> CHARACTERS that have desapeared from Our Cuba. Remember!.. <> PERSONAJES que han desaparecido de nuestra Cuba… Ud. Recuerda?

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When you had your turn to see a doctor, in a health institution, public or private, and saw a laboratory salesman appear in the anteroom, his hair stood on end because he already knew that his waiting time, in the better, it would double.

The newcomer, briefcase at the ready and air of sufficiency, without asking permission or entrusting himself to anyone, passed through the door of the office and remained in the time he thought appropriate in order to convince the doctor of the benefits of the products that the company he represented distributed or made, although in most cases those drugs were no more of the same.

Of course the man did his job, but he rushed it without caring that there were people with stomach pain, fever of 40 or on the verge of a heart attack. At the end of the visit, he left the doctor three or four sample boxes to be given as a gift to patients who required those medicines and who would involuntarily become true guinea pigs in India, thus proving their effectiveness. . Those who waited, meanwhile, entertained themselves in killing the delay in an incessant exchange of symptoms until, with relief, they saw the character emerge with a smile from ear to ear. Relief that lasted little because soon appeared another traveling salesman who, bag in hand and the air of sufficiency of a professional deviation, went through the door of the office without asking permission or entrusting to anyone.

The laboratory salesman is one of the many trades that disapeared after 1959.

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The “Nevero” also disappeared, that for five cents brought us, wrapped in a sheet of newspaper, a piece of ice that lasted almost until the next day if it got into the cooler or kept well wrapped in a jute sack. It was the refrigerator of the poor that magic pebble that, among other things, allowed the blessing of cold water.

Also disappeared that character who at five o’clock in the morning left us before the door or in the window of the portal a liter of milk that, although the need of the most was great, nobody stole. And the dueling fighter also disappeared; not the one to whom the family designates for such a need, but the one who did it of its own accord.

LET’S REMEMBER THIS CHARACTER...

At the door of each cemetery that was respected always waited two or three of these characters.

As soon as a procession entered, some went with a sure step towards the group of the mourners and, already among them, discovered at a glance the one who could decide for the others. Then, after transmitting his condolences, he asked him respectfully for an aside and almost in a whisper asked if he had someone to dismiss the duel. If he already had it, nothing happened; our character asked the mourner for forgiveness for having disturbed his attention at times like these and returned to the door to discuss the next funeral.

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If they told him no, that the family had not found anyone to entrust with the task of dismissing the deceased at the foot of his grave, he discreetly offered his services. A little speech for a small price in which the virtues of the dead were exalted or manufactured.

The speaker needed a few pieces of information to form his words that, from one funeral to another, were always the same ones that turned around. In them, invariably, the dead man was father and loving husband, exemplary citizen, friend to letter and his, a family that was devastated by the loss, plunged in despair and crying …

True, they were words that, with the essential changes, were repeated almost by heart. But what gestures of that official fighter! What an emphasis is yours! What a painful face to balance on the edge of the open grave with the hat placed at chest height! Paid words and not felt that moved, however, to the painting of the pigeon. If in the past Cuba a suit of denim was calibrated by the number of wrinkles that it was capable of supporting, the quality of these speakers of a so much the word was measured by the tears and sighs that started.

And so, we have forgotten some of these our usual characters that swarmed around our already disappeared world and that will not return, at least in the same way in that light and proper of our realities of the beautiful Cuba. (AV)

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PERSONAJES QUE YA HAN DESAPARECIDO DE NUESTRA CUBA.. UD RECUERDA?..

Cuando usted tenía turno para ver a un médico, en una institución de salud, pública o privada, y veía aparecer en la antesala a un viajante de laboratorio, se le ponían los pelos de punta pues sabía ya que su tiempo de espera, en el mejor de los casos, se duplicaría.

El recién llegado, maletín en ristre y aire de suficiencia, sin pedir permiso ni encomendarse a nadie, traspasaba la puerta del consultorio y permanecía dentro el tiempo que creyese oportuno con tal de convencer al médico de las bondades de los productos que la empresa que representaba distribuía o elaboraba, aunque en la mayor parte de los casos aquellos medicamentos no fueran más de lo mismo.

