We are many habaneros who saw him wandering, for years, through the capital streets of Paseo del Prado, Avenida del Puerto, in a park near the “Plaza de Armas”; near the Church of Paula; and in the Central Park, where sometimes he slept in one of the banks; and I used to walk down Muralla street, Infanta and San Lázaro and around the corner of 12 and 23, in Vedado.
José María Lledín was his real name, but for the Cubans “El Caballero de Paris”.
He walked through the streets and traveled in the buses of Havana, greeting everyone and discussing the philosophy of his life, religion, politics and the events of the day with everyone who crossed his path.
Mythical character, The Knight of Paris, embodies one of the highest rungs of these legends of street figures, surrounded by folklore that is part of the capital’s history of the last 50 years of the last century.
Of medium height, less than 6 feet, his hair was very long and disheveled, he had a beard and his nails were long and twisted because they had not been cut for many years. Always dressed in black, with a layer of the same color, even in the heat of summer. He always carried in his hands a portfolio of papers and newspapers, patrimony of his belongings, which seemed not to want to part with them. Although the children were initially afraid of his appearance, they soon lost their fear and chatted with him, and both adults and children spoke to him with great respect.
Part of his delusions constituted his lineage when he claimed to be a gladiator, others a corsair or a king and even an emperor. Friendly and loquacious he used to accurately count the dates of events that occurred in past epochs and he spoke of the nobility if he had been a part of it, and neither did he tell him that he once shared his Holiness with the Pope.
Many are the theories that surround his nickname, one of them relates that he obtained it from a French novel, on another occasion he told his biographer that people began to call him “El Caballero” on the Acera del Louvre, on the Paseo del Prado del Prado ; and perhaps, in his mind, the Louvre Sidewalk was equivalent to Paris. He said that Havana was “… very Parisian”.
The truth is that “The Knight of Paris”, or José María Lledin, his real name, was born in Fonsagrada, province of Lugo, in Galicia, Spain, on December 30, 1899 and was the only one of eleven brothers who learned to read and write. They say that he dedicated many hours to complete his education, he could not finish his studies of Bachillerato, but he always preferred reading and good music.
He arrived in Cuba without having reached the age of fifteen and worked in different activities, as migrants usually do and is said to have worked as a restaurant servant in the hotels Inglaterra, Telégrafo, Sevilla, Manhattan, Royal Palm, Salón A and Saratoga.
It is said that he lost his mental equilibrium after having suffered imprisonment in El Castillo del Príncipe in Havana, unfairly for a crime he did not commit, after his release and from the first decades of the twentieth century began to wander through the streets become popular character who changed personality and who accompanied him until his death.
On December 7, 1977, close to his 90 years, he was seen in the streets until it was necessary to admit him to the Psychiatric Hospital of Havana on the outskirts of the city, to try to improve his delicate mental state. His psychiatrist Dr. Luis Calzadilla Fierro, last companion of his days whom he called his faithful musketeer, dictated that he suffered from paraphrenia, imaginative delirium with confabulations and a non-significant deterioration of personality.
The life story is collected in a book by Dr. Luis Calzadilla Fierro, entitled ‘I am the Paris Gentleman’ published in 2000, in which he publishes a photographic copy of the birth certificate and the list of passenger tickets when he arrived to Cuba and a copious documentation until the autopsy report.
“El Caballero” confessed to Calzadilla that he had never married, but that he had a son and daughter of a woman who was the secretary of a sugar company. He also told him that his son lived in Marianao and worked on the radio, and that the mother and daughter had left Cuba.
His Dr. considered ‘The Knight of Paris’ the most sane man that has been among the so-called madmen for his sparkling statements that sometimes moved to discuss his true state of mind.
On July 11, 1985, the knight-errant from the streets of Havana said goodbye to this world, no matter his physical disappearance from the streets, because his adventures remain, now in the popular imagination, in the memory and in the legends of that Havana. He immortalized it. We evoke every day the thousands of passers-by that we can see or touch, in a life-size bronze statue, fruit of the sculptor José Villa Sobaron, located on the outskirts of the Convent of San Francisco de Asís, of the Historical Center.
LA HABANA RECUERDA TODAVÍA AL MÁS CUERDO DE TODOS LOS LOCOSO: EL CABALLERO DE PARÍS.
Somos muchos los habaneros que lo vimos deambular, durante años, por las capitalinas calles del Paseo del Prado, la Avenida del Puerto, en un parque cerca de la “Plaza de Armas”; cerca de la Iglesia de Paula; y en el Parque Central, donde algunas veces dormía en uno de los bancos; y solía caminar por la calle Muralla, Infanta y San Lázaro y por la esquina de 12 y 23, en el Vedado.
José María Lledín era su verdadero nombre, pero para los cubanos “El Caballero de Paris”.
