Inside CubaLAS PELEAS de Gallos en Cuba, de Generación a Generación. PHOTOS. * COCKFIGHTING in Cuba, from Generation to Generation. PHOTOS.

LAS PELEAS DE GALLOS EN CUBA, DE GENERACION A GENERACION. PHOTOS

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Importado por los españoles junto a otras muchas de sus costumbres, las peleas de gallos fueron asimiladas por nuestro pueblo y hoy forman parte de su tradición cultural. Entretenimiento por excelencia del guajiro cubano, incluso han estado ligadas a las luchas por la independencia. Existen documentos que prueban que en fecha tan lejana como 1737 ya había actividades de este tipo en la Isla. Según entendidos, la lidia de gallos “se entronizó de tal modo que en todos los lugares poblados urbanos o rurales existía una valla”, a pesar de que la mayoría de las autoridades de la metrópoli la persiguieron, limitándola unos y prohibiéndola otros, pues estimaban que enardecía a los criollos y los incitaba a la lucha, además de que era punto de reunión para conspirar contra España.

Este juego se hizo tan común en la época colonial, que en todos los poblados urbanos o rurales se construyeron “vallas”, que es como se conocen en Cuba los ruedos creados para este fin.

Hay muchos colores de gallos. En Cuba existen todos: indio, pinto, cenizo, canelo, giro, etc. El indio es zambo en Venezuela, colorado en México, y así, no se distinguen de la misma forma.

El color no tiene nada que ver con la bravura. Prima más el indio, el cenizo y el pinto, pero la bravura viene en la cría del gallo.

En la primera mitad del siglo XX la legalidad de las peleas de gallos en Cuba sufrió varios altibajos.

En 1909, el entonces Presidente de la República de Cuba, José Miguel Gómez, para ganar simpatizantes autorizó nuevamente las peleas de gallos y se acordaron reglamentos para su ejecución.​​

Hasta finales de 1967 y principios de 1968 se realizaban peleas en todo el país, pero en interés de eliminar las apuestas se cerraron las vallas y se prohibieron las peleas, aunque no así la crianza de los gallos. Pero en 1980 las autoridades despenalizaron las peleas eliminándolas como figuras delictivas y convirtiéndolas en simples contravenciones.

A partir de entonces se desarrolló un plan estatal a modo de organización empresarial representado por la Empresa Nacional de Flora y Fauna, adscrita al Ministerio de la Agricultura, cuya organización tiene centros de cría, cuidado y recolección de gallos de pelea y agrupa a todos los criadores privados con representación en todas las provincias agrupadas por territorios. La organización programa varias ferias o torneos provinciales y nacionales al año en los meses de enero-abril con el objetivo de probar las crías y la calidad de los gallos, pero sin mediar interés monetario en los resultados de las peleas. La organización empresarial mantiene relaciones comerciales de venta de gallos a criadores de otros países del Caribe, donde son comunes las peleas de gallos.

Como en todos los demás lugares, la gran mayoría de las peleas son por dinero, pues a estos gallos, deportistas de alto rendimiento y sin voluntad propia, se les dedica grandes sumas de tiempo, alimento, medicinas, entrenamiento y cuidados especiales, que por tanto hay que no batarlos en una pelea en que tu gallo puede resultar dañado y hasta muerto. Además hay que pagarle al cuidador, al vallero, al veterinario, etc.

En las apuestas es recomendable apostar una cierta cantidad contra el gallo propio.​

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DE GENERACION A GENERACION.

Generalmente, el gallero llega a la afición por los gallos como parte de una tradición familiar. Desde niño se le va metiendo en la sangre el gusto por él. En cualquier familia campesina que se haya dedicado a la cría de estas aves, la actividad pasa de una generación a otra.

Eso le sucedió a Gilberto Oliver Díaz, cuyo abuelo fue gallero. Desde los 14 años comenzó a trabajarlos, y a pesar de que durante más de tres lustros se desempeñó como mecánico diesel en el Puerto de Cárdenas, nunca los dejó. Gilberto entiende que el gallo fino cubano va mejorando con el paso de los años. “Vamos haciendo cruces entre nosotros para buscar un buen pedigree”.