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Claro que el hombre hacía su trabajo, pero lo acometía sin importarle que fuera hubiera gente con dolor de estómago, fiebre de 40 o al borde del infarto. Al final de la visita dejaba al galeno tres o cuatro cajitas o frasquitos de muestra para que los obsequiara a su vez entre pacientes requeridos de aquellas medicinas y que se convertirían, involuntariamente, en verdaderos conejillos de India, y así comprobase por sí mismo su eficacia. Los que aguardaban, mientras tanto, se entretenían en matar la demora en un incesante intercambio de síntomas hasta que, con alivio, veían salir, con sonrisa de oreja a oreja, al personaje. Alivio que duraba poco porque bien pronto aparecía otro viajante de laboratorio que, maletín en ristre y el aire de suficiencia propio de una desviación profesional, traspasaba la puerta del consultorio sin pedir permiso ni encomendarse a nadie.

El viajante de laboratorio es uno de los tantos oficios que quedaron al campo después de 1959.

Desapareció también el nevero, que por cinco centavos nos traía, envuelto en una hoja de periódico, un trozo de hielo que duraba casi hasta el día siguiente si se metía en la neverita o se mantenía bien envuelto en un saco de yute. Era el refrigerador de los pobres esa piedrecilla mágica que, entre otras cosas, permitía la bendición del agua fría.

También desapareció aquel personaje que a las cinco de la mañana nos dejaba ante la puerta o en la ventana del portal un litro de leche que, aunque la necesidad de los más era mucha, nadie se robaba. Y desapareció asimismo el despedidor de duelos; no aquel a quien la familia designa para tal menester, sino el que lo hacía de oficio.

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UNO DE NUESTROS PERSONAJES DESAPARECIDOS.

A la puerta de cada cementerio que se respetara aguardaban siempre dos o tres de estos personajes.

En cuanto entraba un cortejo alguno se dirigía con paso seguro al grupo de los dolientes y, ya entre ellos, descubría a golpe de ojo al que podía decidir por los demás. Entonces, luego de trasmitirle su pésame, le pedía muy respetuosamente un aparte y casi en un susurro le preguntaba si tenía quién despidiese el duelo. Si ya lo tenía, no pasaba nada; nuestro personaje pedía perdón al doliente por haber molestado su atención en momentos como esos y volvía a la puerta para discutir el próximo entierro.

Si le decían que no, que la familia no había encontrado a nadie a quien confiarle la tarea de despedir al difunto al pie de su sepultura, ofrecía discretamente sus servicios. Un discursito por un precio módico en el que se enaltecían o se fabricaban las virtudes del muerto.

Bastaban al orador unos pocos datos para conformar sus palabras que, de un entierro a otro, eran siempre las mismas que daban la vuelta. En ellas, invariablemente, el muerto era padre y esposo amantísimo, ciudadano ejemplar, amigo a carta cabal y la suya, una familia que quedaba desolada por la pérdida, sumida en la desesperación y el llanto…

Cierto que eran palabras que, con los cambios imprescindibles, se repetían casi de memoria. ¡Pero qué gestos el de aquel despedidor de oficio! ¡Qué énfasis el suyo! ¡Qué cara de dolor al hacer equilibrio al borde de la tumba abierta con el sombrero colocado a la altura del pecho! Palabras pagadas y no sentidas que conmovían, sin embargo, al pinto de la paloma. Si en la Cuba pasada un traje de dril l00 se calibraba por el número de arrugas que fuese capaz de soportar, la calidad de estos oradores de a tanto la palabra se medía por las lágrimas y suspiros que arrancaban.

Y asi, hemos olvidado de algunos de estos nuestros acostumbrados personajes que pululaban alrededor de nuestro mundo ya desaparecido y que no volverá, por lo menos en la misma forma en aquel ligero y propio de nuestra realidades de la bella Cuba.(AV)

Agencies/Ciro Bianchi/Internet Photos/Arnoldo Varona/TheCubanHistory.com
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DESDE HOLLYWOOD, U.S. - PARA TODOS LOS CUBANOS.

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