MARÍA FÉLIX VISITANDO A CUBA. ALGO INSÓLITO Y BOCHORNOSO SUCEDIÓ.
La actriz mexicana María Félix visitó por vez primera La Habana el 26 de octubre de 1949, tras varios anuncios siempre pospuesto y en aquella ocasión el pueblo de la capital cubana corrió a recibirla al aeropuerto internacional José Martí. Todos querían verla de cerca. La multitud engrosó sin cesar y abarrotó el edificio y las terrazas de la terminal aérea y se desbordó hacia la pista en espera del avión que la traía, pero lo que sucedió tomó por sorpresa a la popular mujer.
María Félix apareció deslumbrante y descendió, majestuosa, por la escalerilla de la nave. pero apenas dio unos pasos sobre la losa, se detuvo, pálida y confundida, roja de ira, hasta la raíz del cabello y murmuró: ¡Esto es imposible
¿Qué había ocurrido? Algo insólito y lamentable, ya que aprovechando la jadeante confusión una cálida mano masculina se deslizó de modo inconveniente por el cuerpo de la actriz, que no reprimió su desagrado al contacto físico.
Con el pretexto de conservar souvenirs suyos, hubo quienes le tiraron del cabello, quienes intentaron arrancarle pedazos del traje, llevarse un adorno a viva fuerza; y lo que es más bochornoso, hacerla objeto de exploraciones groseras.
María Bonita, La Doña, estaba por primera vez en la capital cubana, en una especie de viaje privado con el propósito de descansar, para lo cual había reservado una suite en el hotel Nacional, pues solo quería dormir en paz.
El presidente Prío la recibió en audiencia privada y pronto se supo que al día siguiente ofrecería, en Palacio, un coctel en su honor, mientras Alfredo Hornedo, “el muy ilustre senador”, la invitó a una cena de gala en su club Casino Deportivo.
La Doña no acudió a la cita con Hornedo, por un malestar repentino, y le dejó servido el champán al mandatario, cuya esposa, Mary Tarrero, imitaba a la artista, algo innecesario en absoluto pues fue una de las mujeres más bellas de Cuba.
Acudió una noche al cabaret Tropicana, pasada la media noche, y cuando tomó asiento frente a la mesa preparada para ella, el gran mundo allí reunido la saludó con una tempestad de aplausos y exclamaciones.
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Muchas voces le suplicaban que subiera al escenario a decir algunas palabras, no ya de gratitud, sino de mera cortesía, pero se negó en redondo y entonces su empresario que sudaba tinta, solo consiguió que María se pusiera de pie y saludara fugazmente.
Durante sus días en La Habana, María Félix se mostró fría y distante como en un limbo estratosférico e inalcanzable, sin importarle que la opinión pública se mantuviera en vilo con su presencia y pendiente de su altivez y sus silencios. Fue más amable con los periodistas pese a que los hizo esperar durante una larga hora con doce minutos para comparecer a la conferencia de prensa que había convocado y al llegar no miró a los reporteros, ni pidió excusas por su tardanza.
Levantó aún más la ceja cuando abrió su pitillera de oro, sacó un cigarrillo, dejó que alguien se lo encendiera, cruzó las piernas con elegancia y tras una bocanada como la de Pedro Armendáriz, ordenó a los reporteros: “Ustedes dirán”. Con un seco “eso no interesa” eludió muchas de las interrogantes de la prensa, aunque habló de sus proyectos cinematográficos, de su hijo, de Agustín Lara que, enamoradísimo, compuso aquello de “acuérdate de Acapulco, María Bonita, María del alma…”
María Félix, se convertiría en un mito internacional y una de las figuras femeninas más importantes de la llamada época de oro de la cinematografía de México.
Maria Felix volvió dos veces más a la Habana y las escenas se repitieron. Pero resalto su belleza y donaire, que a veces rozaba el ser engreido. Cuba todavía recuerda a Maria Bonita.
MARÍA FÉLIX VISITING CUBA. SOMETHING UNUSUAL AND EMBARRASSING HAPPENED.
The Mexican actress María Félix visited Havana for the first time on October 26, 1949, after several announcements always postponed and on that occasion the people of the Cuban capital ran to meet her at the José Martí International Airport. Everyone wanted to see her up close. The crowd swelled incessantly and filled the building and the terraces of the air terminal and overflowed to the runway waiting for the plane that brought it, but what happened took the popular woman by surprise.
Maria Felix appeared dazzling and descended, majestic, by the ladder of the ship. but as soon as she stepped on the slab, she stopped, pale and confused, red with anger, to the roots of her hair and murmured: This is impossible
What had happened? Something unusual and regrettable, because taking advantage of the panting confusion a warm male hand slid inconveniently by the body of the actress, who did not repress his displeasure at physical contact.
With the pretext of preserving souvenirs of his, there were those who pulled his hair, who tried to rip pieces of his suit, take an adornment with vigor; and what is more shameful, to make it the object of gross explorations.
María Bonita, La Doña, was for the first time in the Cuban capital, on a kind of private trip with the purpose of resting, for which she had reserved a suite at the Hotel Nacional, since she only wanted to sleep in peace.
President Prío received her in a private audience and soon it was learned that the next day she would offer a cocktail party in her honor at the Palacio, while Alfredo Hornedo, “the very illustrious senator,” invited her to a gala dinner at his Casino Deportivo .
La Doña did not go to the appointment with Hornedo, because of a sudden malaise, and she left the champagne to the president, whose wife, Mary Tarrero, imitated the artist, something unnecessary at all because she was one of the most beautiful women in Cuba.
She went to the Tropicana cabaret one night, after midnight, and when she took a seat in front of the table prepared for her, the great world gathered there greeted her with a storm of applause and exclamations.
Many voices begged him to come on stage to say a few words, not of gratitude, but of mere courtesy, but he refused in a round and then his businessman who was sweating ink, only got Maria to stand up and greet briefly.
During her days in Havana, Maria Felix was cold and distant as in a stratospheric and unattainable limbo, not caring that public opinion remained in suspense with his presence and pending his arrogance and his silences. He was kinder to the journalists despite making them wait for a long hour with twelve minutes to appear at the press conference he had summoned and on arrival he did not look at the reporters, nor did he apologize for his tardiness.
He raised his eyebrow even more when he opened his gold cigarette case, took out a cigarette, let someone light it, crossed his legs with elegance and after a puff like that of Pedro Armendáriz, he ordered the reporters: “You will say”. With a dry “that does not matter” eluded many of the questions of the press, although he talked about his film projects, his son, Agustín Lara, who, in love, composed that “remember Acapulco, María Bonita, María del alma … ”
María Félix, would become an international myth and one of the most important female figures of the so-called golden age of Mexican cinematography.
Maria Felix returned twice more to Havana and the scenes were repeated. But I highlight its beauty and grace, which sometimes touched the conceited being. Cuba still remembers Maria Bonita.
Agencies/ Arrajatabla/ Alberto Denis/On Debate/ Internet Photos/ YouTube/ Arnoldo Varona/ TheCubanHistory.com
THE CUBAN HISTORY, HOLLYWOOD.