Stop your enthusiasm, Cuba is not truly “opening” trips to Cuban Americans.
When the attractive announcement of the Ministry of Foreign Affairs of Cuba came through to my Twitter account, it took me out of my cultural confinement in Miami, that is, I relaxed, and I unplugged the political button.
“The US government closes and Cuba opens,” the announcement began, citing Foreign Minister Bruno Rodríguez, on new travel rules designed to facilitate the return of Cuban-born expatriates, Cuban-Americans and their children born in Cuba. Foreign. to the homeland With those statements my heart stopped beating for the moment.
Does this mean that I no longer need the permission of the Cuban government to visit the country of my birth?
Or does it mean that now, like any other US citizen with a passport, I can count on the fact that when an airline or a cruise ship sends me a visa to visit Cuba, I will actually be allowed to disembark and can not be denied entry, as some Cuban-Americans have experienced at airports and cruise counters, losing thousands of dollars in paid travel fares that are not reimbursed by carriers or credit cards.
If that were the case, then Cuba’s decision to liberalize the trip would be brilliant in Trump’s time, and certainly in decades.
But, oh, what a foolish hope residing in the hearts of Cuban Americans who await the day when politics with common sense, respectful of basic human rights, replace the 59-year-old nightmare of the repressive government of the Castro brothers.
But now that we get the small print of the new rules, it stops us in what makes me stop our enthusiasm. As said well expressed as a Cuban friend these measures are “of the wolf, a hair”. Of the wolf, a hair.
I do not see how the new rules are designed to encourage Cuban-Americans to travel to the island. Nothing changes for Cubans like me who left before 1971. I can travel with my American passport as before, but I still need a special permit from the Cuban government, which reserves the right to reject me at the point of entry. For an American, a visa means guaranteed entry. But because my US passport UU He says that my place of birth is Cuba, I am subject to arbitrary treatment.
Most of the relaxed rules point to a different kind of Cuban: the most recent emigrants, who can now forgo a $ 25 qualifying passport stamp, but still have to pay a whopping $ 160 to keep their Cuban passport updated every two years, and who can apply for Cuban citizenship for their children born abroad. The issue of the seal is a minor bureaucratic benefit as a result of cuts in the embassy staff in Cuba and the United States after the sonic attacks on US diplomats. As for the official lifting of the eight-year waiting period for those who left illegally, that hardly amounts to much in practical terms. The majority of Cubans who arrived by boat, cross-country or visitor visas who stay longer-and want to visit-return to Cuba after having been in the United States the year required by the Cuban Adjustment Act. Those who can not, doctors, diplomats and athletes who left their posts abroad, are still exempt from the benefit.
Perhaps the most significant change is that Cuba is writing down on paper what it has been silently allowing through word of mouth channels for years before Trump: US recreational boating. UU Fondeen or pass through the Marina Gaviota-Varadero Marina Hemingway Matanzas in Havana. The wealthy sailors of South Florida, including Cuban-Americans, have told me in previous years that they sailed to Marina Hemingway and that they were well received. Southern Boating magazine presented “Cuba’s Unspoiled Wilderness” at its Miami Boat Show earlier this year.
In a way, the new rules of Cuba are very similar to Trump’s policy on Cuba: many cries and small bite.
Trump exempted from his supposed frivolous travel campaign to cruise ships and airlines that continue to transport American tourists to Cuba without restrictions. Let the rum and the cigar flow whenever the trip is “educational”, while the independent trip becomes more difficult and limited.
Bruno Rodríguez is great when he says that Cuba, against Trump, defends the right of Cubans “to visit this country, to visit their families and family reunification”, but it has been the Cuban government that has kept us separated during all these years.
In this Rodriguez-Trump bilateral dance about the old people to Cuba, Trump has not completely closed the trips to Cuba, and Cuba has not opened completely.
CUBA TODAY * HOY – CUBA LEGACY * SU PASADO – THE CUBAN HISTORY.COM
(OPINIÓN) TRUMP Y CUBA, UNAS ILUSIONES CONVERTIDAS EN UNA ABSURDA PANTOMIMA.
Deten tu entusiasmo, Cuba no se está “abriendo” verdaderamente en los viajes a los cubanoamericanos.
Cuando el atrayente anuncio del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba llegó a través a mi cuenta de Twitter, me saco de mi encierro cultural de Miami, es decir, me relajo, y desenchuflo el botón político.
“El gobierno de los EE. UU. Cierra y Cuba abre”, comenzó el anuncio, citando al canciller Bruno Rodríguez, sobre nuevas reglas de viaje diseñadas para facilitar el regreso de los expatriados nacidos en Cuba, los cubanoamericanos y sus hijos nacidos en el extranjero. a la patria. Con esas declaraciones mi corazón se detuvo de latir de momento.
