Inside CubaRECUERDOS de la Habana, a la que los Cronistas llamaban, el PARÍS de America. * MEMORIES of Havana, which the Chronicler called, the PARÍS of America. PHOTOS.

RECUERDOS DE LA HABANA, A LA QUE LOS CRONISTAS LLAMABAN, EL PARÍS DE AMERICA. PHOTOS

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Quizás muchos cubanos todavía recuerdan a aquella Habana nocturna que estaba llena de luces, de anuncios neón y de bares y cabarés. Y si no alcanzaban, en cualquier bodega había una barra donde podías tomar cualquier cosa. Recordamos como todos se empeñaban en que la cerveza estuviera más fría, que su oferta fuera más variada y que los “saladitos” o acompañantes de las bebidas fueran los mejores. Los bares competían por ofrecer mayor privacidad unos, más elegancia otros e impactante ambientación los más osados, como el Johnny’s Dream con su barra a desnivel o el Eloy’ s Club en Línea y F con su impactante pecera a lo largo de toda la pared, un espléndido nightclub al estilo de los años cincuenta de lo más hermoso que he visto en este tipo de comercios, el curioso Turf Club, la terrorífica “Las Catacumbas” en la Virgen del Camino y muchos otros.

De los cabarés ni hablar, estaban entre los mejores del mundo. No voy a volver sobre un tema que he tratado ampliamente, pero Tropicana, Montmartre, Sans Souci, el Capri, el Parisién o el Copa eran la pista de los mejores músicos y cantantes cubanos y mundiales.

También había una gran oferta de restaurantes de todo tipo y categoría, predominando los de comida española y cubana, aunque había mucha variedad, entre ellos de gastronomía judía, árabe, francesa e italiana y cientos de fondas cubanas y de chinos, a lo que se sumaban las comidas callejeras, dominadas por las fritas y sándwiches cubanos, los panes con lechón y los ostiones y huevos de carey.

LUGARES PARA BAILAR

Y muchos turistas iban a las Academias de Baile, como eran el Habana Sport en Prado y Neptuno, el Sport Antillano en Galiano y Marte y Belona al lado de la tienda Sears en la calle Reina. Eso solo por mencionar los más céntricos, porque realmente en muchos barrios, en particular en el Cerro, la Víbora y San Miguel del Padrón había muchos otros lugares para bailar y para aprender a bailar.

Y para bailar solamente, La Habana era famosa por la cantidad de lugares donde se bailaba a todas horas, para todo tipo de gusto y categorías porque si algo le gusta al cubano es el baile y para ello había sitios acorde con cualquier bolsillo.

Había sociedades regionales y hasta las llamadas sociedades para personas de color, pero en todas existía un entretenimiento sano. El Pilar, Curros Enríquez y muchas otras eran muy concurridas.

Las cerveceras, entre las que destacaba los jardines de La Tropical, tenían salones destinados al baile y donde tocaban las mejores orquestas y no existía la inseguridad que ahora impera.

LAS CAFETERIAS, EL CAFE CON LECHE Y EL BATIDO

La Habana estaba llena de cafeterías-lecherías que ofrecían alimentos ligeros (si se puede considerar ligero a un sandwich cubano, una medianoche o un tamal preparado), café, leche fría, café con leche (un infaltable lo mismo para acostarse que para conversar que para hacer un negocio), pastelitos, croquetas, frituras y los batidos. Los lugares con menos variedad los ofrecían de chocolate, leche malteada o trigo pero en muchas la oferta abarcaba todo tipo de frutas.

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Había muchos que repetían más de una vez al día la combinación perfecta: un café con leche bien fuerte servido en un vaso de cristal grande y grueso y un pan cubano con mantequilla.

Si andabas cerca del Prado no podías dejar de ir al Anón de Virtudes, donde cualquier cosa sabrosa era posible tomar, y si te tomabas allí un batido de mamey o una champola, nunca la ibas a olvidar. Y como esa catedral de las frutas había otros establecimientos tratando de igualarla. Entonces Cuba era un paraíso donde había todo tipo de frutas en abundancia tal que se exportaban a Estados Unidos y España principalmente.

Había sitios muy atrayentes como eran El Anón del Prado en el Paseo del Prado entre Virtudes y Neptuno, pero hoy las ruinas de El anón de Virtudes son tan imposibles de recuperar como la champola que allí se tomó García Lorca o que nos tomamos nosotros más de una vez en esos lugares o en otros que también desaparecieron junto con las guanábanas, los canisteles, los anones, las chirimoyas y los caimitos.

