(OPINIÓN) LOS CUBANOS ESTAN PERDIENDO LA PACIENCIA.. Y EL MIEDO.
MÁS DEL 86 por ciento de los votos emitidos el domingo favorecieron la aprobación de la nueva constitución de Cuba, que apenas modifica el sistema de gobierno de partido único establecido por Fidel Castro hace seis décadas. Pero mucho más revelador fue el sorprendente porcentaje de votantes elegibles que votaron “no” o se quedaron en casa. En el último voto constitucional en 1976, cuando Castro estableció un estado totalitario, el 99.02 por ciento votó que sí. Lo que es notable en Cuba no son las malas maniobras del Partido Comunista, sino los signos inequívocos de que cientos de miles de personas han perdido el miedo a las autoridades y han perdido la paciencia con un sistema económico y político en decadencia.
La nueva constitución es obra de la camarilla autoritaria que tropieza después de la muerte de Castro. Las decisiones clave fueron tomadas por una comisión nombrada por el ex presidente Raúl Castro, quien aún lidera el Partido Comunista, y tiene enmiendas del parlamento. La competencia política genuina, la esencia de la democracia, estaba ausente. Los medios de comunicación estatales ignoraron a los que abogaban por un voto de “no”, y en el último día, nerviosos por el resultado, las autoridades bloquearon el periódico digital 14ymedio, dirigido por la bloguera disidente Yoani Sánchez, que había pedido abiertamente un “no” voto en las redes sociales. José Daniel Ferrer García, un aguerrido activista y opositor al régimen, fue detenido después de sentarse en un parque en Santiago de Cuba con un cartel escrito a mano que proclamaba “no”.
La nueva constitución no es tan terrible. Reconoce la propiedad privada para un “papel complementario en la economía”, pero continúa consagrando un “sistema económico socialista basado en la propiedad de todas las personas de los medios fundamentales de producción como la forma principal de propiedad, así como la dirección planificada de la economía. . ”Para la mayoría de los cubanos, esta realidad es una distopía que recuerda a la Unión Soviética, con escasez de huevos, mantequilla y otros elementos básicos.
En el documento de 1976, el matrimonio se definía como entre un hombre y una mujer. Las esperanzas aumentaron antes en el proceso de redacción de que la nueva constitución reconocería el matrimonio homosexual, pero la disposición fue cancelada después de que los líderes de la iglesia expresaron su oposición: en su lugar se agregó un marcador de posición, alabando la institución del matrimonio.
La nueva constitución no permite que haya oxígeno en el sistema político cerrado, diciendo que el partido es la “fuerza motriz superior de la sociedad y el Estado”. Pero algo más está sucediendo en el terreno. Hace dos décadas, el líder opositor cubano Oswaldo Payá movilizó a miles de cubanos por los principios de la democracia con el Proyecto Varela, una campaña de peticiones ciudadanas. Payá, quien fue asesinado en un accidente automovilístico sospechoso en 2012, buscó apoyo para el Proyecto Varela instando a los cubanos a no tener miedo. La votación reciente es una señal de que alguna parte de la sociedad, pequeña, pero que crece en cientos de miles, cada vez más inquieta, conectada y expresiva, ya no tiene miedo. Esta es una señal de un verdadero anhelo de cambio.
(OPINION) CUBANS ARE LOSING THEIR PATIENCE…AND THEIR FEAR.
MORE THAN 86 percent of the votes cast Sunday favored approval of Cuba’s new constitution, which barely tweaks the system of single-party rule established by Fidel Castro six decades ago. But far more telling was the surprising share of eligible voters who cast “no” ballots or stayed home. In the last constitutional vote in 1976, when Castro had established a totalitarian state, 99.02 percent voted yes. What’s notable in Cuba is not the lame maneuverings of the Communist Party but the unmistakable signs that hundreds of thousands of people have lost their fear of the authorities and lost their patience with a decaying economic and political system.
The new constitution is the handiwork of the authoritarian clique that stumbles on after Castro’s death. The key decisions were made by a commission appointed by former president Raúl Castro, who still leads the Communist Party, and has amendments by the rubber-stamp parliament. Genuine political competition — the essence of democracy — was absent. The state-run news media ignored those who would advocate a “no” vote, and in the final day, nervous about the outcome, the authorities blacked out the digital newspaper 14ymedio, run by the dissident blogger Yoani Sánchez, who had openly called for a “no” vote on social media. José Daniel Ferrer García, a tough-minded activist and regime opponent, was detained after sitting in a park in Santiago de Cuba with a hand-lettered sign that proclaimed, “No.”
The new constitution is hardly earth-shattering. It recognizes private property for a “complementary role in the economy,” but continues to enshrine a “socialist economic system based on ownership by all people of the fundamental means of production as the primary form of property as well as the planned direction of the economy.” For most Cubans, this reality is a dystopia reminiscent of the Soviet Union, with shortages of eggs, butter and other basics.
In the 1976 document, marriage was defined as between a man and a woman. Hopes were raised earlier in the drafting process that the new constitution would recognize gay marriage, but the provision was yanked after church leaders voiced opposition — a placeholder was added instead, praising the institution of marriage.
The new constitution does not allow any oxygen into the closed political system, saying the party is the “superior driving force of the society and the State.” But something else is happening on the ground. Two decades ago, the Cuban opposition leader Oswaldo Payá mobilized thousands of Cubans for the principles of democracy with the Varela Project, a citizen petition drive. Payá, who was killed in a suspicious car wreck in 2012, sought support for the Varela Project by urging Cubans not to be afraid. The recent vote is a sign that some part of society — small, but growing into hundreds of thousands, increasingly restive, connected and expressive — are no longer afraid. This is a sign of a real hunger for change.
Agencies/ TWashingtonPost. Board Opinion/ Internet Photos/ Arnoldo Varona/ www.TheCubanHistory.com
THE CUBAN HISTORY, HOLLYWOOD.