BOLA DE NIEVE, UN ARTISTA DE UNA AMPLIA SONRISA QUE ACARICIABA EL PIANO.
En un viaje a Mexico camino a Peru, un 2 de octubre de 1971 murió Bola de Nieve. Nos quedan sus composiciones, sin duda patrimonio de nuestra cultura, la mezcla perfecta entre lo clásico y lo popular.
“Si me pudieras querer/ como te estoy queriendo yo/ Si no me fuera traidora/ la luz de tu amor./ Yo no sé si existiera por ti sólo mi querer,/ yo no sé qué sería la vida sin ti… ”
Una letra sencilla y emotiva, salida de la pluma de alguien que no se consideraba compositor. Para él no era más que un intérprete, alguien que se entregaba a la interpretación al punto de sentir suyas incluso aquellas canciones que no eran de su autoría.
Demasiada modestia para quien legó al pentagrama nacional e internacional títulos memorables como Ay amor, Tú me has de querer, No puedo ser feliz, Qué dirías de mí, Ya no me quieres o Si me pudieras querer.
Sí, me refiero al sin par Bola de Nieve. Ignacio Jacinto Villa y Fernández era su verdadero nombre, más el cubano viajaría el mundo entero bajo el apodo que, según muchos comentan, le inventó nada menos que La Única, Rita Montaner.
Un 11 de septiembre nació el Bola, pianista e intérprete, cuyo singular estilo le haría ganar la admiración y el afecto de los más importantes músicos e intelectuales de su generación.
¿Quién le iba a decir a aquel negrito de Guanabacoa, que comenzó su carrera poniendo música a películas silentes en el cine Carral, de su ciudad natal, que un día tocaría y cantaría junto a artistas de la talla de Ernesto Lecuona, Esther Borja, Zoila Gálvez, Libertad Lamarque, Pedro Vargas, René Castelar o la propia Rita Montaner?
En México actuó por primera vez como solista, dando vida a la letra del poema Bito Manué, tú no sabe inglé, escrito por Nicolás Guillén y musicalizado por Emilio Grenet. Allí se ganó el amor del público local y la visa para el corazón de muchos otros públicos que conquistó a lo largo de su vida artística.
Argentina, Chile, Perú, Estados Unidos, toda América, vio desfilar al Bola entregándose a la canción, pues, como bien dijo una vez: “Yo soy la canción que canto”. Y era cierto, porque hasta la gran Edith Piaf reconoció que nadie interpretaba La vie en rose como él.
Pues sí, hasta Francia llegó el cubano y trabajó también en España, Italia y Dinamarca. Gozaba internacionalmente del reconocimiento que no tenía en su propio país, donde ninguna disquera quiso nunca grabar con él.
Solo después del 59 pudo hacerlo y continuó su carrera itinerante por la Unión Soviética, Checoslovaquia y República Popular China.
El 2 de octubre de 1971 murió Bola de Nieve en su querido México. El destino quiso que muriera fuera de su tierra, pues en cuestiones de nacionalidad, el Bola se reconocía sin ella, aunque sí decía sentirse, sobre todo, eminentemente latinoamericano.
Los más jóvenes lo conocemos de aquellas grabaciones de archivo maltratadas por el tiempo, que a veces muestran en televisión y donde apenas se puede apreciar su amplia sonrisa y la gracia con la que acariciaba el teclado, todo elegante con su frac negro.
Solo nos quedan sus composiciones, sin duda patrimonio de nuestra cultura, la mezcla perfecta entre lo clásico y lo popular. Lástima que no tuvimos más de Bola y de su modo de ser y expresar tan particular.
Lástima que no conocimos mejor a la voz más refrescante y auténtica que tendrá jamás la música cubana.
BOLA DE NIEVE (SNOW BALL), AN ARTIST OF BROAD SMILE THAT CARESSED THE PIANO.
On a trip to Mexico on the way to Peru, on October 2, 1971, Snowball died. We have left his compositions, undoubtedly heritage of our culture, the perfect mix between the classic and the popular.
“If you could love me / as I am loving you / If I was not a traitor / the light of your love. / I do not know if there was only my love for you, / I do not know what life would be without you …”
A simple and emotional letter, coming from the pen of someone who did not consider himself a composer. For him, he was just an interpreter, someone who gave himself to the interpretation to the point of feeling his own even those songs that were not his own.
Too much modesty for those who bequeathed memorable titles like Ay love to the national and international pentagram, You must love me, I cannot be happy, What would you say about me, You no longer love me or If you could love me.
Yes, I mean the unparalleled Snowball. Ignacio Jacinto Villa y Fernández was his real name, but the Cuban would travel the entire world under the nickname that, according to many comments, invented him nothing less than La Única, Rita Montaner.
On September 11, the Ball was born, pianist and performer, whose unique style would make him win the admiration and affection of the most important musicians and intellectuals of his generation.
Who was going to tell that little black guy from Guanabacoa, who began his career putting music to silent movies at the Carral cinema, in his hometown, that one day he would play and sing along with artists such as Ernesto Lecuona, Esther Borja, Zoila Gálvez, Libertad Lamarque, Pedro Vargas, René Castelar or Rita Montaner herself?
In Mexico he performed for the first time as a soloist, giving life to the lyrics of the poem Bito Manué, you don’t know English, written by Nicolás Guillén and musicalized by Emilio Grenet. There he won the love of the local public and the visa for the hearts of many other audiences that he conquered throughout his artistic life.
Argentina, Chile, Peru, the United States, all of America, saw the Ball parade giving itself to the song, well, as he once said: “I am the song I sing”. And it was true because even the great Edith Piaf recognized that no one interpreted ‘La vie en rose’ as him.
Yes, the Cuban came to France and also worked in Spain, Italy, and Denmark. He enjoyed internationally the recognition he did not have in his own country, where no label ever wanted to record with him.
Only after 59 could he do it and continued his itinerant career in the Soviet Union, Czechoslovakia and the People’s Republic of China.
On October 2, 1971, Snowball died in his beloved Mexico. Destiny wanted him to die outside his homeland, because in matters of nationality, the Ball recognized himself without it, although he did say he felt, above all, eminently Latin American.
We know the youngest of those file recordings mistreated by time, which sometimes show on television and where you can barely appreciate his broad smile and the grace with which he caressed the keyboard, all elegant with his black tails.
We only have his compositions, certainly heritage of our culture, the perfect mix between classic and popular. Too bad we didn’t have more of Bola and his way of being and expressing so particular.
Too bad we didn’t know the most refreshing and authentic voice that Cuban music will ever have.
Agencies/ RHC/ Saylin Hernández/ Maria Calvo/ Internet Photos/ YouTube/ Arnoldo Varona/ www.TheCubanHistory.com
THE CUBAN HISTORY, HOLLYWOOD.