EL CABALLERO DE PARIS, UN PERSONAJE CUBANO SIEMPRE PRESENTE.
No muchos cubanos podrian reconocer si le preguntaramos quien era José María López Lledín, un español llegado a Cuba con solo 15 años a inicios del siglo XX y trabajó en diversas tareas como todo emigrante, pero si lo reconoceria inmediatamente con solo mencionar como se le llamó a los pocos años de haber llegado y recorrido las calles de nuestra capital, nos referimos al “Caballero de Paris”, uno de los personajes más conocidos y simbólicos de la capital de la Mayor isla de las Antillas.
Cuenta la historiografía local o quizás la leyenda, que José María se convirtió en Caballero después de perder el juicio por sufrir injusta prisión en el Castillo del Príncipe, en la década de 1920, y desde entonces pasó a ser una figura gentil que se hacía presente en cualquier lugar de la ciudad, aunque tenía sitios frecuentes de visita.
Nunca se supo qué sucedió realmente aunque, casi nadie duda de la inocencia de este mítico personaje, tanto es así que su figura fue inmortalizada en la hermosa estatua que custodia el Convento de San Francisco de Asís en la Habana Vieja, obra del destacado escultor cubano José Villa Soberón.
El gallego López Lledín inició así un peregrinaje por la ciudad que duró más de 50 años, eligiendo portales y esquinas concurridas como espacio para dormir y, quizás sin proponérselo, alegrarle la vida a varias generaciones de cubanos.
Era de mediana estatura, menos de 6 pies y tenía el pelo desaliñado, castaño oscuro, con profusión de canas y barba, con uñas largas por no haberse cortado en muchos años y siempre se vestía de negro, con una capa también de ese color, incluso en el calor del verano; llevaba consigo un montón de papeles y una bolsa donde iban todas sus pertenencias.
“Ningún habanero habría ofendido de palabra o de obra al Caballero de París, asegura el Doctor Eusebio Leal, historiador de La Habana, admirado calladamente, ni niño alguno lanzaría contra él una palabra altisonante; a nadie importunaba, no podíamos explicarnos dónde comía o bebía, y, en su aparente vagar por la capital, era probable hallarlo en algún sitio recóndito donde ocultaba su lecho ordenado con restos de papeles y cartones, inseparablemente unido a su insólita biblioteca.”
En realidad nadie sabe de dónde le vino su apodo, quizás de su forma de vestir o de sus historias de reyes y piratas que contaba a todos; lo que sí es cierto es que pocos sabían su verdadero nombre y para todos era sencillamente el Caballero de París, inmortalizado por autores musicales, pintores y poetas que lo citan como referente indiscutible de La Habana, una villa que arriba a sus 500 años con este personaje entre sus símbolos más preciados.
THE KNIGHT OF PARIS (EL CABALLERO DE PARIS) A CUBAN CHARACTER ALWAYS PRESENT.
Not many Cubans could recognize if we asked who José María López Lledín was, a Spaniard who arrived in Cuba with only 15 years of age at the beginning of the 20th century and worked on various tasks like every emigrant, but if he would recognize him immediately just by mentioning what he was called A few years after arriving and touring the streets of our capital, we refer to the “Knight of Paris”, one of the best known and symbolic characters of the capital of the Greater Antilles Island.
It tells the local historiography or perhaps the legend, that José María became a Knight after losing his trial for suffering unjust prison in the Prince’s Castle, in the 1920s, and since then he became a gentle figure who was present anywhere in the city, although he had frequent visiting sites.
It was never known what really happened although, almost no one doubts the innocence of this mythical character, so much so that his figure was immortalized in the beautiful statue that guards the Convent of San Francisco de Asís in Old Havana, the work of the outstanding Cuban sculptor José Villa Soberón.
The Galician López Lledín thus began a pilgrimage through the city that lasted more than 50 years, choosing portals and crowded corners as a place to sleep and, perhaps unintentionally, brighten the lives of several generations of Cubans.
He was of medium height, less than 6 feet and had disheveled hair, dark brown, with profusion of gray hair and beard, with long nails for not having cut in many years and always dressed in black, with a layer also of that color, even in the heat of summer; He carried a lot of papers and a bag with all his belongings.
“No Havana would have offended the Knight of Paris in word or deed, says Dr. Eusebio Leal, historian of Havana, quietly admired, and no child would throw a high-pitched word against him; nobody cared, we couldn’t explain where he ate or drank, and, in his apparent wandering around the capital, it was likely to find him somewhere hidden where he hid his tidy bed with traces of paper and cardboard, inseparably linked to his unusual library. ”
No one really knows where his nickname came from, perhaps his way of dressing or his stories of kings and pirates he told everyone; What is certain is that few knew his real name and for all he was simply the Knight of Paris, immortalized by musical authors, painters, and poets who cite him as an indisputable reference of Havana, a town that reaches its 500 years with this character among his most precious symbols.
Agencies/ RHC/ Lorena Viñas/ Internet Photos/ Arnoldo Varona/ www.TheCubanHistory.com
THE CUBAN HISTORY, HOLLYWOOD.