ENTRETENIMIENTO PARA TODOS

Los que no tenían ni para el cine, ni la pelota, ni el Coney Island, para ir a un bar, un restaurante o un cabaré y ni siquiera para tomarse un café con leche o una cerveza, tenían dos opciones, nada desdeñables: el Prado o el Malecón.

En el Prado, junto a los leones, nos podíamos sentar y disfrutar de la vista del paso de los innumerables carros que transitaban en un sentido u otro. Convertibles, Colas de Pato, Fotingos, iban muchos con un solo objetivo, darle la vuelta al Prado desde la calle Monte hasta el Malecón, ver el paisaje, disfrutar del fresco y meterse con la gente. Si tenías suerte podía aparecerse y plantar su show cerca de donde estabas, uno de los “comecandelas”, el “patinador de la muerte” o el “hombre rana”, u otros de los raros personajes que hacían espectáculos para ver si sacaban aunque sea para una frita. O los numerosos cantantes, dúos o tríos que daban todo un recital y después pasaban el cepillo pidiendo: ¡ayuden al artista cubano!.

Y un lugar privilegiado era el Malecón, el banco más largo del mundo, y también el más fresco, un lugar que invita al descanso, a disfrutar de la brisa marina, al relax, a ver la farola del morro, pasear de la mano a los niños y soñar con un mañana en que tenga dinero para ir a una de las tantas alternativas que ofrecía La Habana de noche.

Había otra opción, gratificante sobre todo en tiempo de navidad y reyes, que era pasear por las principales calles comerciales, como Galiano, a observar las vidrieras de las tiendas y sus ofertas para las fiestas.

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Probablemente a la gran mayoría de los que viven hoy en La Habana, la única opción que les queda es la del entretenimiento de los pobres: o ir al Prado a ver pasar lo que pueda moverse, que ya no son colepatos ni convertibles, o irse al Malecón, eso sí, alejándose de los sectores donde se aglomera la comunidad LGBT (que antes conocíamos por otro nombre) o tratando de que no lo confundan con jineteros o jineteras, traficantes de drogas, o la fauna afín. Y de ir a ver las vidrieras de las tiendas, mejor ni hablar.

Por ello lo más probable es que la gente se quede en su casa viendo la televisión, aunque la programación sea un clavo ardiendo, porque aunque no hubiera una pandemia, no hay mucho que buscar afuera.

A La Habana le llamaban los cronistas, el París de América, los que la visitaban por primera vez, asombrados, comentaban que la sociedad habanera de aquel entonces, podía compararse con la brillante sociedad parisina y es que La Habana era un multifacético abanico de lugares de entretenimiento y diversión, donde existían casi mil 200 bares o locales nocturnos musicales; 250 clubes sociales con actividad musical; 50 orquestas que habitualmente tocaban; 100 tiendas de discos y 150 comercios de instrumentos musicales, múltiples ofertas gastronómicas y deportivas, y a la par de todas estas ofertas te encontrabas en la capital de Cuba, la ciudad musical por excelencia y la más bailadora del mundo.

Simplemente recordemos que cuando Las Vegas no era más que una parada en el desierto, el “Tropicana” era ya un “paraíso bajo las estrellas”.

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MEMORIES OF HAVANA, WHICH THE CHRONICLER CALLED, THE PARIS OF AMERICA. PHOTOS

LA HABANA DE NOCHEhttpmanuelpereiraazogue.blogspot

Perhaps many Cubans still remember that nighttime Havana that was full of lights, neon advertisements and bars and cabarets. And if they weren’t enough, in any winery there was a bar where you could have anything. We remember how everyone insisted that the beer be colder, that its offering was more varied and that the “saladitos” or accompaniments to the drinks were the best. The bars competed to offer greater privacy, some, more elegance and more daring ambiance, such as Johnny’s Dream with its sunken bar or Eloy’s Club en Línea y F with its impressive fish tank along the entire wall. a splendid 1950s-style nightclub that is the most beautiful I have seen in this type of business, the curious Turf Club, the terrifying “Las Catacumbas” in Virgen del Camino and many others.

Not to mention the cabarets, they were among the best in the world. I am not going to return to a topic that I have discussed extensively, but Tropicana, Montmartre, Sans Souci, the Capri, the Parisién or the Copa were the venue for the best Cuban and world musicians and singers.

There was also a wide range of restaurants of all types and categories, with Spanish and Cuban food predominating, although there was a lot of variety, including Jewish, Arab, French and Italian cuisine and hundreds of Cuban and Chinese inns, to which Street foods were added, dominated by Cuban fries and sandwiches, bread with suckling pig, and oysters and hawksbill eggs.

