Well, one of the characters I want to talk today is call what the Chinese, with their thousand-year-old wisdom call, he never was doing anything. He lived in the Lawton of my childhood and was nicknamed “Sisobra”. He was living as a portal. Always leaning on his railing, he must have calluses on his elbows. So one day and another, morning and evening, and, with his “Sisobra” up and his “Sisobra” down, nobody knew exactly what his name was. The man had been a substitute on the trams. The substitute, another missing character, was the one who went to his workplace every day and, even if he wanted to, he could not always work.
It only did it and it charged when a worker or employee of the fixed ones was missing and that happened very from time to time and only for reasons of force majeure. Well, the subject prowled daily by the whereabouts of the trams and, with prudent distance, asked the dispatcher to remember him if there was something left over. “Boy, take into account if there is something left,” he repeated because he was not the only substitute and that way, from so much “if left” he earned his nickname. But that would not be all his gain. One day he hit a few pieces of the jackpot of the National Lottery and a few weeks later he smiled again at the fortune, also with the fat man, in the same lottery. He went into silver, he knew how to invest it and he forgot the trams, but he did not stop being “Sisobra”.
MY FAVORITE CHARACTER “MR. GONZÁLEZ”.
Of the story yes Mr. González lived. Always in a suit and leaning on a crutch, he asked from door to door. He needed a surgical operation that would allow him, free of his disability, to return to earn a living like everyone else. “You do not know how hard it is to ask …”, he insisted. Gonzalez was a man of respect disgraced by the accident that never finished telling in all its details, and well deserved the compassion of others. Actually, he was a professional in the art of the scam. It convinced with the subject of its ailment and its desires to recover itself. When he received a donation, insignificant as it was, he took from the left pocket of his jacket a thick notebook in which, with a pencil of the so-called carpenter, he wrote down the name of his benefactor and the amount of the contribution received, because he expected, he said, return every penny.
That generous and spontaneous gesture became an obligation and mercy in a fixed fee because the next month Gonzalez played at the same door and claimed his for the operation. Had it been done, it would have been the most expensive surgical intervention in the world. He raised money for her for about 40 years and never needed it because he had no impediment. The crutch was only his instrument of work. When she died, it was known that, thanks to her, she lived in her own house, owned other she had to rent, and had paid for her only daughter’s university studies.
HISTORIAS DE MI VIEJA HABANA: “SISOBRA” Y “EL SR. GONZÁLEZ”.
Bueno, uno de los personajes en cuestión se dedicaba a lo que los chinos, con su sabiduría milenaria, llaman hacer nada. Vivía en el Lawton de mi infancia y lo apodaban “Sisobra”. Hacía vida de portal. Siempre apoyado en su baranda, debía tener callos en los codos. Así un día y otro, mañana y tarde, y, con su “Sisobra” para arriba y su “Sisobra” para abajo, nadie sabía exactamente cómo se llamaba. El hombre había sido suplente en los tranvías. El suplente, otro personaje desaparecido, era aquel que concurría todos los días a su centro de trabajo y que, aunque quisiera, no siempre podía trabajar.
Solo lo hacía y cobraba cuando faltaba un obrero o empleado de los fijos y eso sucedía muy de tarde en tarde y solo por razones de fuerza mayor. Pues bien, el sujeto merodeaba a diario por el paradero de los tranvías y, con prudente distancia, pedía al despachador que se acordara de él si sobraba algo. “Chico, tenme en cuenta si sobra algo”, repetía porque él no era el único suplente y de esa manera, de tanto “si sobra” se ganó su apodo. Pero no sería esa toda su ganancia. Un día chocó con unos pedacitos del premio gordo de la Lotería Nacional y pocas semanas después volvía a sonreírle la fortuna, también con el gordo, en el mismo sortero. Entró en plata, supo invertirla y se olvidó de los tranvías, pero no dejó ser “Sisobra”.
MI PERSONAJE FAVORITO “EL SR. GONZALEZ”.
Del cuento sí vivía el señor González. Siempre de traje y apoyado en una muleta, pedía de puerta en puerta. Necesitaba de una operación quirúrgica que le permitiese, libre de su incapacidad, volver a ganarse la vida como todos. “Usted no sabe lo duro que es pedir…”, insistía. González era un hombre de respeto caído en desgracia por obra de aquel accidente que jamás terminaba de contar en todos sus detalles, y bien merecía la compasión de los demás. En realidad, se trataba de todo un profesional en el arte del timo. Convencía con el tema de su dolencia y sus deseos de restablecerse. Cuando recibía un donativo, por insignificante que fuera, sacaba del bolsillo izquierdo de su chaqueta una libreta gruesa en la que, con un lápiz de los llamados de carpintero, anotaba el nombre de su benefactor y la cuantía de la contribución recibida, porque esperaba, decía, devolver hasta el último centavo.
Aquel gesto generoso y espontáneo se convertía en una obligación y la merced en una cuota fija porque al mes siguiente González tocaba a la misma puerta y reclamaba lo suyo para la operación. De habérsela hecho, hubiera sido la intervención quirúrgica más cara del mundo. Recaudó dinero para ella durante unos 40 años y nunca la necesitó porque no tenía impedimento alguno. La muleta solo era su instrumento de trabajo. Cuando murió se supo que, gracias a ella, vivía en casa propia, poseía otras que daba en alquiler y había costeado estudios universitarios a su única hija.
Agencies/Ciro Bianchi/Internet Photos/Arnoldo Varona/thecubanhistory.com
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