Inside Cuba> CUBAN HISTORICAL Characters: The Reader in the Cigar Factory. (Photos). <> PERSONAJES HISTORICOS Cubanos: El Lector de Tabaquería. (Fotos).

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Cuba is known worldwide for its tobacco. Since the beginning of Spanish colonization in the country the cultivation and processing of tobacco grew exponentially, and Cuba was the center of that industry. Spain implemented a strict control of the tobacco trade because of its economic importance. That is why the large cigar factories, which by extension or denomination of primitive origin, were called Habanos, proliferated on the Island.

Within this development of the industry and almost 300 years later, Quiroga, a young Galician intellectual, published a book about a trip to Cuba, describing sugar cane and coffee plantations, their cultivation and harvesting, but when addressing the tobacco industry exclaims , that in the coffee, with its chosen by different classes and sizes of the grain, which did in a wide hall dozens of people, reigned a sepulchral silence due to the monotonous occupation.

It occurred to him as a cultural and human solution, that to employ those hours in the moral education of those unfortunates, mostly slaves, where the same one who unceasingly watches over them could read aloud some book (…) and at the same time it would attenuate the annoyance of those unfortunate people, and instruct them of something that would alleviate their misery. That was the antecedent of the reading and the tobacco reader.

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In 1860, Nicolás Azcárate, a Cuban liberal politician and director of the Liceo de Guanabacoa, opened there the first public platform that existed in Cuba and through which several men of letters paraded; near Azcárate was the Asturian worker, who learned in Cuba the trade of cigar maker, Saturnino Martínez, a true worker leader of his time and author of numerous poems and articles. At the Liceo, Azcárate once referred to the fact that in certain religious orders some of his members read aloud in the refectory while the rest of the community had lunch. Saturnino Martínez assumed these words in favor of the workers and of using this form of reading as a way of transmitting knowledge. It is said that the reading was first introduced in the “cigarreros” workers’ prison galeras that were in the Arsenal of Havana’s Apostadero, and from there it went to the tobacco shops.

One of the things that is spoken in Bejucal, where I was born and spent my first years, is that the first tobacco reader emerged in the town of Bejucal in 1864, and was called Antonio Leal and that impulse of Nicolás Azcárate in 1865 it was introduced in the factory “El Fígaro” and the following year Jaime Partagás did it in his workshop, but then there would be many more. And this is not what I or the Bejucaleños say, says the Cuban scholar Fernando Ortiz, in “The Cuban Counterpoint of Tobacco and Sugar.” Fernando Ortiz also said that the artisans paid for them to read, and not as they wrote backward journalists of the time, who said it was absurd to pay to hear read.

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The tabaquería reading and the reader are Cuban historical characters, who contributed massively to elevate the culture of the Cuban, those who took home the acquired knowledge of the Cuban and universal culture. That is to say, that within a tobacco or cigar, strong doses of knowledge and literature are included. Tobacco reading has baptized some of the most famous brands, such as: Montecristo (referred to The Count of Monte Cristo by Alexandre Dumas), Romeo and Juliet (alluding to the work of Shakespeare, Churchill (alluding to the English writer and politician) or Saint Louis Rey and Bolívar alluding to these historical figures, we can conclude that in Cuba, the manufacture of a Cohiba, a Romeo Julieta or a Montecristo includes a heavy dose of literature.

When reading was incorporated to break the monotony of the “torcedores” or “despalilladores”, which spent up to 12 hours a day rolling or patiently choosing leaves of tobacco, a new world opened for those who did not know what reading offers them . Of course, this noble tradition was extended to other countries by Cuban cigar workers who emigrated to Tampa, Key West and Mexico, mainly. This office, which seems simple, is very powerful, since it takes the culture to the workers of the tobacco shops and these by extension to their families. Nowadays the trade has not disappeared, and the tobacco workers do not pay for these services, and unfortunately they do not choose what they want to be read, because like everything in Cuba, it has become part of the polarized political discourse that floods everything.

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PERSONAJES HISTORICOS CUBANOS: EL LECTOR DE TABAQUERÍA.

Cuba es conocida mundialmente por su tabaco. Desde principios de la colonización española en el país el cultivo y elaboración del tabaco creció exponencialmente, y Cuba era el centro de esa industria. España implantó un control estricto del comercio del tabaco por la importancia económica del mismo. Es por ello que las grandes factorías de tabacos, a los que por extensión o denominación de origen primitiva, se les llamó Habanos, proliferaron en la Isla.