Luego me explica, desde la a hasta la z cómo se crían, el esfuerzo que requiere su cuidado y los detalles del entrenamiento. Al enumerar los resultados, me percato que se enorgullece como un maestro de sus alumnos graduados. “Cuando se cría para pelear, se busca fortaleza, resistencia, velocidad y puntería. El gallo de lidia es un ave capaz de combatir hasta la muerte, y aún agonizando presenta combate.”

En Cuba hasta finales de 1967 y principios del 68 existían vallas en toda la Isla, pero al eliminarse los juegos de azar fueron cerradas y prohibidas las peleas. Las aves de combate estuvieron a punto de desaparecer. En 1972 se creó una institución estatal para reproducirlas, mantenerlas y desarrollarlas, además de agrupar a los criadores reconocidos con el fin de que ayudaran a su incremento. A mediados de los años 80 las peleas fueron despenalizadas. En realidad lo que sigue siendo ilícito son las apuestas, no la tenencia de gallos y crías. Sin embargo, algunas personas eluden hablar del asunto, como si fuera un tema tabú.

Como se sabe, antes de 1959 Cuba llegó a exportar más de 20 mil ejemplares, y aunque en los últimos años se ha comercializado muy bien en México, República Dominicana, Martinica, Guadalupe, Panamá, Venezuela, Aruba y España, aún estamos muy lejos de esa cifra, lo que quiere decir que a la Empresa Flora y Fauna y a los más de 1 800 galleros les queda mucho por hacer.

Para empezar las primeras peleas, los gallos deben tener 3 libras 2 onzas (es el mínimo que se acepta en la Feria) y de ahí para arriba hasta 4,4 ,4,6.

Un buen gallo puede hacer hasta 11 peleas, no más, aunque puede haber excepciones. En la mayoría 5,6,7 combates.

EL GALLO, GLADIADOR POR INSTINTO…

En el centro de la valla dos hermosos gallos separados por rejones se lanzan miradas y cantos desafiantes. Uno es indio, canelo el otro, y bajo las luces del recinto los colores de sus plumas hacen tornasoles. Son esbeltos, fuertes, anchos, de cuellos finos y cuerpos bien proporcionados.

El juez, cronómetro en mano, da la señal. Levantan las jaulas y los gallos salen al ruedo, quedando inmóviles uno y otro. El público calla. La atmósfera del ambiente se hace pesada.

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Entonces abren sus alas y saltan casi al unísono, dejando en la arrancada una nube de aserrín y plumas. De repente se detienen y se observan como cada uno queriendo adivinar la táctica que usará el contrario. Luego se acercan cautelosamente, calculando sus respectivas fuerzas, mientras son apremiados por los espectadores. Vuelven a saltar y de nuevo se colocan frente a frente, como anunciando que muy pronto el reto se convertirá en combate.

Uno se adelanta. El otro repele el ataque. Tienen un elegante estilo de combate. Se comportan con bravura, atacando o resistiendo el castigo, tal y como exige su estirpe: sangre y fuego. De súbito, el indio hace un revuelo y con el pico entreabierto cae sobre el canelo, que evade el golpe con un movimiento sorpresivo: pica la cabeza del indio, que gira esquivo y arremete contra el cuello de su contrincante. Saltan batiendo el aire con sus alas. Suben. Se agitan. Corren. Se persiguen. Se buscan y vuelven a enfrascarse en una lucha donde se confunde y difumina el arco iris de sus plumas. En una sucesión inusitada de ataques ambos tratan de agarrarse con el pico, y arremeten levantando las patas en un intento por buscar un punto de apoyo para clavar la espuela.

Cuando finalmente uno logra afincar el pico en la cabeza del otro, le propina un agudo espuelazo estremeciéndolo, pero éste, a su vez, abre las alas y levanta las patas hasta quedar encima del contrario.

