(OPINIÓN) LA NEGACIÓN Y EL BLOQUEO MUSICAL EN CUBA A TODA UNA GENERACIÓN..
El concepto totalitario del bloqueo musical en Cuba incluía importantes artistas nuestros, aquellos que habían saltado los estancos del régimen. Para las generaciones nacidas poco antes o poco después de ‘la Noche Triste’, y no de Cortés, nada decían los nombres de Olga Guillot, Ňico Membiela, Celia Cruz, Blanca Rosa Gil e incluso el inquieto anacobero -diablillo en ñáñigo- Daniel Santos, a quien se la aplicaron, a pesar de ser puertorriqueño.
Para mi generación el jazz fue un desconocido. Algunos tuvimos la suerte de escuchar ‘Pastilla de Menta’, de la Orquesta Cubana de Música Moderna, sin saber entonces que entre sol y sol realista-socialista metían un bemol imperialista. A cambio, el Mozambique de Pello el Afrocán era tan famoso que en la escuela primaria al niño que tuviera rasgos feminoides le decían la Rubia del Pello. ‘Los Zafiros’ hacían olvidar a los insonoros ‘The Platers’ con bastante dignidad. Los boleristas y los soneros cubanos apenas estaban de moda en los clubes nocturnos de La Habana y en las reyertas del Salón Rosado de La Tropical, mientras sus compatriotas triunfaban en New York y Los Ángeles.
“Nocturno” fue el programa musical por excelencia de la niñez de quienes hoy peinamos canas. Allí, y quien sabe cómo, a cada rato colaban una canción de ‘The Beatles’, ‘The Mamas and the Papas’, y ‘Fith Dimension’ a finales de los sesentas. Pero los conjuntos y cantantes españoles eran los más oídos. Muchos de ellos se presentarían en el Festival de la Canción de Varadero en 1970 -‘Los Ángeles’, ‘Los Bravos’, Luis Gardey, Lluís Llach, Los Mustang. La fallida Zafra de los 10 millones los trajo a los escenarios insulares. Otros dos huecos se abrieron entonces para airear el bloqueo socialista a la música cubana, a pesar de ser concebidas para más rosca izquierda: el “son progresivo” de los Los Van Van y el Movimiento de La Nueva Trova.
En los setenta una generación de adolescentes, sobre todo habaneros, descubrimos las estaciones de la Florida, conocidas como la “FM”. Con buen viento del Norte, y aquellos radios VEF y SELENA de una tonelada, se conectaban antenas-percheros en azoteas y ventanas, y podía disfrutarse el programa emblemático de la radio musical norteamericana: “Casey Kasem and American Top 40″. En la beca, al regreso del pase, quienes tenían mejores receptores traían las listas de las canciones y a veces las letras.
Una mención honorifica a los del patio -‘Los Dada’, ‘Los Kent’, ‘Alma Vertiginosas’- que, en garajes y solares yermos, con instrumentos de propia manufactura, tocaban casi clandestinamente rock y ritmos Motown. Los padres de quienes podían viajar al extranjero también surtían de música clandestina las fiestas; con la luz apagada, sin otra cosa que agua o poche, rompían el bloqueo insular los ‘Led Zeppelín’, ‘Deep Purple’, ‘Santana’, ‘Eagles’, y para gustos más refinados ‘Pink Floyd” – ¡si Roger Waters, usado por el régimen ahora por izquierdista supiera que jamás lo radiaron en su época de esplendor!
Al final de los setenta y después del Mariel se fue flexibilizando el bloqueo musical al enemigo. Un punto de ruptura pretendió ser el encuentro Cuba-USA, Havana Jam, de 1979, en el teatro Karl Marx de la Habana. Figuras como Rita Coolidge, Kris Kristofferson, Billy Joel y el grupo de rock progresivo Weather Report paralizaron la ciudad por tres días. Quizás para sorpresa de los comisarios en vez de una nota, tuvieron dos: la mayoría de los asistentes, donde me incluí gracias a una vecina que allí trabajaba, eran jóvenes que conocían a los músicos norteamericanos y sus canciones. Una buena cantidad de los asistentes eran hijos o parientes de los mismos que por años habían bloqueado la música del imperio a los oídos cubanos.
Después vino ‘Colorama’, ‘Para Bailar’, ‘Joven Joven’, y otros programas musicales y ya la censura al imperio tuvo que dar paso al Festival de Jazz, al de guitarra, con excelentes ejecutores norteños, y aunque jamás proyectaron en la televisión Saturday Nigth Fever ni Grease en esa época, los jóvenes podían oír en la radio y ver en televisión a los Bee Gees, Olivia Newton John, KC and The Sunshine Band – ¡de Miami! – y Walther Murphy.
Parece increíble que los cubanos hayamos tenido que venir al país enemigo para conocer toda la música cubana, sin excepción, y disfrutar, sin ruidos ni antenas de percheros, la música norteamericana. El régimen, con la torpeza propia de las dictaduras, incultas por su ceguera ideológica, trabajaron pa’l inglés o pa’l americano, que es lo mismo y no da igual. No solo nunca han considerado pedir disculpas por haberle negado a generaciones enteras su derecho a oír y a disfrutar sus gustos musicales. Es que todavía hoy lo siguen haciendo, sin remordimientos, como los buenos sociópatas que no dejan de ser.
En la tarde, cuando los abuelos circulamos por las carreteras de la Florida y sintonizamos al amigo Pepe Forte y su Ático hay una extraña sensación de libertad, de resarcimiento espiritual. El automaníaco nos transporta a la época en que oír otra música era un delito, una muestra de rebeldía, un acto de fina ingeniería comunicacional. Mientras, el tráfico infernal de Miami se mueve, o se detiene, y da lo mismo. Oímos aquellas canciones que eran interrumpidas por la distancia y el odio. Nosotros, los abuelos, comprendemos la devoción de Pepe por Casey Kasem. Y por qué no pudo evitar emocionarse frente a su tumba en el viejo cementerio de Oslo, Noruega.
Agencies/ Habaneciendo/ Opinion-Francisco Almagro/ Extractos/ Excerpts/ Internet Photos/ YouTube/ Arnoldo Varona/ www.TheCubanHistory.com
THE CUBAN HISTORY, HOLLYWOOD.