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Dentro de este desarrollo de la industria y casi 300 años después, Quiroga, un joven intelectual gallego, publicó un libro sobre un viaje a Cuba, describiendo ingenios de caña de azúcar y cafetales, su cultivo y recolección, pero al abordar la industria tabacalera exclama, que en el café, con su escogida por diferentes clases y tamaños del grano, lo que hacían en un amplio salón decenas de personas, reinaba un silencio sepulcral debido a la monótona ocupación.

Se le ocurrió como una solución cultural y humana, que emplear aquellas horas en la educación moral de aquellos infelices, en su mayoría esclavos, donde el mismo que sin cesar los vigila podría leer en voz alta algún libro (…) y al mismo tiempo que atenuara el fastidio de aquellos desgraciados,y los instruirían de alguna cosa que aliviara su miseria. Ese fue el antecedente de la lectura y del lector de tabaquería.

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En 1860, Nicolás Azcárate, político liberal cubano y director del Liceo de Guanabacoa, abrió allí la primera tribuna pública que existió en Cuba y por la cual desfilaron varios hombres de letras; cerca de Azcárate estaba el obrero asturiano, que aprendió en cuba el oficio de tabaquero, Saturnino Martínez, un verdadero líder obrero de su época y autor de numerosas poesías y artículos. En el Liceo, Azcárate se refirió alguna vez a que en ciertas órdenes religiosas unos de sus miembros leía en voz alta en el refectorio mientras el resto de la comunidad almorzaba. Saturnino Martínez asumió estas palabras en favor de los obreros y de emplear esa forma de lectura como un modo de transmitir conocimientos. Se dice que la lectura primero fue introducida en las galeras de prisión de trabajadores “cigarreros” que había en el Arsenal del Apostadero de La Habana, y de allí pasó a los talleres de tabaquerías.

Una de las cosas de las que se habla en Bejucal, donde nací y pasé mis primeros años, es que el primer lector de tabaquería surgió en la villa de Bejucal en 1864, y se llamaba Antonio Leal y que a impulso de Nicolás Azcárate en 1865 se introdujo en la fábrica “El Fígaro” y al año siguiente lo hizo Jaime Partagás en su taller, pero luego serían muchas más. Y esto no lo digo yo o los bejucaleños, lo dice el sabio cubano Fernando Ortiz, en “El contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar”. También decía Fernando Ortiz que los artesanos pagaron por que les leyeran, y no como escribían periodistas retrógrados de la época, que decían que era un absurdo pagar por oír leer.

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La lectura de tabaquería y el lector son personajes históricos cubanos, que contribuyeron masivamente a elevar la cultura del cubano, los que se llevaban a su hogar el conocimiento adquirido de la cultura cubana y universal. Es decir, que dentro de un tabaco o habano, están incluídas fuertes dosis de conocimiento y literatura. La lectura de tabaquería ha bautizado a algunas de las marcas más famosas, como son : Montecristo (referido a El Conde de Montecristo de Alejandro Dumas), Romeo y Julieta (aludiendo a la obra de Shakespeare, Churchill (aludiendo al escritor y político inglés) o Saint Luis Rey y Bolívar aludiendo a esos personajes históricos. Podemos concluir que en Cuba, la fabricación de un Cohíba, un Romeo Julieta o un Montecristo incluye fuertes dosis de literatura.

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Cuando se incorporó la lectura para romper la monotonía de los “torcedores” o “despalilladores”, que pasaban hasta 12 horas al día enrollando o escogiendo pacientemente hojas de tabaco, se abrió un mundo nuevo para los que no conocían lo que la lectura les ofrece. Por supuesto que esta noble tradición se extendió a otros países por los tabaqueros cubanos que emigraron a Tampa, Cayo Hueso y a México, principalmente. Este oficio, que parece simple, es muy poderoso, ya que lleva la cultura a los trabajadores de las tabaquerías y éstos por extensión a sus familias. Hoy en día el oficio no ha desaparecido, y ya los tabaqueros no pagan por estos servicios, y desgraciadamente no escogen lo que quieren que les lean, porque como todo en Cuba, se ha convertido en parte del discurso político polarizado que lo inunda todo.

Agencies/MemoriasCubanas/Carlos Rodríguez/Internet Photos/ Arnoldo Varona/ TheCubanHistory.com
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