…A los 15 minutos de la fiera batalla ninguno se ha rendido. Por el contrario, los gritos de los espectadores parecen alentarlos. El equipo de jueces no pierde de vista a los peleadores, ni el árbitro deja de observar a los animales y al recinto, lleno de humo, de gritos y de espectadores, cuyos rostros se van transformando con la pelea, y los que aunque saben que no pueden violar las estrictas reglas de la valla, parecen a punto de saltar al ruedo.

Es un impresionante espectáculo que excita los sentidos y desborda bullicio y colorido. A los 20 minutos, prácticamente agotados las aves y los sudorosos aficionados, el juez cuenta los últimos 10 segundos y declara tabla la pelea. Los gallos están enteros. Ni ganador ni vencido, pero la valla aún vibra con los últimos gritos.

Un grupo de investigadores del Instituto Superior Pedagógico de la provincia Pinar del Río aficionado a los gallos, llegó a la conclusión de que constituyen “…una tradición del pueblo cubano impuesta durante siglos por la voluntad colectiva y que no ha variado su movimiento Interno a pesar de los cambios históricos sociales habidos a lo largo de varios siglos”.

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COCKFIGHTING IN CUBA, FROM GENERATION TO GENERATION. PHOTOS

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Imported by the Spanish along with many other of their customs, cockfighting was assimilated by our people and today they are part of their cultural tradition. Entertainment par excellence of the Cuban peasant, they have even been linked to the struggles for independence. There are documents that prove that as far back as 1737 there were already activities of this type on the island. that most of the authorities of the metropolis persecuted it, limiting some and prohibiting others, because they considered that it inflamed the Creoles and incited them to fight, in addition to being a meeting point to conspire against Spain.

This game became so common in colonial times that “fences” were built in all urban or rural towns, which is how the arenas created for this purpose are known in Cuba.

There are many colors of roosters. In Cuba they all exist: indio, pinto, cenizo, canelo, giro, etc. The Indian is zambo in Venezuela, red in Mexico, and thus, they are not distinguished in the same way.

Color has nothing to do with bravery. The Indian, the Ash and the Pinto prevail more, but the bravery comes in the young of the rooster.

In the first half of the 20th century, the legality of cockfighting in Cuba suffered several ups and downs.

In 1909, the then President of the Republic of Cuba, José Miguel Gómez, in order to win supporters, again authorized cockfighting and regulations were agreed upon for its execution.

Until the end of 1967 and the beginning of 1968, fights were held throughout the country, but in the interest of eliminating betting, the fences were closed and fights were prohibited, although the raising of roosters was not. But in 1980 the authorities decriminalized the fights, eliminating them as criminal figures and turning them into simple contraventions.

From then on, a state plan was developed as a business organization represented by the National Flora and Fauna Company, attached to the Ministry of Agriculture, whose organization has breeding, care and collection centers for fighting cocks and brings together all private breeders with representation in all provinces grouped by territories. The organization schedules several provincial and national fairs or tournaments a year in the months of January-April with the aim of testing the young and the quality of the roosters, but without mediating monetary interest in the results of the fights. The business organization maintains commercial relations for the sale of roosters to breeders in other Caribbean countries, where cockfighting is common.

As in all other places, the vast majority of fights are for money, because these roosters, high-performance athletes with no will of their own, dedicate large sums of time, food, medicine, training, and special care, which for so much you have to not beat them in a fight in which your rooster can be damaged and even killed. In addition, you have to pay the caretaker, the vallero, the vet, etc.

In betting it is advisable to bet a certain amount against your own rooster.

FROM GENERATION TO GENERATION.

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Generally, the gallery comes as a hobby for roosters as part of a family tradition. Since he was a child, his taste for him has been getting into his blood. In any peasant family that has dedicated itself to the breeding of these birds, the activity passes from one generation to another.

That happened to Gilberto Oliver Díaz, whose grandfather was a gallero. At the age of 14, he started working on them, and despite the fact that for more than fifteen years he worked as a diesel mechanic in the Port of Cárdenas, he never left them. Gilberto understands that the Cuban fine rooster improves over the years. “We are making crosses between us to find a good pedigree.”

