– THE “GUAPOS” in Yateras were Finished. The Singular Story of one of Them. Video.

Pueblo de Yateras, Guantanamo, Cuba.

Pueblo de Yateras, Guantanamo, Cuba.

SE ACABARON “LOS GUAPOS” EN YATERAS. LA SINGULAR HISTORIA DE UNO DE ELLOS.

Yateras es un pueblecito perteneciente a Guantánamo, hoy una de las provincias más orientales de Cuba.

Prodigo en la lucha contra las adversidades de su agreste región, Yateras lo es también en la tenencia de guapos. Al menos los tuvo pues cuentan los que conocen la zona que, en épocas anteriores, en el pueblo de Yateras había tantos guapos como hombres en su territorio y hasta llegan a afirmar que también sus mujeres eran merecedoras de tal atributo.

Pero resulta que un buen día, desconocido como la razón que lo produjo, al menos para los no que residíamos en el pueblo, desaparecieron los guapos en Yateras. Entonces los cantautores, que siempre están a la viva en eso de atrapar hechos trascendentales para escribir canciones memorables, se dieron gusto en pregonar, como si fueran las frutas del Caney, que se habían acabado los guapos en Yateras. Y dice así el estribillo de dicha canción que seguramente hemos tarareado en más de una ocasión: “se acabaron los guapos en Yateras, en Yateras …”

https://youtu.be/7XjPybIJV70

LA SINGULAR HISTORIA DE UNO DE ELLOS.

Pero mucho antes de que desaparecieron los guapos en Yateras y, más aun, antes de que existieran en esa región oriental, vivió en la Habana un hombre que de tan guapo que se consideraba y se hacía considerar prohibió terminantemente a sus allegados que, al morir, lo inhumaran como suelen enterrarse a todos los seres muertos: de forma horizontal. A él, a Eugenio Casimiro Rodríguez Cartas, autodenominado como “el más guapo de todos los cubanos”, había que inhumarlo de pie.

Nacido en San José de las Lajas, Eugenio Casimiro Rodríguez Cartas alcanzó la distinción de guapo a punta de pistola. Allí en su pueblo natal se hizo policía cuando todavía era un adolescente. Y no había transcurrido un año de su ingreso en ese cuerpo armado cuando, avalado por una brillante hoja de servicio, fue ascendido a jefe de la policía en Cienfuegos.

Establecido en dicha provincia y con plenos poderes ahora para ejercer su profesión de matón a sueldo, Eugenio Casimiro hizo todavía más radiante su hoja de servicio. Muy pronto se ganó la simpatía de representantes y consejales cienfuegueros, de cuyas espaldas cuidaba con más celo que el mejor de los perros guardines. Haciendo suya la máxima de que el perro es el mejor amigo del hombre, eliminó a más de uno que, sólo con el pensamiento, intentaba transgredir la vida pacífica y armoniosa de aquellos que retribuían con creces los servicios que les prestaba.

Castillo del Principe, Carcel, La Habana, Cuba.

Castillo del Principe, Carcel, La Habana, Cuba.

Pero como la vida está cargada de sorpresas, sucedió que de buenas a primeras a Casimiro los asuntos en Cienfuegos comenzaron a salirle mal. Un día del año 1918 fue acusado de asesinato junto a otros dos secuaces. El asunto fue tan grave que, precisamente aquellos a los cuales había servido con el mayor de los desvelos, lo condenaron a muerte.

Inmediatamente fue trasladado a la Habana. Y allí en el Castillo del Príncipe, mientras esperaba -con resignación y sin la menor seña de flaqueza para no desmeritar su condición de guapo- el cumplimiento de la sanción, se dedicaba a barrer las celdas y los pasillos del presidio.

Sin embargo, la buena estrella que acompañara siempre a Casimiro no lo abandonaría tampoco ahora por muy entre rejas que éste se encontrara, pues por aquellos días era alcaide del penal el capitán de Ors, casado con María Teresa Zayas, hija del memorable presidente Alfredo Zayas.