Se paseaba por las calles y viajaba en los ómnibus de La Habana, saludando a todo el mundo y discutiendo la filosofía de su vida, la religión, la política y los eventos del día con todo el que atravesaba su camino.
Mítico personaje, El Caballero de Paris, encarna uno de los peldaños más altos de esas leyendas de figuras callejeras, rodeado del folclore que forma parte de la historia capitalina de los últimos 50 años del pasado siglo.
De mediana estatura, menos de 6 pies, tenía el pelo muy largo y desaliñado, lucía barba y sus uñas eran largas y retorcidas por no haberse cortado en muchos años. Vestido siempre de negro, con una capa de igual color, incluso en el calor del verano. Siempre llevaba en las manos un cartapacio de papeles y periódicos, patrimonio de sus pertenencias, que parecía no querer desprenderse de ellos. Aunque los niños inicialmente le tenían miedo por su apariencia, pronto perdían el miedo y charlaban con él y tanto adultos como niños, le hablaban con mucho respeto.
Parte de sus delirios constituían su linaje cuando decía ser un gladiador, otras un corsario o un rey y hasta un emperador. Amable y locuaz solía contar con precisión las fechas de eventos ocurridos en pasadas épocas y disertaba de la nobleza si hubiera formado parte de ello, y tampoco le narrar que en una ocasión compartió con su Santidad el Papa.
Muchas son las teorías que envuelven su apodo, una de ellas relata que lo obtuvo de una novela francesa, en otra ocasión dijo a su biógrafo que la gente empezó a llamarlo “El Caballero” en la Acera del Louvre, del Paseo del Prado del Prado; y quizás, en su mente, la Acera del Louvre equivalía a París. Él decía que La Habana era “…muy parisién”.
Lo cierto es que “El Caballero de Paris”, o José María Lledin, su verdadero nombre, nació en Fonsagrada, provincia de Lugo, en Galicia, España, el 30 de diciembre de 1899 y fue el único, de once hermanos que aprendió a leer y a escribir. Dicen que dedicó muchísimas horas a completar su educación, no pudo concluir sus estudios de Bachillerato, pero siempre prefirió la lectura y la buena música.
Llegó a Cuba sin haber cumplido los quince años de edad y trabajó en diferentes actividades, como suelen hacer los emigrados y se dice que trabajó como sirviente de restaurante en los hoteles Inglaterra, Telégrafo, Sevilla, Manhattan, Royal Palm, Salón A y Saratoga.
Se cuenta que perdió el equilibrio mental después de haber sufrido prisión en El Castillo del Príncipe en La Habana, de manera injusta por un delito que no cometió, tras su excarcelación y a partir de las primeras décadas del siglo XX comenzó a deambular por las calles devenido personaje popular que cambiaba de personalidad y que le acompaño hasta su muerte.
El 7 de Diciembre de 1977, cercano a sus 90 años, se le vio por las calles hasta que fue necesario internarlo en el Hospital Psiquiátrico de La Habana en las afueras de la ciudad, para tratar de mejorar su delicado estado mental. Su psiquiatra el Dr. Luis Calzadilla Fierro, último acompañante de sus días a quien llamo su fiel mosquetero dictamino que padecía de parafrenia, delirio imaginativo con confabulaciones y un deterioro no significativo de la personalidad.
La historia de vida está recogida en un libro del Dr. Luis Calzadilla Fierro, titulado Yo soy el Caballero de París publicado en el año 2000, en el que publica una copia fotográfica del certificado de nacimiento y la lista de entradas de pasajeros cuando él llegó a Cuba y una copiosa documentación hasta el reporte de su autopsia.
“El Caballero” confesó a Calzadilla que nunca se había casado, pero que tenía un hijo y una hija de una señora que era secretaria de una compañía azucarera. También le contó que su hijo vivía en Marianao y trabajaba en la radio, y que la madre e hija se habían ido de Cuba.Su propio Dr. considered ‘El Caballero de Paris” el hombre más cuerdo que ha habido entre los llamados locos por sus chispeantes declaraciones que movian a veces a discutir su verdadero estado mental.
El 11 de julio de 1985, el caballero andante de las calles habaneras se despidió de este mundo, no importa su desaparición física de las calles pues quedan sus andanzas, ahora en el imaginario popular, en el recuerdo y en las leyendas de esa Habana que lo eternizó. Lo evocamos cada día los miles de transeúntes que podemos verlo o tocarlo, en una estatua de bronce, de tamaño natural, fruto del escultor José Villa Sobaron, ubicada en las afueras del Convento de San Francisco de Asís, del Centro Histórico.
Agencies/RadioHab./Guadalupe Yaujar/ Internet Photos/ Arnoldo Varona/ TheCubanHistory.com
THE CUBAN HISTORY, HOLLYWOOD.