Then he explains to me, from a to z how they are raised, the effort that their care requires and the details of the training. Listing the results, I realize that he prides himself as a teacher of his graduate students. “When bred to fight, you look for strength, stamina, speed and marksmanship. The fighting rooster is a bird capable of fighting to the death, and even when dying it fights.”

In Cuba, until the end of 1967 and the beginning of 1968, there were fences throughout the Island, but when gambling was eliminated, they were closed and fighting was prohibited. Fighting birds were about to disappear. In 1972 a state institution was created to reproduce, maintain and develop them, in addition to grouping recognized breeders in order to help them increase. In the mid 80’s the fights were decriminalized. In reality, what is still illegal is betting, not the possession of roosters and young. However, some people avoid talking about it, as if it were a taboo subject.

As is known, before 1959 Cuba exported more than 20,000 specimens, and although in recent years it has been very well marketed in Mexico, the Dominican Republic, Martinique, Guadeloupe, Panama, Venezuela, Aruba, and Spain, we are still a long way off. of that figure, which means that the Flora and Fauna Company and the more than 1,800 galley owners have a lot to do.

To start the first fights, the roosters must be 3 pounds 2 ounces (it is the minimum accepted at the Fair) and from there up to 4,4,4,6.

A good rooster can do up to 11 fights, no more, although there may be exceptions. In most 5,6,7 combats.

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THE ROOSTER, A GLADIATOR BY INSTINCT…

In the center of the fence, two beautiful roosters separated by bars look at each other and chant defiantly. One is Indian, the other cinnamon, and under the lights of the enclosure the colors of their feathers make iridescence. They are slender, strong, broad, with fine necks and well-proportioned bodies.

The judge, stopwatch in hand, gives the signal. They raise the cages and the roosters come out into the ring, one and the other remaining motionless. The public is silent. The atmosphere of the environment becomes heavy.

Then they spread their wings and jump almost in unison, leaving behind a cloud of sawdust and feathers. Suddenly they stop and look at each other as each one wants to guess the tactic that the opponent will use. Then they cautiously approach, calculating their respective strengths, while being urged on by the spectators. They jump again and again stand face to face, as if announcing that very soon the challenge will turn into combat.

One goes ahead. The other repels the attack. They have an elegant combat style. They behave bravely, attacking or resisting punishment, as their lineage demands: blood and fire. Suddenly, the Indian makes a stir and with its beak half-open falls on the cinnamon tree, which evades the blow with a surprising movement: it bites the Indian’s head, which turns away and attacks the neck of its opponent. They jump beating the air with their wings. go up. They stir. They run. they chase each other They look for each other and get involved again in a fight where the rainbow of their feathers is confused and blurred. In an unusual succession of attacks, both try to grab on with their beaks, and they attack, raising their legs in an attempt to find a foothold to sink their spurs into.

When one finally manages to settle its beak on the other’s head, it gives it a sharp spur, making it shudder, but the latter, in turn, spreads its wings and raises its legs until it is on top of the other.

…After 15 minutes of the fierce battle, no one has surrendered. On the contrary, the screams of the spectators seem to encourage them. The team of judges does not lose sight of the fighters, nor does the referee stop watching the animals and the enclosure, full of smoke, screams and spectators, whose faces are transformed by the fight, and those who even though they know that they cannot violate the strict rules of the fence, they seem about to jump into the ring.

It is an impressive spectacle that excites the senses and overflows with noise and color. At 20 minutes, the birds and the sweaty fans are practically exhausted, the judge counts the last 10 seconds and declares the fight a draw. The roosters are whole. Neither winner nor loser, but the fence still vibrates with the last shouts.

A group of researchers from the Higher Pedagogical Institute of the Pinar del Río province, fond of roosters, came to the conclusion that they constitute “…a tradition of the Cuban people imposed for centuries by the collective will and that its internal movement has not changed. despite the historical and social changes that have taken place over several centuries”.

Agencies/ Wiki/ Granma/ A. Gonzalez/ EduFuturo/ Extractos/ Excerpts/ Internet Photos/ Arnoldo Varona/ www.TheCubanHistory.com
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