“CONSTANTE” RIBALAIGUA, EL HOMBRE QUE REINVENTO EL DAIQUIRI PARA HEMINGWAY.PHOTOS.
Allá por los años 30 del siglo XX, dos hombres, uno a cada lado de la barra de El Floridita, cambiaron para siempre la historia del Daiquirí y lo hicieron conocido en el mundo entero: CONSTANTE RIBALAIGUA Y ERNEST HEMINGWAY.
ERNEST HEMINGWAY se levantaba temprano. Los mejores textos que escribió en la Habana por las mañamas, sentado frente a su máquina de escribir, las teclas golpeaban el papel con la velocidad en que las palabras llegaban al escritor. Pero a eso de las 11 de la mañana, el calor habanero se colaba en la habitación 511 del Hotel Ambos Mundos, hasta que el hombre no podía pensar agobiado por la sofocante temperatura. Era hora de parar de escribir.
Si el viento era propicio, Hemingway llegaba hasta el puerto de La Habana, donde estaba atracado Pilar, su barco. Pero otros días, el escritor bajaba hasta el vestíbulo usando el elevador enjaulado y salía a la calle donde el sol brillaba inclemente. Una caminata de tan solo 10 minutos le llevaba hasta su bar favorito, El Floridita.
Al llegar a la cantina Hemingway siempre estaba sediento. Tosa la mañana que encerrado en la pequeña habitación y el calor del mediodía le dejaban reseco.
Pero allí siempre estaba Constante Ribalaigua Vert, con su delantal blanco, batidor en la mano, los vasos de cóctel alineados sobre la barra de caoba. Como todo buen barman, conocía la forma correcta de recibir a un cliente sediento. Pero el era un gran barman, sabía que Ernest Hemingway no era un cliente sediento cualquiera.
CONSTANTE, “EL REY DE LOS COTELEROS”.
Los lugareños llamaban a Ribalaigua «El Rey de los Coteleros». Nació en 1888 en Lloret de Mar, Cataluña, España. Había aprendido a trabajar en el bar con su padre. En 1914, el joven de 26 años comenzó a trabajar detrás de la barra de caoba de El Floridita, el bar de estilo americano en la calle Obispo de La Habana. En 1918, había ahorrado suficiente dinero y lo compró con dos compañeros.
Constante era un hombre de estatura regular, bien plantado, serio y afable, pero austero. Dialogaba con el cliente solo cuando le buscaban conversación. Bebía muy poco, casi podría decirse que era abstemio. Jamás cataba los cócteles que creaba para sus clientes.
Por casi cuatro décadas, hasta su muerte en 1952, Constante atendió a turistas, artistas, actores y exiliados. Creó cócteles con una maestría inusual en un momento en que el trabajo con licores muy difícilmente se consideraría un «arte». Con el tiempo, su habilidad con las bebidas haría que El Floridita fuera mundialmente famoso.
En el libro de recetas de Ribalaigua de 1935, titulado ‘Bar La Florida Cocktails’, el cronista deportivo estadounidense Jack Cuddy, recuerda que, mientras observaba el entrenamiento de primavera de los Gigantes de Nueva York, le preguntó una vez al cantinero del bar del Hotel Nacional que indicara quién era el mejor barman de Cuba. «Ese es Constante» dijo el cantinero de inmediato. Cuenta Cuddy que un mensajero llamó por teléfono a los mejores bares de La Habana: Sloppy Joes, Sevilla, El Plaza y Prado 86. El camarero tenía razón: todos indicaron que el mejor era Constante Ribalaigua.
ENCUENTRO DE CONSTANTE Y ERNEST.
La historia de cómo Hemingway conoció a Ribalaigua y a El Floridita fue algo más casual. Hilary Hemingway, sobrina del escritor, explicó en una entrevista a la NPR que a principios de los años 30, su tío entró al bar para usar el baño. La gente en el bar se jactaba de los daiquirís que servían allí. El escritor ordenó uno y bebió un sorbo. Luego pidió otro, esta vez con «menos azúcar y más ron». Así nació el ‘Papa Doble’, el Daiquirí de Hemingway.
Ribalaigua nombró la bebida en honor a Hemingway. «Papa» quizás por su la barba gris y la seguridad paternal del escritor. El autor del libro Tomar uno y otro: un compañero de cóctel de Hemingway, Phillip Greene, dice que Hemingway se jactaba con orgullo que una tarde de 1942 bebió 17 daiquirís de Constante. Diecisiete dobles. Como Greene señala apropiadamente en su libro: «eso es infernal, es un montón de daiquiri».
El arte del cóctel de Ribalaigua hizo que El Floridita pronto llegara a ser conocido como «la cuna del Daiquirí».
En una carta fechada el 5 de junio de 1943, Hemingway le escribió Martha Gellhorn, su tercera esposa: “Todo es precioso aquí en El Nacional y lo único que falta eres tú querida. Si sólo pudieras ver la vista desde mi habitación, mirar la hermosa corriente del golfo y ¡Oh! esos daiquirís, que nadie los hace como el viejo Constante”.
