THE ‘RED SUPREMACISTS’ in Cuba, consider Themselves the Only Heirs of Patriotic Traditions. (Published in Cuba). * LOS “SUPREMASISTAS ROJOS” en Cuba, se consideran a si Mismos como los Únicos Herederos de Nuestras Tradiciones Patrioticas. (Publicado en Cuba).

tragicisland00irvi_0001LOS ‘SUPREMACISTAS ROJOS’ EN CUBA SE CONSIDERAN LOS UNICOS HEREDEROS DEL PATRIOTISMO.
Por Reinaldo Escobar, La Habana, Cuba.

Aunque colecciono diccionarios padezco de una incurable alergia a citarlos, por eso dejo a los lectores la tarea de buscar, donde mejor les parezca (la RAE aún no lo ha incorporado), el significado que desde el pasado siglo tiene el concepto de “supremacista”.

De todas formas adelanto que alguien puede merecer ese calificativo cuando cree que el grupo de personas al que pertenece debe liderar o tener el control sobre otros grupos de personas porque piensan que son mejores. La palabreja suele llevar apellido y el más usado es “blanco” para referirse a los racistas que consideran como seres inferiores a los negros, latinos, judíos o humanos de cualquier otra procedencia étnica clasificada como “no blancos”.

En Cuba, desde mediados del siglo XX se ha venido fomentando la creencia de que quienes llevan un carné rojo en su bolsillo tienen el privilegio de determinar cómo funciona la economía, bajo qué condiciones está permitido asociarse, cuáles tendencias de pensamiento deben ser difundidas y cuáles prohibidas. Creen tener el derecho a decidir quienes pueden viajar al extranjero, quién puede ser profesor universitario, periodista o diputado al Parlamento.

Los comunistas, esos que poseen un carné rojo, se consideran únicos herederos de las mejores tradiciones patrióticas.

Los comunistas, esos que poseen un carné rojo, se consideran únicos herederos de las mejores tradiciones patrióticas, esas que fueron cosechadas desde que quienes nacieron aquí descubrieron que eran cubanos y no españoles saqueadores de una isla en el Caribe. Verdad que entonces no había comunistas y es por eso que se acuñó un conocido trabalenguas oficial donde queda establecido que aquellos, hoy, serían como ellos y que ellos, entonces, hubieran sido como aquellos.

A diferencia de los supremacistas blancos, los rojos no son mal vistos por los medios oficiales (donde hay supremacistas blancos no hay medios oficiales). No solo no son castigados por las leyes, sino que gozan de un artículo en la Constitución que les otorga la condición de ser “la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado”. Si se hubieran ahorrado el término “superior” no sería tan fácil señalarlos aquí como supremacistas.

Históricamente los supremacismos terminan mal. Así fue en la Alemania nazi cuando los que se creían arios pretendieron aniquilar a los que sobraban; así fue en Ruanda cuando la población tutsi fue casi exterminada por los hutus; así es en el mundo árabe donde las sangrientas divergencias entre chiitas y sunitas se fundamentan en la disputa por la herencia del profeta Mahoma.

Mientras los supremacistas se sienten predominantes y los dirigidos obedecen en silencio, la autoridad impuesta se ejerce con un manto de nobleza paternalista; pero basta que un par de voces desentonen en el coro de los fingidos asentimientos para que se muestre en toda su fiereza la despótica ira de quienes se atribuyen una superioridad que solo funciona cuando es inapelable.

Hoy en Cuba estamos viendo esa ira, hija de un supuesto odio de clases que no tiene razón de ser donde todos son desposeídos. Una ira alimentada con un nacionalismo paranoico que percibe en el discrepante político que ama a su país a un traidor que quiere venderle la patria al extranjero enemigo.

En el frágil tejido de una sociedad hay hilos que nunca deben romperse porque se corre el riesgo de que jamás puedan ser restablecidos, reparados, sanados.

Ese quizás sea el más grave peligro que amenaza a Cuba en estos momentos. Peor aún que el desabastecimiento en los mercados o la falta de liquidez del dinero que se obtiene mediante el trabajo honrado; peor aún, es que los epítetos ideológicos consigan disolver nuestra identidad.

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tragicisland00irvi_0001THE ‘RED SUPREMACISTS’ IN CUBA CONSIDER THEMSELVES THE ONLY HEIRS OF PATRIOTIC TRADITIONS.
By Reinaldo Escobar, Havana, Cuba.

Although I collect dictionaries, I suffer from an incurable allergy to citing them, so I leave it to the readers to search, where they see fit (the RAE has not yet incorporated it), the meaning that the concept of “supremacist” has had since the last century.

In any case, I advance that someone may deserve that qualification when they believe that the group of people to which they belong should lead or have control over other groups of people because they think they are better. The word usually has a surname and the most used is “white” to refer to racists who consider blacks, Latinos, Jews, or humans of any other ethnic origin classified as “non-white” as inferior beings.

In Cuba, since the middle of the 20th century, the belief has been fostered that those who carry a red card in their pocket have the privilege of determining how the economy works, under what conditions it is allowed to associate, which trends of thought should be disseminated and which prohibited. They believe they have the right to decide who can travel abroad, who can be a university professor, journalist, or deputy to Parliament.

Communists, those who have a red card, consider themselves the sole heirs of the best patriotic traditions.

Communists, those who have a red card, consider themselves the sole heirs of the best patriotic traditions, those that were harvested since those who were born here discovered that they were Cubans and not Spaniard’s looters of an island in the Caribbean. It is true that then there were no communists and that is why a well-known official tongue twister was coined where it is established that those, today, would be like them and that they, then, would have been like those.

Unlike white supremacists, Reds are not frowned upon by the official media (where there are white supremacists there are no official media). Not only are they not punished by the laws, but they also enjoy an article in the Constitution that gives them the status of being “the superior leading political force of society and the State.” If they had spared the term “superior” it would not be so easy to mark them here as supremacists.

Historically supremacisms end badly. This is how it was in Nazi Germany when those who believed themselves Aryans tried to annihilate those who were leftover; This is how it was in Rwanda when the Tutsi population was almost exterminated by the Hutus; This is the case in the Arab world where the bloody differences between Shiites and Sunnis are based on the dispute over the inheritance of the Prophet Muhammad.

While the supremacists feel predominant and the led silently obey, the imposed authority is exercised under a cloak of paternalistic nobility; But it is enough for a couple of voices to clash in the chorus of the feigned assents for the despotic anger of those who claim a superiority that only works when it is unappealable is shown in all its fierceness.

Today in Cuba we are seeing that anger, the daughter of a supposed class hatred that has no reason to be where everyone is dispossessed. A wave of anger fueled by a paranoid nationalism that perceives in the political dissent who loves his country a traitor who wants to sell his country to the enemy foreigner.

In the fragile fabric of society, there are threads that must never be broken because there is a risk that they can never be restored, repaired, healed.

That is perhaps the gravest danger that threatens Cuba at the moment. Worse still than the lack of supply in the markets or the lack of liquidity of the money that is obtained through honest work; Worse still, is that ideological epithets succeed in dissolving our identity.

Agencies/ 14ymedio/ Reynado Escobar, La Habana/ Internet Photos/ Arnoldo Varona/ www.TheCubanHistory.com
THE CUBAN HISTORY, HOLLYWOOD.

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