus nombres.
Bien sabemos que nuestros indiecitos fueron exterminados, pero, cual mínima venganza, dejaron su huella. Bariay sigue llamándose el punto del desembarco colombino; Maniabón, las alturas que lo circundan; Habana, nuestra capital; Cuba, el país todo.
Y también, amigas y amigos, llegó el negro. Ya arriba con las tropas de Velázquez, pues en la Península existía esclavitud subsahariana desde siglos atrás. Centurias de trasiego negrero originarían un colosal movimiento humano, procedente del enorme arco que va de Senegal a Mozambique. Llegarían el levantisco hijo del Calabar, el congo animista, el fino yoruba. Momento hubo en que la población negra sobrepasó a la blanca en cien mil almas. No en vano se dice que, en Cuba, “quien no tiene de congo, tiene de carabalí”.
Aquí, y ahora mismitico, los cubanos llamamos Las Quimbambas a un lugar remoto, y cúmbila al amigo. Cuando algo resulta extraordinario en cualquier sentido, lo calificamos como de Ampanga. Si se requiere discreción, podemos susurrar: ¡subuso! Y, al montar en cólera ante lo inadmisible, vociferamos: ¡A esto le roncan los berocos!
A finales de los 1700 y principios del siglo inmediato, la convulsión haitiana hace cruzar el Paso de los Vientos –el mismo que antes recorrió Velázquez– a miles de fugitivos aterrorizados.
Las estadísticas de la época muestran que en la jurisdicción santiaguera uno de cada cinco habitantes era de habla francesa. Entonces, no ha de extrañarnos que tantos por allá se apelliden Crombet, Laffite, Laferté. O que nombren balance a la mecedora (de balançoire). Y carota a la zanahoria (de carotte). Y que el caficultor no mida su tierra en hectáreas, acres, caballerías, cordeles o rozas, sino en caroses (de carré, bancal, tierra labrantía cuadrilonga).
A partir de 1854 se refuerza cierta presencia ibérica en Cuba: comienza el arribo de los llamados colonos gallegos, quienes también llegan en condición semiesclava. Sí, hubo aquí cimarrones rubios con ojos azules, puesto que eran descendientes de los mismísimos celtas.
El impacto de los gallegos sobre el habla cubana sí tuvo enorme intensidad. Gracias a ellos –por ejemplo–, llamamos furaco o juraco al hueco; confundimos los verbos “brincar” y “saltar”; protestamos en el ómnibus diciendo que no arrempujen. Y de los gallegos heredamos la voz cazuelero, para designar al hombre que se entromete en asuntos femeninos.
En Cuba nadie dice que va a tirar, desechar o arrojar la basura. Siempre la bota. Y nos botan las novias cuando nos rechazan. Si resultamos despedidos de un trabajo, nos han botado. Y en todo ello se evidencia otro uso gallego, trasplantado a nuestra tierra.
Desde los días coloniales, ya comenzó a ser fortísima la gravitación del águila norteña sobre Cuba. Y, con ella, el influjo del inglés sobre nuestra habla. Hasta en los clásicos. Villaverde nos dice que Cecilia Valdés realizó la presencia de su amante (del inglés realize, darse cuenta). Y escribe la palabra “ron” como un híbrido del inglés y el castellano: rom.
Hasta hoy, seguimos llamando catao al interruptor eléctrico (de cut out switch) y trescabitos a la grúa autotransportada (de Transcavator, la firma fabricante).
Pero dígase que no sólo a partir de influencias foráneas se ha modelado nuestra habla. Ni siquiera es ése el factor cardinal. Sí lo es la desbordada capacidad creativa del cubano.
¿Qué inspiradísimo poetazo bautizó al ron de calidad detestable como chispa ‘e tren? Y… ¿qué me dice usted de estar en el pico del aura, o quemar petróleo, o tirarle piedras al Morro, o coger a alguien fuera de base, o ser de la otra novena, o parquear una tiñosa, o cantar el manisero o chuparle el rabo a la jutía?
En efecto, los Cubanos, somos quienes somos porque hablamos como hablamos..
Agencies/Argelio Santiesteban/Extractos/Internet Photos/ Arnoldo Varona/ TheCubanHistory.com
THE CUBAN HISTORY, HOLLYWOOD.