Hilary Hemingway dice que su tío «traía a todos los que visitaban Cuba a ver a Constante, todos iban a El Floridita a tomar bebidas». Ava Gardner y John Wayne llegaban al lugar para beber cócteles preparados por Constante. Ante una botella de ginebra en El Floridita, Spencer Tracy convenció a Ernest Hemingway de que él era el actor adecuado para interpretar el papel de Santiago de ‘El Viejo y el mar’.
“CONSTANTE” RIBALAIGUA, THE MAN WHO REINVENTED THE DAIQUIRI FOR HEMINGWAY.
In the 1930s, two men, one on each side of the El Floridita bar, forever changed the history of the Daiquirí and made it known throughout the world: CONSTANTE RIBALAIGUA AND ERNEST HEMINGWAY.
ERNEST HEMINGWAY got up early. The best texts he wrote in Havana in the morning, sitting in front of his typewriter, the keys hit the paper with the speed at which the words reached the writer. But around 11 in the morning, the Havana heat seeped into room 511 of the Ambos Mundos Hotel, until the man could not think burdened by the suffocating temperature. It was time to stop writing.
If the wind was right, Hemingway would reach the port of Havana, where Pilar, his ship, was docked. But other days, the writer would go down to the lobby using the caged elevator and out onto the street where the sun was blazing relentlessly. A 10-minute walk would take him to his favorite bar, El Floridita.
When he arrived at the cantina Hemingway was always thirsty. Cough the morning that locked in the small room and the heat of noon left him parched.
But there was always Constante Ribalaigua Vert, with his white apron, whisk in hand, the cocktail glasses lined up on the mahogany bar. Like all good bartenders, he knew the right way to welcome a thirsty customer. But he was a great bartender, he knew that Ernest Hemingway was not just any thirsty customer.
RIBALAIGUA, “THE KING OF THE COTELEROS”.
The locals called Ribalaigua “The King of the Coteleros.” He was born in 1888 in Lloret de Mar, Catalonia, Spain. He had learned to work at the bar with his father. In 1914, the 26-year-old began working behind the mahogany bar at El Floridita, the American-style bar on Obispo Street in Havana. By 1918, he had saved enough money and bought it with two colleagues.
Constante was a man of regular stature, well built, serious and affable, but austere. Dialogue with the client only when they were looking for conversation. He drank very little, one could almost say that he was a teetotaler. He never tasted the cocktails he created for his customers.
For nearly four decades, until his death in 1952, Constante catered to tourists, artists, actors, and exiles. He created cocktails with unusual mastery at a time when working with spirits would hardly be considered an “art.” In time, his skill with drinks would make El Floridita world famous.
In Ribalaigua’s 1935 recipe book titled ‘Bar La Florida Cocktails’, American sportswriter Jack Cuddy recalls that, while watching spring training for the New York Giants, he once asked the bartender at the bar at the Hotel Nacional to indicate who was the best bartender in Cuba. “That’s Constant” said the bartender immediately. Cuddy says that a messenger phoned the best bars in Havana: Sloppy Joes, Seville, El Plaza and Prado 86. The waiter was right: they all indicated that the best was Constante Ribalaigua.
MEETING OF CONSTANT AND ERNEST.
The story of how Hemingway met Ribalaigua and El Floridita was somewhat more casual. Hilary Hemingway, the writer’s niece, explained in an interview with NPR that in the early 1930s, her uncle entered the bar to use the bathroom. The people at the bar bragged about the daiquiris that were served there. The writer ordered one and took a sip. Then he ordered another, this time with “less sugar and more rum.” Thus was born the ‘Double Pope’, the Hemingway Daiquiri.
Ribalaigua named the drink in honor of Hemingway. “Papa” perhaps because of his gray beard and the paternal security of the writer. The author of the book Take One Over Another: Hemingway’s cocktail partner, Phillip Greene, says that Hemingway proudly boasted that one afternoon in 1942 he drank 17 Constante daiquiris. Seventeen doubles. As Greene appropriately points out in his book, “that’s hell, it’s a bunch of daiquiri.”
The Ribalaigua cocktail art made El Floridita soon become known as “the cradle of the Daiquirí.”
In a letter dated June 5, 1943, Hemingway wrote him Martha Gellhorn, his third wife: “Everything is precious here at El Nacional and the only thing missing is you dear. If you could only see the view from my room, look at the beautiful gulf stream and oh, those daiquiris, nobody makes them like old Constante. ”
Hilary Hemingway says that her uncle “brought everyone who visited Cuba to see Constante, they all went to El Floridita for drinks.” Ava Gardner and John Wayne came to the place to drink cocktails prepared by Constante. Over a bottle of gin at El Floridita, Spencer Tracy convinced Ernest Hemingway that he was the right actor to play the role of Santiago in ‘El Viejo y el mar’.
Agencies/ Wiki/ Juanalbgp/AHP/ Salt/TodaCuba/ Internet Photos/ Arnoldo Varona/ www.TheCubanHistory.com
LA HISTORIA DE CUBA, HOLLYWOOD.