‘Goyo’ Ríos was, for years, one of the great attractions of the old Pinar del Río, “the orchestra man”. He sang and played simultaneously guitar, philharmonic and drums. All this was done in a kind of frame built by himself that included, logically, the chair of the artist.

It was a show on the portals of the Ricardo, Comercio and Globo hotels: “Goyo and his giant band”, where he often performed.

Goyo belongs to the fauna of Creole «guitarists» with endless repertoires, spicy tales to the lips and thirst for parties, he was undoubtedly an unforgettable and tasty trace of our youth: for the pleasure of the tenants of the bars and canteens of a Pinar del Río, paved and ashen, manages to play seven instruments at the same time, which, except for the guitar, are manufactured by himself.

The man from Pinar del Rio was made up of “maracas” tied in the same hand with which he plays the guitar, the philharmonic rhythm of his nose, and of the whistle, imitation of a flute, the mouth is occupied. sound puts it one of his feet: using a kind of spring or spring and a “hooks” hits the drum, the key (was a latica) and the güiro.Sometimes, even, also puts a rattles on the wrists. Show is picturesque, unusual and daring.

With a body that becomes music in every movement, «Goyo» Ríos, black as bitumen, short, skinny and very jaranero, born in 1904 in the unhealthy neighborhood of El Rancho, which denies him the school and, at the same time , gives him the guapería and the “ambulantero” spirit that he needs to transcend. As soon as a family grows and consolidates, an “orchestra” is thrown on their shoulders and they play sones, guarachas, boleros and tonadas in the old Plaza del Mercado, in the bus terminal or in the busiest thoroughfares of the capital provincial, where dozens of children surround him.

According to one of the many who remember him, Pedro Gutiérrez in an interview with him in a 1999 Habanera magazine. “I do not remember his music at all, but I liked to see how he managed to – at the same time – play that contraption, sing a little, put a gulp of brandy in his throat, always smile, look, take off his guano hat and put it on the floor to collect the coins that were given, and he found a second to ask then: “Help the Cuban artist … help the Cuban artist”.

Pinareños and characters almost forgotten.

Belonging to that fauna of Creole «guitarists» with endless repertoires, spicy tales to the lips and thirst for parties, «Goyo» Ríos, who died in 1995, works for fifty years in construction, never renounces his passion for the ball and, as Clara María Ortega Simón, author of the Dictionary of figures from Pinar del Río, tells her province a large family of artists, among whom are her sons Juana la Cubana, the Havana cathedral’s cartomastics, and Aldo del Río, disciple of Niño Rivera, next to who matures as tresero, as well as singer and composer.

“When I was six years old, I started playing with my father and helped him to pass the” brush “, Aldo confesses when I interviewed him in Viñales in 2007. We took out to live, it was something. The old man had his own songs like Saca la cabeza, jicotea y Salomé. He did not compose so often, well, he was not a potent drinker, like me. The old man could not record and never went to Havana, although Bohemia published on his cover an image of him. I would like to mount some of his songs now. They liked it and if people listen to them again, they will like it better … ».

PERSONAJES CUBANOS: GREGORIO COLINO “GOYO”, EL PINAREÑO ORQUESTA.

‘Goyo’ Ríos fue, durante años, una de las grandes atracciones del viejo Pinar del Río, “el hombre orquesta”. Cantaba y tocaba simultáneamente guitarra, filarmónica, tumbadora y batería. Todo ello lo hacía en una especie de armazón construida por él mismo que incluía, lógico, la silla del artista.

Era un espectáculo en los portales de los hoteles Ricardo, Comercio y Globo: “Goyo y su banda gigante”, donde a menudo se presentaba.

Goyo pertenece a la fauna de «guitarreros» criollos con repertorios inacabables, cuentos picantes a flor de labios y sed de fiestas, el fue sin dudas, una huella inolvidable y sabrosa de nuestra juventud: para beneplácito de los inquilinos de los bares y cantinas de un Pinar del Río empedrado y ceniciento, logra tocar siete instrumentos a la vez, los que, salvo la guitarra, son fabricados por él mismo.

El hombre orquesta pinareño estaba compuesto de “maracas se las amarra en la misma mano con la cual toca la guitarra, a la filarmónica le saca ritmo su nariz, y del pito, imitación de una flauta, se ocupa la boca. El resto de la sonoridad la pone uno de sus pies: utilizando una suerte de muelle o resorte y unas «ganchetas» golpea el tambor, la clave (era una latica) y el güiro. A veces, incluso, se pone también unos cascabeles en las muñecas. Su espectáculo es pintoresco, inusual y atrevido.

Con un cuerpo que se hace música en cada movimiento, «Goyo» Ríos, negro como el betún, bajito, delgaducho y muy jaranero, nace en 1904 en el barrio insalubre de El Rancho, el cual le niega la escuela y, a la vez, le regala la guapería y el espíritu «ambulantero» que necesita para trascender. En cuanto crece y consolida una familia, se echa una «orquesta» sobre los hombros y se pone a tocar sones, guarachas, boleros y tonadas en la vieja Plaza del Mercado, en la terminal de ómnibus o en las vías más concurridas de la capital provincial, donde lo rodean decenas de chiquillos.

Según uno de los tantos que lo recuerdan, Pedro Gutiérrez en una entrevista que le hacen en una revista Habanera de 1999—. “No recuerdo en absoluto su música, pero me gustaba ver cómo se las ingeniaba para —al mismo tiempo— tocar aquel artilugio, cantar un poquito, echar en su garganta un trago de aguardiente pelón, sonreír siempre, mirar, quitarse el sombrero de guano y ponerlo en el piso para recoger las monedas que le daban. Y hallaba un segundo para pedir entonces: “Ayude al artista cubano… ayude al artista cubano”.

Pinareños, personajes ya casi olvidados.

Perteneciente a esa fauna de «guitarreros» criollos con repertorios inacabables, cuentos picantes a flor de labios y sed de fiestas, «Goyo» Ríos, fallecido en 1995, labora durante cincuenta años en la construcción, no renuncia nunca a su pasión por la pelota y, como me indicó Clara María Ortega Simón, autora del Diccionario de figuras pinareñas, le entrega a su provincia una nutrida familia de artistas, entre quienes se destacan sus hijos Juana la Cubana, la cartomántica de la Catedral habanera, y Aldo del Río, discípulo del Niño Rivera, al lado de quien madura como tresero, además de cantante y compositor.

«A los seis años comencé a tocar con mi padre y lo ayudaba a pasar el “cepillo” —me confiesa Aldo, cuando lo entrevisté en 2007 en Viñales—. Sacabamos para vivir, era algo. El viejo tenía canciones propias como Saca la cabeza, jicotea y Salomé. No componía con tanta frecuencia, bueno, tampoco era un bebedor potente, como yo. El viejo no pudo grabar y jamás fue ni a La Habana, aunque Bohemia publicó en su portada una imagen suya. Yo quisiera montar ahora algunas de sus canciones. Gustaban y si la gente las escucha de nuevo, van a gustar más…».