Impetuosa y voluntariosa como suelen ser las hijitas de “papá”, María Teresa visitaba con cierta frecuencia el Castillo del Príncipe para estar unas horas más con su amado esposo. Y ciertamente fue ésa una razón verdadera hasta el día en que se tropezó con Eugenio Casimiro Rodríguez Cartas. Como hechizada, la joven quedó prendada de las anchas espaldas, de los cabellos negros y rizados y de la penetrante mirada del nuevo reo. Llegaba hasta agradarle su voz de falsete, la cual consideraba preciosa.

Las visitas de María Teresa al presidio se hicieron cada vez más habituales, convirtiéndose aquella razón verdadera en un ardid para verse con el matón.

Cementerio de Colón, La Habana, Tumba donde esta enterrado "El mas Guapo de Cuba".

Cementerio de Colón, La Habana, Tumba donde esta enterrado “El mas Guapo de Cuba”.

Y una tarde brillante, María Teresa, como la más genuina de las enamoradas, salió de la prisión decidida a exigir a su padre la amnistía del reo. Alfredo Zayas, quien no porque fuera conocido como el chino de la peseta se cohibía de gastar miles con tal de complacer a su hija, accedió de inmediato. Asimismo dio el visto bueno para el matrimonio de su apasionada hija con aquel hombre, al cual nombró enseguida representante del Partido Conservador en La Habana, para que no fuera tan desvalido al altar.

Así la buena estrella continuó iluminándole el camino en el matrimonio y también en su vida política. Pero Casimiro, como guapo al fin y al cabo, era un varón irremediable y engañaba constantemente a su esposa, haciendo uso no sólo de su propia habitación sino también de su misma cama.

No obstante todo le iba bien a Rodríguez Cartas, cuando un día María Teresa regresó a la casa a una hora desacostumbrada. Transportado por el éxtasis a un mundo muy lejano, Casimiro no se percató de la llegada de su esposa, quien ya dentro de la habitación no pudo observar el espectáculo por mucho tiempo, pues víctima de un infarto cayó desplomada al suelo.

El amante esposo, queriendo lavar su mancha, mandó esculpir un busto de la que había vivido y muerto por él, el cual colocó sobre el sepulcro de María Teresa, situado en la capilla que él ya poseía en la Necrópolis de Colón y cuya construcción había llamado la atención de los albañiles por la originalidad de una de sus bóvedas: era una concavidad vertical adosada a la pared. Ésa sería su tumba porque “un hombre que ha jodido mucho en este país, que nació de pie y que ha vivido siempre de pie no puede ser enterrado bocarriba”.

Mas la jactancia Eugenio Casimiro Rodríguez Cartas no le duró mucho tiempo, muriendo poco después que María Teresa fue efectivamente inhumanado en su extravagante sepulcro, pero sólo permaneció de pie en él por un tiempito. Prontamente se convirtió en el lógico montón de huesos que somos todos al final de la vida, por muy guapos que hayamos sido durante ella y por mucho que alabemos el haber nacido en Yateras, donde ciertamente se acabaron aquellos guapos como el que acabamos de describir.

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Town of Yateras, Guantanamo, Cuba.

Town of Yateras, Guantanamo, Cuba.

THE “GUAPOS” IN YATERAS WERE FINISHED. THE SINGULAR HISTORY OF ONE OF THEM.

Yateras is a small town belonging to Guantanamo, today one of the easternmost provinces of Cuba.

Prodigal in the fight against the adversities of his rugged region, Yateras is also in the possession of handsome men. At least he had them because those who know the area count that, in earlier times, in the town of Yateras there were as many handsome as men in their territory and they even affirm that their women were also worthy of such an attribute.

But it turns out that one day, unknown as the reason that produced it, at least for those who did not reside in the town, the handsome men disappeared in Yateras. Then the singer-songwriters, who are always alive in catching transcendental events to write memorable songs, were pleased to proclaim, as if they were the fruits of Caney, that the handsome ones in Yateras had finished. And so says the chorus of the song that we have surely hummed on more than one occasion: “the handsome ones are over in Yateras, in Yateras …”

THE IMPRESSIVE STORY OF ONE OF THEM.

But long before the handsome men disappeared in Yateras and, even more, before they existed in that eastern region, a man lived in Havana who was so handsome that he considered himself and made himself considered strictly forbidden his relatives who, upon death, they will bury him as they usually bury all dead beings: horizontally. He, Eugenio Casimiro Rodríguez Cartas, self-styled as the most handsome of all Cubans, had to be buried standing up.
 
