FRASES CUBANAS: “A ESE NO LO SALVA NI EL MEDICO CHINO”. SU HISTORIA. PHOTOS.
Esta expresión se refiere a la fama de un doctor chino Cham Bom-Biá que fue uno de los tantos botánicos radicados en Cuba considerado el precursor de la medicina tradicional china en la isla.
Su nombre real era Chang Pon Piang , cuyo significado en castellano es Sol Amarillo. Ajustado al cristiano comenzó a ser llamado Juan.
Entonces Juan Cham Bom-Biá, es posible que haya venido a Cuba con el propósito de ayudar a sus coterráneos chinos quienes, desde la década de 1840, fueron traídos a la mayor de las Antillas en calidad de esclavos.
En Cuba Cham Bom-biá, quien ha trascendido a nuestro imaginario popular, por ser el más conocido de todos los que ejercieron esta “profesión” y del que ha quedado en nuestro folklore la frase “No le salva ni el Médico Chino”, desde hace mucho mas de un siglo.
En la edicion del diario cubano “Diario de la Marina” del 20 de Abril de 1870 este reporta: “En el mes de Junio, comienza a adquirir fama de médico el chino Cham Bom-Bia, y este se trasladó a Matanzas y a la Habana, donde se hizo célebre por sus grandes curas, conocido por el “Médico Chino”. “Ni el médico chino lo salva” eran los dicharachos cuando había algún enfermo grave…”.
CHAM BOM-BIA, EL MEDICO CHINO
Se le describe como un hombre de elevada estatura, de ojillos vivos y penetrantes algo oblicuos que usaba una larga perilla rala, pendiente del mentón, acompañado de un bigote caído al estilo de la Manchuria y solemnes y amplios ademanes subrayando su lenguaje figurado y ampuloso. En su trato se advertía un correcto caballero y vestía como los occidentales con una holgada levita de dril, y con chistera y chaqué tal como correspondía en Cuba a la imagen de un médico en esa época.
Cham Bom-biá, perteneciente a la etnia Jaca, del sur de China, como tantos de sus compatriotas, agregó a su nombre el patronímico cristiano de Juan. Por el expediente promovido para adquirir la ciudadanía hispana en 1860 sabemos que tuvo residencia constante en la Isla desde que se le concedió carta de domicilio en La Habana.
Llegó a Cuba en 1858, como miembro de una expedición de chinos culíes contratados para trabajar en la agricultura. Al comienzo ya radicado en La Habana, se dedica al oficio de cigarrero y poco después ya realiza sus “curas de males” entre sus vecinos de la calle Maloja, en el barrio de los Sitios.
Había estudiado la botánica en su País pero, al no tener certificación oficial para ejercer en su consultorio, establecen en su contra una querella judicial por el ejercicio ilegal de la medicina. Pierde su casa de Maloja y es recogido en el hogar de otros paisanos que le ayudan a subsistir, dándole techo y alimentación.
Se traslada a Matanzas, y pone su consultorio en la calle de Mercaderes, esquina a San Diego, donde habita desde 1864 hasta 1871. En esta ciudad ejerce con no menos popularidad que en La Habana, pero una nueva acusación, y pocos clientes, hacen que en 1872 se traslade a Cárdenas, por ser esta ciudad, en ese entonces, asiento de un gran número sus compatriotas, lo que le garantizaba una mayor aceptación y clientela.
En Cárdenas, Perla del Norte, estableció su hogar donde tenía su propio dispensario para elaborar los medicamentos, aunque también se los confeccionaban en una farmacia china que existía en la Tercera Avenida número 211, de dicha ciudad.
Su domicilio era junto al antiguo cuartel de Bomberos, en las calles Coronel Verdugo esquina a la Avenida de Vives. En Cárdenas realizó curas maravillosas de enfermos desahuciados por médicos de fama de aquella ciudad y de La Habana, devolviéndoles a muchos de sus clientes la salud, la vista y el uso de sus miembros.
También tuvo tiempo para tener ocho hijos varones, nacidos todos en lechos de concubinas, aunque falleció solitario en su propio domicilio, por lo que se hicieron conjeturas de que había sido envenenado por los familiares de un enfermo desafortunado, mientras otros alegaron el suicidio. Está enterrado en una humilde sepultura del cementerio de Cárdenas.
Fué el más conocido de los médicos botánicos chinos en Cuba. Aunque su verdadero nombre era Chang Pon Piang, que el habla popular cubano lo transformó en Cham Bom-biá, que significa en castellano “Sol Amarillo”.
POPULARIDAD DEL MEDICO CHINO
En el ejercicio de su carrera actuaba con absoluto desprendimiento, cobrando honorarios a los ricos, y conformándose con decirles a los pobres: “Si tiene linelo paga pa mí. Si no tiene, no paga”.
Puede ser considerado, más que como vulgar curandero, como un notable hombre de ciencias de amplia cultura oriental, que mezclaba sus profundos conocimientos en la flora cubana y china, como sabio herbolario que era, con los adelantos médicos occidentales. Toda la cultura y los conocimientos de estos botánicos, generó en Cuba una tradición propia en el uso de las plantas medicinales, que alcanzó su máxima expresión en la persona del sabio Juan Tomás Roig Mesa.
Del Dr. Chan Bon Biá, todas las fuentes aseguran que era un buen médico, lo que confirma el dicho ante un paciente muy complicado: “¡a usted no lo salva ni el médico chino!”. Era una persona queridísima entre las familias cubanas. Dejando recuerdos gratos e imperecederos para todos los que lo trataron en aquella época. Ya quisieran muchos médicos ser recordados, como él, más de un siglo después.
CUBAN PHRASES: “NOT EVEN THE CHINESE DOCTOR WILL SAVE THAT ONE.” HIS STORY. PHOTOS.
In Cuba there were several Chinese who stood out in curing the sick through the use of healing plants, among the best known and who left in Cuban memories and future mentions was the one known as Cham Bom-biá, who has transcended our popular imagination. , for being the best known of all those who practiced this “profession” and for whom the phrase “Not even the Chinese Doctor can save you” has remained in our folklore for much more than a century.
In the edition of the Cuban newspaper “Diario de la Marina” of April 20, 1870, it reported: “In the month of June, the Chinese Cham Bom-Bia began to acquire fame as a doctor, and he moved to Matanzas and Havana. , where he became famous for his great cures, known as the “Chinese Doctor”. “Not even the Chinese doctor can save him” were the sayings when someone was seriously ill…”
CHAM BOM-BIA, THE CHINESE DOCTOR
He is described as a man of tall stature, with bright, penetrating, somewhat oblique eyes who wore a long, sparse goatee hanging from his chin, accompanied by a drooping Manchurian-style mustache and solemn, broad gestures underlining his figurative and pompous language. In his manner he looked like a proper gentleman and he dressed like Westerners with a loose drill frock coat, and with a top hat and morning coat, just as befitted the image of a doctor in Cuba at that time.
Agencies/ Wiki/ MemoriasCubanas/ Derubin Jacome/ Extractos/ Excerpts/ Internet Photos/ Arnoldo Varona/ www.TheCubanHistory.com
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