– UNFORGETTABLE Characters of My Island: Hector, the Organ Grinder of Havana Vieja. <> PERSONAJES Inolvidables de Mi Isla: Hector, el Organillero de la Habana Vieja. Fotos.

100294411-288-k614317PERSONAJES INOLVIDABLES DE MI ISLA: HECTOR, EL ORGANILLERO DE LA HABANA VIEJA.

Como en casi todos los pueblos viejos de Europa en nuestra Cuba republicana tampoco podía faltar un personaje parecido. Este era un hombre ya de alguna edad que deambulaba desde hacía ya varios años por las calles de nuestra ciudad capital.

Este señor hacía sonar el organillo que no era más que una cajita mecánica de música. Se acompañaba de un monito macaco amaestrado que era el que recogía las dádivas que a manera de gratificación al artista callejero dejaban caer las personas en el sómbrerito del pequeño simio.

Este organillero cubano operaba en la barriada capitalina conocida por La Habana Vieja y se llamaba Héctor.

Héctor circulaba por las calles de La Habana Vieja con su organillo rodante y su monito, elegantemente vestido, con un quepis rojo a manera de sombrero encasquetado hasta las orejas. Era bien conocido en la Avenida del Puerto, la Plaza Alvear y los alrededores del edificio colonial, donde una vez estuvo la Capitanía General.

En la Plaza del Vapor también conocida como Plaza Tacón, el barrio Peña Pobre y los alrededores de la Iglesia del Ángel. Sí, porque La Habana Vieja es algo así como lo que en otros lugares llaman el casco histórico de la ciudad, generalmente conservado turísticamente. Pero en el caso de La Habana Vieja de la Cuba de hoy se rompen todos los moldes.

La Habana Vieja, ese mágico laberinto de 56 calles, 8 parques y un paseo, es un libro abierto hecho pedazos. Lo mismo te encuentras un palacete convertido en cuartería solariega, que en estación de policía, que un centro comercial semi vacío. Sus balcones desgarrados, con balaustradas a medio caer, que ni siquiera conservan la tablita contra los mirones desde abajo.

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Hasta sus murallas coloniales, sin repellar, respiran un realismo brutal.

Es en este entorno, años atrás, donde nuestro personaje no pierde su esencia y su naturaleza.

Héctor, el organillero de la Habana Vieja evitaba acercarse a las escuelas secundarias. Tenía terror al instituto de bachillerato que estaba en la calle Zulueta, cerca de la barriada. Los estudiantes, en cuanto veían a Héctor con su organillo y a su monito, se convertían en verdaderos diablillos de ocasión.

Hacían a Héctor y a su animalito víctimas de toda clase de burlas y travesuras, propias de la juventud, con tal de molestar y divertirse a la vez a costa del infeliz organillero. Héctor pacíficamente, sin inmutarse ni protestar, soportaba las bromas de la alborozada chiquillería mientras, empujando su organillo y protegiendo a su monito se alejaba del lugar.

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El monito de Héctor estaba muy bien educado. Cada vez que Héctor terminaba en una de sus catilinarias melódicas, el monito se bajaba del organillo con el quepis en sus manos, desfilaba graciosamente ante los transeúntes y turistas que se arremolinaban a su alrededor para gozar del espectáculo, y recoger las monedas que le daban sin perder una sola.

Héctor solía acompañarse de unas claves que hacía sonar a rítmico compás sobre el arco de la; ruedas de su carruaje musical. Una manera muy original la que tenía Héctor de hacer menos monótona y más tropical la sinfonía del organillo del “Organillero de La Habana Vieja”.

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6783141-sm-2UNFORGETTABLE CHARACTERS OF MY ISLAND: HECTOR, THE ORGAN GRINDER OF HAVANA VIEJA.

As in almost all the old towns of Europe in our republican Cuba, a similar character could not be missing either. This was a man of some age who had wandered for several years through the streets of our capital city.

This gentleman played the organillo that was nothing more than a mechanical music box. He was accompanied by a trained macaque monkey who was the one who collected the gifts that as a reward to the street artist dropped people in the little ape’s young man.

This Cuban organ player operated in the capital district known as Old Havana and was called Héctor.

Hector circulated through the streets of Old Havana with his rolling barrel organ and his little monkey, elegantly dressed, with a red hat-like cap pulled up to his ears. It was well known on Avenida del Puerto, Plaza Alvear and the surroundings of the colonial building, where the Captaincy General once stood.

In the Plaza del Vapor also known as Plaza Tacón, the Peña Pobre neighborhood and the surroundings of the Angel Church. Yes, because Old Havana is something like what in other places they call the historic center of the city, generally preserved touristy. But in the case of Old Havana of Cuba today all the molds are broken.

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Old Havana, that magical labyrinth of 56 streets, 8 parks and a walk, is an open book in pieces. The same thing you find a small palace converted into a manor house, that in a police station, a semi-empty shopping center. Its balconies are torn, with balustrades half falling, that do not even keep the tablet against the peepers from below.

Even its colonial walls, without repelling, breathe a brutal realism.

It is in this environment, years ago, where our character does not lose its essence and nature.

Hector, the organ builder of Old Havana avoided approaching secondary schools. I was terrified of the high school that was in Zulueta Street, near the neighborhood. The students, as soon as they saw Hector with his organ and his little monkey, became real occasional imps.

They made Hector and his little animal victims of all kinds of jokes and pranks, typical of youth, in order to annoy and have fun at the same time at the expense of the unhappy organ-grinder. Hector peacefully, without flinching or protest, endured the jokes of the jubilant chiquillería while, pushing his organillo and protecting his little monkey away from the place.

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Hector’s little boy was very well educated. Each time Hector ended up in one of his melodic catilinarias, the monkey climbed out of the organ with the kepi in his hands, paraded gracefully before the passers-by and tourists who swirled around him to enjoy the show, and collect the coins that gave him without losing one.

Hector used to be accompanied by some keys that made rhythmic beat sound on the arch of the; wheels of his musical carriage. A very original way was that Hector had to make the symphony of the Organillo of the “Organillero de La Habana Vieja” less monotonous and more tropical.

Agencies/ Lilia Bustamante/ Juan Pérez/ Internet Photos/ Arnoldo Varona/ www.thecubanhistory.com
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