MARLON BRANDON EN LA HABANA Y EN LA PLAYA DE MARIANAO. PHOTOS.
Marlon Brando, el que muchos consideran el actor más grande que ha pasado por Hollywood (hay que recordar lo que dijo Al Pacino a su muerte: Todos hemos subido un escalón), fue un enamorado de la música cubana y la percusión.
Asistió a las noches latinas del Salón Palladium, recibiendo clases de baile cubano. Semanalmente había un concurso de mambo en ese teatro, donde tocaban Tito Puente, Tito Rodriguez, Machito y otras orquestas cubanas.
Después de esa experiencia, abandonó los drums (batería) y se compró unos tambores. Leyó un artículo en el New York Times que decía que quien visite La Habana y no llegue hasta la Playa de Marianao a ver a El Chori, no ha ido verdaderamente a La Habana.
Aprovechando su estancia en Miami en 1956, decide viajar a la capital cubana, hospedandose en el Hotel Packard en el Paseo del Prado, un hotel de lujo ahora, pero que entonces era bien modesto y donde se registra con otro nombre.
Pero los periodistas, siempre sagaces (ahora los llaman paparazzis) lo localizaron en el lobby del hotel, hecho que narra su acompañante, Guillermo Cabrera Infante, entonces periodista de la revista Carteles y especializado en cine el que lo lleva a comprar una tumbadora, la que considera una ganga y le pide que no lo retraten con ella si va a salir en una publicación norteamericana porque lo van a considerar una excentricidad, cuando en Cuba es algo normal.
MARLONO BRANDON Y SU TUMBADORA
Marlon incursionó en Pennsylvania, La Taberna de Pedro, Los Tres Hermanos, el Panchin, el Ranchito, el Pompilio y La Choricera. El Chori, celoso, permitió que subiera al escenario y se mostró sorprendido cuando Marlon dio una buena disertación con el tambor. Tres noches duró la estancia de Brando en La Habana, donde vivió intensamente la experiencia.
No le importaron los pisos de cemento, las paredes de tablas y los techos de planchas de zinc o guano, la esencia estaba en la verdadera música cubana que disfrutó.
G.Caín recogió sus palabras al despedirse: “A mí me gusta extraordinariamente La Habana de noche. La Habana es una ciudad muy limpia. Yo creo que, si no fuera tan limpia, tan cuidada, no se podría vivir en ella por el calor”. Igualmente dijo: “El mar de La Habana es extraño. Es igual que el cielo. Puedes ver las cosas que quieras imaginar”. Menos mal que eso ocurrió en 1956.
LA APUESTA DE MARLON BRANDON
Algunos afirman que Marlon Brando viajó a La Habana para comprarse un par de tambores o congas, pero lo real es que todo fue producto de una apuesta.
Estando en un cabaré de Miami se habló sobre la música cubana, la riqueza de sus ritmos y la importancia de la percusión dentro de ella, en particular las tumbadoras, los bongos, los timbales y otros elementos, llegando hasta la quijada de burro.
Marlon dijo que con gusto se iría ahora mismo para La Habana, a lo que uno de los que lo acompañaban apostó a que no se iba como estaba vestido, con pantalones de vaquero, tenis y camisa deportiva.
Y así mismo, vestido informalmente, se fue al aeropuerto y coincidió con Gary Cooper, que también viajaba a La Habana pero vestido de traje y corbata. Al llegar al aeropuerto de Rancho Boyeros los entrevistó un periodista de Radio Aeropuerto y mientras Cooper dijo que iba a visitar a su amigo el escritor Ernest Hemingway, Marlon aseguró que iba a comprarse un par de bongos o tumbadoras y a bailar la rumba.
Sin quererlo, hizo realidad un viejo sueño que siempre iba posponiendo y de paso ganó la apuesta.
Y una anécdota es la de la compra de los instrumentos de percusión, de lo cual se afirma que los conservó toda su vida.
Al cabaré Sans Souci adonde fue con el pelotero Sungo Carrera el bongosero no quiso venderle el suyo y otros que le ofrecieron no eran de calidad, pero en Tropicana el director de la orquesta, Armando Romeu le indico que fuera a ver a Armesto Murgada, el que lo llevó al lugar correcto, porque no quería comprarlo en una tienda de instrumentos musicales, sino de un músico. Esos eran precisamente los que buscaba y entregó un cheque en blanco, pero lo rechazaron porque habían sido un regalo del fallecido Chano Pozo. Esa noche Murgada acompañó a Marlon a presentarle a El Chori.
Tras un recorrido por varios cabarés, llegaron a El Niche, donde entonces actuaba El Chori y le ofreció al dueño una fortuna por alquilar el sitio por el resto de la jornada ($5000) y ahí comenzó una descarga entre El Chori, Murgada y Marlon, que duró hasta el amanecer y que dejó a todos asombrados.
Al concluir, Brando se ofreció para llevar a El Chori hasta su casa en un Buick Roadmaster convertible rojo que le había regalado a Sungo (desde la Playa de Marianao hasta La Habana Vieja) un largo recorrido que el percusionista hacía a pie diariamente y sorpresivamente aceptó.
Marlon le ofreció a El Chori llevarlo a Hollywood y logró llevarlo hasta el aeropuerto, pero allí al anunciarse el vuelo a Miami le dijo que iba a tomarse un café y se fue para su casa en la calle Egido reafirmando su forma de pensar de que “Ni por aire, ni por agua voy a ningún lado”.
MARLON BRANDON IN HAVANA AND ON MARIANAO BEACH. PHOTOS.
Marlon Brando, who many consider the greatest actor to have ever passed through Hollywood (we must remember what Al Pacino said upon his death: We have all gone up a notch), was a lover of Cuban music and percussion.
He attended Latin nights at the Palladium Hall, taking Cuban dance classes. There was a weekly mambo competition in that theater, where Tito Puente, Tito Rodriguez, Machito and other Cuban orchestras played.
After that experience, he abandoned drums and bought some drums. He read an article in the New York Times that said that anyone who visits Havana and does not go to Marianao Beach to see El Chori has not truly gone to Havana.
Taking advantage of his stay in Miami in 1956, he decided to travel to the Cuban capital, staying at the Packard Hotel on Paseo del Prado, a luxury hotel now, but then it was very modest and where he registered under a different name.
But the always sagacious journalists (now they call them paparazzi) located him in the hotel lobby, a fact narrated by his companion, Guillermo Cabrera Infante, then a journalist for Carteles magazine and specialized in cinema, who took him to buy a tumbadora, the which he considers a bargain and asks him not to be photographed with her if he is going to appear in a North American publication because they will consider it an eccentricity, when in Cuba it is normal.
Agencies/ Nostalgias Cubanas/ Carlos Rodriguez Bua/ Extractos/ Excerpts/ Internet Photos/ Arnoldo Varona/ www.TheCubanHistory.com
LA HISTORIA DE CUBA/ THE CUBAN HISTORY, HOLLYWOOD.