Just 90 miles off the tip of Florida lies a half-baked, abandoned relic of the Cold War-era arms race—what was once going to be a joint Cuban-Soviet nuclear reactor. And thank god it never panned out, because every last aspect of this thing would have been a total and utter disaster.
The most important project of Fidel Ángel Castro Díaz-Balart, the first-born of the Cuban ex-president who committed suicide last Thursday, was the unfinished Juraguá nuclear plant. This was also one of the biggest failures of his career and that of his father.
Located in the province of Cienfuegos, next to the Nuclear City that would house all its personnel (the latter was built), the plant began to take shape in 1980.
According to Jonathan Benjamin Alvarado in his book Power for the People. Energy and the Cuban nuclear program, the Cuban government wanted to change its model of energy production and turn to other alternative sources. “With the plant and a city next to it, it was about imitating a model like that of the Chernobyl plant,” says Alvarado.
The V.V.E.R. design, which was the most advanced at the time, was the first to be exported by Moscow for use in a tropical climate. It differs from the Chernobyl-style design in that the radioactive core and fuel elements are contained within a pressurized steel vessel.
Nobody better to captain that adventure than Fidel Castro Díaz-Balart, who had studied at the Institute of Atomic Energy I. V. Kurchatov, in Moscow. The new facility was to be charged with up to 15 percent of the Island’s energy demand.
The project included the construction, with technical and financial support from the Soviet Union, of four reactors of 440 megawatts of power. But only the first one was completed.
The Ruins of Juragua.
The Chernobyl tragedy in 1986, which led many to rethink the viability of atomic energy, was a first stumbling block in the island’s nuclear project. It was not the only cause. In Alvarado’s opinion, Cuba did not have enough economic capacity for such an ambitious plan, something that the Soviets did not take into account.
But the debacle came in 1989 with the collapse of the socialist camp and the beginning in Cuba of the economic crisis. With the cessation of foreign aid, the Juraguá project, like so many others on the island, remained unfinished. In 1992, Fidel Castro himself announced his closure in front of his workers. The government had spent 1,100 million dollars on it.
The possibility of an accident occurring at Juragua, upon its operation, according to experts, would have been 15 times greater than the probabilities in a United States plant. According to air weather patterns around Cienfuegos, it would take only 24 hours for radioactive materials to reach Florida.
It wouldn’t just be Cuba and the US facing a fallout threat, though. All of Central America and the Caribbean could have been directly at risk of radiation in the (relatively likely) event of an accident. And even if everything had gone according to plan, Cuba still would have been faced with the problem of dealing with the inevitable nuclear waste—because as it stands, the itty bitty island of Cuba would have had no suitable place to dispose of it. In which case, off to the ocean it’d go.
During constructions, Cuba’s “solution” was to dump the waste in a sea-level patch of ocean near the plant itself. And as Cereijo’s report explains, “this would contaminate flora, fauna and the Cuban population.” So, less than ideal.
That was the great fiasco of Fidel Castro Díaz-Balart, who was relieved of his position as executive secretary of the Atomic Energy Commission, and accused by his own father as incompetent.
The central never came to work, but the surrounding city itself. Almost 4,000 of the workers who lived there decided to stay in the place. The American writer Damon Richter, who visited her in 2014, describes her as “a small bag of life in the middle of all that empty cement”.
The last thing that was learned about Juraguá was that the authorities plan to turn it into a national warehouse for hazardous waste, according to an announcement made in 2015. While this is being done, from several points of the city the Cienfuegos people look with nostalgia at the ruins of that ambitious dream that, like so many in the country of utopia, he stayed halfway.
JURAGUA: UNO DE LOS MAYORES FRACASOS DE FIDEL CASTRO Y SU HIJO FIDEL CASTRO DÍAZ-BALART.
A solo 90 millas de la punta de Florida se encuentra una reliquia a medio hornear, abandonada de la carrera armamentista de la era de la Guerra Fría, lo que alguna vez sería un reactor nuclear conjunto cubano-soviético. Y gracias a Dios nunca funcionó, porque cada aspecto de este asunto habría sido un desastre total y total.
Este fue el proyecto más importante de Fidel Ángel Castro Díaz Balart, el primógenito del exmandatario cubano que el pasado jueves se suicidara, la inconclusa planta nuclear de Juraguá. Este fue además uno de los mayores fracasos de su carrera y de la de su padre.