¿Significa esto que ya no necesito el permiso del gobierno cubano para visitar el país de mi nacimiento?
¿O significa que ahora, como cualquier otro ciudadano estadounidense con pasaporte, puedo contar con el hecho de que cuando una aerolínea o un barco de crucero me envíe una visa para visitar Cuba, en realidad se me permitirá desembarcar y No se le puede negar la entrada, como algunos cubanoamericanos han experimentado en los aeropuertos y mostradores de cruceros, perdiendo miles de dólares en tarifas de viaje pagas que no son reembolsadas por transportistas o tarjetas de crédito.
Si ese fuera el caso, entonces la decisión de Cuba de liberalizar el viaje sería brillante en la época de Trump, y sin duda, en decadas.
Pero, oh, qué tonta esperanza residiendo en los corazones de los cubanoamericanos que esperan el día en que la política con sentido comun, respetuosa de los derechos humanos básicos, reemplace la pesadilla de 59 años del gobierno represivo de los hermanos Castro.
Pero ahora que nos van llegando la letra pequeña de las nuevas reglas, nos detiene en lo que me hace frenar nuestro entusiasmo. Como bien dicho expresado como un amigo cubano estas medidas son “del lobo, un pelo”. Del lobo, un cabello.
No veo cómo las nuevas reglas están diseñadas para alentar a los cubanoamericanos a viajar a la isla. Nada cambia para cubanos como yo que se fueron antes de 1971. Puedo viajar con mi pasaporte estadounidense como antes, pero aún necesito un permiso especial del gobierno cubano, que se reserva el derecho de rechazarme en el punto de entrada. Para un estadounidense, una visa significa entrada garantizada. Pero debido a que mi pasaporte de EE. UU. Dice que mi lugar de nacimiento es Cuba, estoy sujeto a un tratamiento arbitrario.
La mayoría de las reglas relajadas apuntan a un tipo diferente de cubano: los emigrados más recientes, que ahora pueden renunciar a un sello de pasaporte de habilitación de $25, pero aún tienen que pagar la friolera de $160 para mantener su pasaporte cubano actualizado cada dos años, y quién puede solicitar la ciudadanía cubana para sus hijos nacidos en el extranjero. El tema del sello es un beneficio burocrático menor como resultado de los recortes en el personal de la embajada en Cuba y Estados Unidos luego de los ataques sónicos contra diplomáticos estadounidenses. En cuanto al levantamiento oficial del período de espera de ocho años para aquellos que salieron ilegalmente, eso apenas equivale a mucho en términos prácticos. La mayoría de los cubanos que llegaron en barco, a campo traviesa o visas de visitante que se quedan más tiempo -y quieren visitar- regresan a Cuba después de haber estado en Estados Unidos el año requerido por la Ley de Ajuste Cubano. Aquellos que no pueden, médicos, diplomáticos y atletas que abandonaron sus puestos en el extranjero, están todavía exentos del beneficio.
Tal vez el cambio más significativo es que Cuba está anotando en papel lo que ha estado permitiendo silenciosamente a través de canales de boca en boca durante años antes de Trump: botes recreativos de los EE. UU. Fondeen o pasen por la Marina Gaviota-Varadero Marina Hemingway Matanzas en La Habana. Los navegantes adinerados del sur de la Florida, incluidos los cubanoamericanos, me han dicho en años anteriores que navegaron a Marina Hemingway y que fueron bien recibidos. La revista Southern Boating presentó “Cuba’s Unspoiled Wilderness” en su edición de Miami Boat Show a principios de este año.
En cierto modo, las nuevas reglas de Cuba se parecen mucho a la política de Trump sobre Cuba: muchos gritos y pequeña su mordida.
Trump eximió de su supuesta frívola campaña de viaje a los cruceros y aerolíneas que continúan transportando turistas estadounidenses a Cuba sin restricciones. Deje que el ron y el cigarro fluyan siempre que el viaje sea “educativo”, mientras que el viaje independiente se hace más difícil y limitado.
Bruno Rodríguez es grandioso cuando dice que Cuba, contra lo de Trump, defiende el derecho de los cubanos “a visitar este país, a visitar a sus familias y a la reunificación familiar”, pero si ha sido el gobierno cubano el que nos ha mantenido separados durante todos estos años.
En este baile bilateral Rodriguez-Trump sobre los viejes a Cuba, Trump no ha cerrado completamente los viajes a Cuba, y Cuba no se ha abierto completamente a los cubanoamericanos.
Una eterna politica entre dos enemigos, ninguno de los dos gobiernos se preocupa una J por el pueblo cubano, ya sea en la isla o en la diáspora.
Agencies/MiamHerald/Fabiola Santiago/Internet Photos/Arnoldo Varona/TheCubanHistory.com
THE CUBAN HISTORY, HOLLYWOOD.
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