PERSONAJES CUBANOS: JUANA “LA ADIVINA DE LA VIEJA CATEDRAL HABANERA”.
En la esquina de San Ignacio y Empedrado, al pie del vetusto restaurante El Patio y frente al principal templo de La Habana, una reina africana ejerce con vehemencia su sacerdocio en la actualidad: ella es Juana Ríos Ríos, conocida en media ciudad como la Cartomántica de la Catedral y en medio mundo como Juana la Cubana (al igual que la cantante Juana Bacallao), uno de los emblemas de la capital o, si se quiere, una hechicera globalizada, ceremonial y turística, deudora, hasta el cuello, del reino de los orishas.
Juana viste de blanco y en su cabeza, junto al turbante, exhibe un moño de flores rojas de marpacífico, el cual combina con sus argollas, collares y pulsos. Estos últimos simbolizan a la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba y su ángel de la guarda; a Obatalá, su padre en el santo y creador supremo; a Shangó, el de los relámpagos, el fuego, los tambores y la danza, que está en su fundamento; y a Yemayá, madre del universo. En uno de sus brazos se observa, igualmente, un iddé, especie de colgadera formada por cuentas multicolores unidas a varios dioses.
Juana, la hija más pequeña de Goyo Ríos, el Hombre Orquesta de la provincia de Pinar del Río, y hermana del conocido tresero Aldo del Río, empieza sus correrías tocando las maracas y cantando en el grupito callejero de su progenitor. Luego, en la adolescencia, se hace despalilladora en una empresa tabacalera, antes de transformarse, ya bien mujerona, en la primera cocinera que entra a trabajar en el estadio de béisbol Capitán San Luis. Al mismo tiempo, enseña a bailar a los niños y, durante los carnavales, saca a la calle varias carrozas y comparsas infantiles con una mística y una sandunga incomparables.
Negra alta y redonda, llena de sonrisas, se casa en su Vueltabajo natal con un obrero de la Termoeléctrica del Mariel y, antes de divorciarse, pare cuatro hijos, a quienes no les oculta sus andanzas de brujera mañosa y experta. Cuando la entrevisté hace unos pocos años, sentada en su capitalino trono de marfil, comenta:
De niña mi padre me dijo: «Es verdad, tú eres muy especial, tus augurios los veo». Dormida, aprendí a tirar las cartas y a comunicarme con una muñeca perteneciente a mi abuela. Al principio, se plantaba frente a mi cama, en silencio y, un buen día, me dio su nombre: Rufina. Ella me impulsó hacia esto: se viste como yo, comparte sus ideales conmigo y me quita el peso de tantos ojos… Más adelante, soñé que un señor religioso venía a buscarme a Pinar del Río y me aseguraba: «Yo te necesito a ti y tú a mí». Esto ocurrió así en la realidad. Cuando vine para La Habana, a fines de los setenta, me casé con un babalao, hijo de Shangó, llevamos juntos muchos años y nos va muy bien.
Vinculada a centros gastronómicos de los municipios de El Cotorro y Diez de Octubre, Juana se entera en 1994 que en el casco histórico habanero se vive un proceso de resucitación y, sin pensarlo mucho, le da tres vueltas en silencio a la ceiba de El Templete con un ramo de cinco girasoles y un ferviente deseo: quiere compartir su esoterismo con todo el universo. Al principio, la policía la aleja de la Plaza de la Catedral y ella llora su rabieta; pero después varios conocedores del folclor alertan a Eusebio Leal, el Historiador de la Ciudad, sobre los valores litúrgicos y ornamentales de la heredera del clan de los Ríos y de inmediato le dan su licencia de cartomántica.
En su mesita de conjuros y embrujos sobresalen el rojo, el azul y el blanco, los colores de la bandera cubana. Allí, siempre tiene un azabache para lidiar con los rompecabezas del prójimo. En el referido diálogo agrega: Cuando llegan buscando una bendición enseguida levanto la copa y pido unión y paz. Hago lo mismo en homenaje a los que han dado sus vidas por las causas justas. ¡Ah…! ¿el tabaco?… No lo puedo dejar, es muy necesario. Me gusta, a ratos, echar mi fumadita; además, a los atormentados les echo su poquito de humo, los limpio con el pañuelo rojo y grito: ¡Siaaa!… a nombre de Santa Bárbara bendita. Estos son mis baños espirituales.