Ubicada en la provincia de Cienfuegos, junto a la Ciudad Nuclear que albergaría a todo su personal (esta última sí se construyó), la planta comenzó a gestarse en 1980.
El V.V.E.R. el diseño, que era el más avanzado en ese momento, fue el primero en ser exportado por Moscú para su uso en un clima tropical. Difiere del diseño al estilo de Chernobyl en que el núcleo radiactivo y los elementos de combustible están contenidos dentro de un recipiente de acero presurizado.
Según narra Jonathan Benjamin Alvarado en su libro El poder para la gente. La energía y el programa nuclear cubano, el gobierno cubano quería cambiar su modelo de producción de energía y girar hacia otras fuentes alternativas. “Con la planta y una ciudad junto a ella, se trataba de imitar un modelo como el de la central de Chernóbil”, señala Alvarado.
Nadie mejor para capitanear aquella aventura que Fidel Castro Díaz-Balart, quien había estudiado en el Instituto de Energía Atómica I. V. Kurchatov, de Moscú. La nueva instalación debía correr a cargo de hasta un 15 por ciento de la demanda energética de la Isla.
El proyecto incluía la construcción, con apoyo técnico y financiero de la Unión Soviética, de cuatro reactores de 440 megavatios de potencia. Pero solo se completó el primero.
Las Ruinas de Juragua.
La tragedia de Chernóbil en 1986, que llevó a muchos a replantearse la viabilidad de la energía atómica, fue un primer escollo en el proyecto nuclear de la Isla. No fue la única causa. En opinión de Alvarado, Cuba no poseía la capacidad económica suficiente para un plan tan ambicioso, algo que los soviéticos no tuvieron en cuenta.
Pero la debacle llegó en 1989 con el derrumbe del campo socialista y el inicio en Cuba de la crisis económica. Con el cese de la ayuda exterior el proyecto de Juraguá, como tantos otros en la Isla, quedó inacabado. En 1992, el propio Fidel Castro anunciaba su cierre frente a sus trabajadores. El gobierno había gastado en él 1.100 millones de dólares.
La posibilidad de que ocurriera un accidente en Juragua, según su funcionamiento, según los expertos, era 15 veces mayor que las probabilidades en una planta de los Estados Unidos. Según los patrones climáticos del aire alrededor de Cienfuegos, los materiales radioactivos tardarían solo 24 horas en llegar a Florida.
Sin embargo, no sería solo que Cuba y los EE. UU. Enfrentaran una amenaza de precipitación. Toda América Central y el Caribe podría haber estado directamente en riesgo de radiación en el evento (relativamente probable) de un accidente. E incluso si todo hubiera salido según lo planeado, Cuba aún se habría enfrentado al problema de lidiar con los inevitables desechos nucleares, porque tal como está, la pequeña isla de Cuba no habría tenido un lugar adecuado para disponer de ella. En cuyo caso, iría al océano.
Durante las construcciones, la “solución” de Cuba fue arrojar los desechos en un pedazo de océano a nivel del mar cerca de la planta misma. Y como explica el informe de Cereijo, “esto contaminaría la flora, la fauna y la población cubana”. Entonces, menos que ideal.
Aquel fue el gran fiasco de Fidel Castro Díaz-Balart, quien fue relevado de su puesto como secretario ejecutivo de la Comisión de Energía Atómica, y acusado por su propio padre de incompetente.
La central nunca llegó a funcionar, pero la ciudad aledaña sí. Casi 4.000 de los trabajadores que allí vivían decidieron permanecer en el lugar. El escritor norteamericano Damon Richter, quien la visitó en 2014, la describe como “una pequeña bolsa de vida en mitad de todo ese cemento vacío”.
Lo último que se supo de Juraguá fue que las autoridades prevén convertirla en un almacén nacional de residuos peligrosos, según un anuncio hecho en 2015. Mientras eso se concreta, desde varios puntos de la ciudad los cienfuegueros miran con nostalgia las ruinas de aquel ambicioso sueño que, como tantos en el país de la utopía, se quedó a medio camino.
Agencies/CiberCuba/BohemianBlog/Excerpts/Internet Photos/YouTube/ Dora Pérez/ Ashley Feinberg/ Arnoldo Varona/ TheCubanHistory.com
THE CUBAN HISTORY, HOLLYWOOD.