PLACES TO DANCE

And many tourists went to the Dance Academies, such as the Habana Sport on Prado and Neptuno, the Sport Antillano on Galiano and Marte and Belona next to the Sears store on Reina Street. That’s just to mention the most central ones, because really in many neighborhoods, particularly in Cerro, la Víbora and San Miguel del Padrón there were many other places to dance and learn to dance.

And just for dancing, Havana was famous for the number of places where dancing was held at all hours, for all types of tastes and categories because if Cubans like something, it is dancing and for that there were places suitable for any budget.

There were regional societies and even so-called societies for colored people, but in all of them there was healthy entertainment. El Pilar, Curros Enríquez and many others were very busy.

The breweries, among which the gardens of La Tropical stood out, had rooms for dancing and where the best orchestras played and there was no insecurity that prevails now.

COFFEE SHOPS, COFFEE WITH MILK AND SHAKES

Havana was full of cafeterias-dairies that offered light food (if you can consider a Cuban sandwich, a midnight or a prepared tamale light), coffee, cold milk, café con leche (a must, both for going to bed and for conversation that to do a business), pastries, croquettes, fries and smoothies. The places with less variety offered chocolate, malted milk or wheat, but in many the offering included all types of fruits.

There were many who repeated the perfect combination more than once a day: a very strong coffee with milk served in a large, thick glass glass and a Cuban bread with butter.

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If you were near the Prado you couldn’t miss going to Anón de Virtudes, where anything tasty was possible, and if you had a mamey shake or a champola there, you would never forget it. And like that cathedral of fruits there were other establishments trying to match it. Then Cuba was a paradise where there were all kinds of fruits in such abundance that they were exported mainly to the United States and Spain.

There were very attractive places such as El Anón del Prado on the Paseo del Prado between Virtudes and Neptuno, but today the ruins of El anón de Virtudes are as impossible to recover as the champola that García Lorca drank there or that we drank more than once in those places or in others that also disappeared along with the soursops, the canisteles, the sugar apples, the custard apples and the star apples.

ENTERTAINMENT FOR EVERYONE

Those who did not have enough money to go to the movies, the ball, or Coney Island, to go to a bar, a restaurant or a cabaret, or even to have a coffee with milk or a beer, had two options, not inconsiderable: the Prado or the Malecón.

In the Prado, next to the lions, we could sit and enjoy the view of the countless cars passing in one direction or another. Convertibles, Duck Tails, Fotingos, many went with a single objective, to go around the Prado from Monte Street to the Malecón, see the landscape, enjoy the fresh air and mingle with people. If you were lucky, one of the “candela-eaters”, the “skater of death” or the “frogman”, or other of the strange characters who put on shows to see if they got even for a fry. Or the numerous singers, duos or trios who gave an entire recital and then passed the brush asking: help the Cuban artist!

And a privileged place was the Malecón, the longest bank in the world, and also the coolest, a place that invites you to rest, enjoy the sea breeze, relax, see the Morro street lamp, walk hand in hand with the children and dream of a tomorrow when I have money to go to one of the many alternatives that Havana offered at night.

There was another option, gratifying especially at Christmas time, which was to walk through the main shopping streets, like Galiano, to look at the store windows and their offers for the holidays.

Probably for the vast majority of those who live in Havana today, the only option left is to entertain the poor: either go to the Prado to see what can move pass by, which are no longer colepatos or convertibles, or leave. to the Malecón, yes, moving away from the sectors where the LGBT community gathers (which we previously knew by another name) or trying not to be confused with riders or riders, drug traffickers, or related fauna. And going to see the shop windows, better not to mention.

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Therefore, it is most likely that people will stay at home watching television, even if the programming is a burning nail, because even if there were not a pandemic, there is not much to look for outside.

The chroniclers called Havana, the Paris of America, those who visited it for the first time, astonished, commented that the Havana society of that time could be compared with the brilliant Parisian society and that Havana was a multifaceted range of places. entertainment and fun, where there were almost 1,200 bars or musical nightclubs; 250 social clubs with musical activity; 50 orchestras that usually played; 100 record stores and 150 musical instrument stores, multiple gastronomic and sports offers, and along with all these offers you found yourself in the capital of Cuba, the musical city par excellence and the most dancing city in the world.

Let’s just remember that when Las Vegas was nothing more than a stop in the desert, the “Tropicana” was already a “paradise under the stars.”

Agencies/ Wiki/ NostalgiaCubana/ Carlos Rodriguez Bua/ Extractos/ Excerpts/ Internet Photos/ Arnoldo Varona/ www.TheCubanHistory.com
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