Juana la Cubana, quien adora a su legión de nietos, se pone a menudo a improvisar boleros y canciones. Así recuerda al viejo Pinar y a su padre, el modelo con humanidad de guitarra que aún la guía por el cosmos. Frente a la vulgar mezcla de razas y credos, ella defiende —y define— al verdadero negro llegado de África para conformar, en parto difícil y eterno, los pilares de nuestra patria. Claro, su humanidad mitómana, perfil charlatán y encanto de hada no entienden de disertaciones etnográficas.
CUBAN CHARACTERS: JUANA “THE FORTUNE TELLER OF THE OLD HAVANA CATEDRAL”.
At the corner of San Ignacio and Empedrado, at the foot of the old El Patio restaurant and in front of the main temple in Havana, an African queen is vehemently exercising her priesthood today: she is Juana Ríos Ríos, known in the middle of the city as the Cartomántica of the Cathedral and in half the world like Juana la Cubana (like the singer Juana Bacallao), one of the emblems of the capital or, if you like, a globalized, ceremonial and tourist sorceress, debtor, up to her neck, of the kingdom of the orishas.
Juana dresses in white and on her head, next to the turban, she exhibits a bow of red marpacific flowers, which she combines with her rings, necklaces, and pulses. The latter symbolizes the Charity of Copper, Patroness of Cuba and its guardian angel; Obatala, his father in the supreme saint and creator; to Shangó, that of lightning, fire, drums, and dance, which is at its foundation; and to Yemayá, mother of the universe. In one of his arms there is also an iddé, a kind of hanging formed by multicolored beads joined to several gods.
Juana, the youngest daughter of Goyo Ríos, the Man Orchestra of the province of Pinar del Río, and sister of the well-known guitarrista Aldo del Río, begins his escapades playing the maracas and singing in the street group of his father. Then, in adolescence, she becomes a despalilladora in a tobacco company, before transforming herself, as a woman, into the first cook who enters to work in the Capitán San Luis baseball stadium. At the same time, he teaches the children how to dance and, during the carnivals, takes to the streets several floats and children’s parades with an incomparable mysticism and sandunga.
Black tall and round, full of smiles, she marries in her native Vueltabajo with a worker from the Terueleléctrica del Mariel and, before divorcing, she gives birth to four children, whom she does not hide from her adventures as a skilled and skilled witch. When I interviewed her a few years ago, sitting on her ivory throne capital, she comments:
As a child, my father told me: «It’s true, you are very special, your auguries I see them». Asleep, I learned to throw cards and communicate with a doll belonging to my grandmother. At first, he stood in front of my bed, in silence and, one day, he gave me his name: Rufina. She pushed me towards this: she dresses like me, shares her ideals with me and takes away the weight of so many eyes … Later, I dreamed that a religious gentleman came to look for me in Pinar del Río and assured me: “I need you and you to me”. This happened in reality. When I came to Havana, at the end of the seventies, I married a babalao, son of Shangó, we have been together for many years and we are doing very well.
Linked to the gastronomic centers of the towns of El Cotorro and Diez de Octubre, Juana finds out in 1994 that in Havana’s historic center there is a process of resuscitation and, without much thought, she silently turns three times to the ceiba of El Templete with a bouquet of five sunflowers and a fervent desire: he wants to share his esotericism with the whole universe. At first, the police distance her from the Plaza de la Catedral and she cries her tantrum; but afterward several connoisseurs of folklore alert Eusebio Leal, the Historian of the City, about the liturgical and ornamental values of the heiress of the Clan of the Rivers and immediately give him his license as a cartomancer.
On its little table of spells and spells the red, the blue and the white, the colors of the Cuban flag stand out. There, always has a jet to deal with the puzzles of others. In the aforementioned dialogue he adds: When they arrive seeking a blessing, I immediately raise the cup and ask for union and peace. I do the same in homage to those who have given their lives for just causes. Ah …! The tobacco? … I can not leave it, it is very necessary. I like, at times, to throw my fumadita; besides, I torment the tormented ones with their little smoke, I clean them with the red handkerchief and shout: Siaaa! … in the name of Santa Bárbara, blessed. These are my spiritual baths.
Juana la Cubana, who adores her legion of grandchildren, often sets out to improvise boleros and songs. This is how he remembers old Pinar and his father, the humane guitar model who still guides her through the cosmos. Faced with the vulgar mixture of races and creeds, she defends – and defines – the true black man who came from Africa to conform, in difficult and eternal childbirth, the pillars of our country. Of course, their mythomaniac humanity, chatty profile, and fairy charm do not understand ethnographic dissertations.
Agencies/ RHC/ Orlando Carrio/ Maria Calvo/ Extractos/ Excerpts/ Internet Photos/ Arnoldo Varona/ www.TheCubanHistory.com
THE CUBAN HISTORY, HOLLYWOOD.