Born in San José de las Lajas, Eugenio Casimiro Rodríguez Cartas achieved the distinction of handsome at gunpoint. There in his hometown, he became a policeman when he was still a teenager. And not a year had elapsed since he entered that armed body when backed by a brilliant service sheet, he was promoted to chief of police in Cienfuegos.
 
Established in that province and with full powers now to exercise his profession of a hired thug, Eugenio Casimiro made his service sheet even more radiant. Very soon he won the sympathy of representatives and councilors of Cienfuegue, whose back he looked after more zealously than the best guard dogs. Endorsing the maxim that the dog is man’s best friend, he eliminated more than one who, only with thought, tried to transgress the peaceful and harmonious life of those who more than paid for the services he provided.

Prison "Castillo del  Principe", La Havana, Cuba.

Prison “Castillo del Principe”, La Havana, Cuba.

But as life is full of surprises, it happened that from good to first Casimiro matters in Cienfuegos began to go wrong. One day in 1918 he was charged with murder with two other minions. The matter was so serious that, precisely those whom he had served with the greatest of efforts, sentenced him to death.
 
He was immediately transferred to Havana. And there in the Prince’s Castle, while he waited – with resignation and without the slightest sign of weakness to avoid detracting from his handsome condition – the fulfillment of the sanction was dedicated to sweeping the cells and corridors of the prison.

However, the good star who always accompanied Casimir would not abandon him now, no matter how much he was behind bars because in those days the captain of the prison was warden, the captain of Ors, married to María Teresa Zayas, daughter of the memorable president Alfredo Zayas.

Impetuous and willful as the daughters of “dad” tend to be, Maria Teresa visited the Prince’s Castle with some frequency to spend a few more hours with her beloved husband. And that was certainly a real reason until the day he stumbled upon Eugenio Casimiro Rodríguez Cartas. As bewitched, the young woman fell in love with the broad backs, the black and curly hair and the penetrating gaze of the new inmate. He even liked his falsetto voice, which he considered beautiful.

Colon Cemetery, La Havana where is buried "El Más Guapo de Cuba".

Colon Cemetery, La Havana where is buried “El Más Guapo de Cuba”.

Maria Teresa’s visits to the prison became increasingly common, turning that real reason into a ruse to meet the bully.

And one bright afternoon, Maria Teresa, as the most genuine of those in love, left the prison determined to demand her father’s amnesty. Alfredo Zayas, who was not because he was known as the Chinese of the peseta, was reluctant to spend thousands in order to please his daughter, he agreed immediately. He also approved the marriage of his passionate daughter with that man, whom he immediately appointed a representative of the Conservative Party in Havana, so that he would not be so helpless at the altar.

Thus the good star continued to light the way in marriage and also in his political life. But Casimir, as handsome after all, was an irremediable man and constantly cheated on his wife, making use not only of his own room but also of his own bed.

However, everything went well for Rodríguez Cartas, when one-day María Teresa returned home at an unusual time. Transported by ecstasy to a very distant world, Casimir did not notice the arrival of his wife, who already inside the room could not watch the show for a long time, because the victim of a heart attack fell collapsed to the ground.

The loving husband, wanting to wash his stain, ordered to sculpt a bust of which he had lived and died for him, which he placed on the tomb of Maria Teresa, located in the chapel that he already owned in the Necropolis of Columbus and whose construction had called the attention of the masons for the originality of one of their vaults: it was a vertical concavity attached to the wall. That would be his grave because “a man who has fucked a lot in this country, who was born standing and who has always lived on his feet cannot be buried upside down.”

But the boasting Eugenio Casimiro Rodríguez Cartas did not last long, dying shortly after María Teresa was effectively inhuman in her extravagant grave, but only stood there for a little while. It soon became the logical pile of bones that we are all at the end of life, no matter how handsome we have been during it and as much as we praise having been born in Yateras, where certainly those handsome ones like the one just described are over.

Agencies/ Jiribilla/ Magaly Cabrales/ Internet Photos/ Arnoldo Varona/ www.TheCubanHistory.com
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