PIRÁMIDE DEL JUEGO ILÍCITO EN CUBA: APUNTADOR, MENSAJERO, COLECTOR Y EL BANCO.
… En Cuba el juego de mayor arraigo por mucho tiempo ha sido la bolita, que consiste en elegir un número del 1 al 100 y apostar cierta cantidad de dinero a que ese dígito aparecerá incluido al final del número más largo que saldrá premiado en una lotería oficial. (Desde Florida hasta Venezuela).
Las leyes del país prohíben de manera terminante la realización de esta actividad. Sin embargo, se lleva a cabo a diario en todo el territorio nacional de forma masiva, al extremo que ya casi se gritan los números premiados en plena calle.
El entramado que hace funcionar a la bolita incluye al apuntador, o bolitero, que va anotando los números solicitados por sus clientes. También está el mensajero, un hombre de confianza que se dedica a recoger los listados y el dinero de los diferentes apuntadores. En redes de mayor complejidad también hay un colector, que es el enlace con el banco, pieza central de la pirámide. Si alguno de los intermediarios es sorprendido por las autoridades, el banco se encarga de ayudarlo desde el punto de vista económico, ya sea resarciéndolo con posterioridad o ayudándolo a sobornar a la policía. De esa manera se establecen vínculos de mucha fidelidad donde la delación tiene poca incidencia.
El carácter de incógnito del banco, que se traslada de manera frecuente de un sitio hacia otro para evitar ser detectado por la policía, es esencial para que todo funcione. En él se analizan los listados entregados y se cuenta la recaudación para determinar quiénes son los ganadores, basados en la Lotto de Miami, que brinda la confiabilidad de los resultados y que se oye a través de las emisoras de onda corta. El banco es el que gana la mayor parte de lo recaudado, pero también tiene la responsabilidad de pagar a los premiados. Un error o un descuido pueden hacerle perder la clientela.
Cuando se determina quiénes son los afortunados, el dinero baja a través de toda la estructura ilegal hasta llegar a la viejecita que la noche anterior soñó con un diente roto y por eso apostó al ocho que es muerto; o al jovencito que le puso diez pesos al dos porque vio una mariposa posada en el marco de su ventana.
Las personas pueden apostar por números aislados divididos en dos modos “fijos y corridos”. En caso de salir premiado un fijo, el agraciado recibe 75 pesos cubanos por cada peso invertido, mientras que los corridos se gratifican con 25 por cada uno. Los más añorados y difíciles son los llamados “parlé” (dos guarismos), que si el cliente acierta recibe entre 900 a 1.000 pesos moneda nacional. Un paso más allá en el riesgo es “el candado”, donde se apuesta por tres cifras o más, lo que lo hace más complicado ganar pero más gratificante monetariamente.
El bolitero tiene una mejor vida que un neurocirujano o un ingeniero químico… aunque con más riesgos.
Los empleados que atienden el negocio ganan en proporción a lo recaudado. El apuntador obtiene un 20% por cada número suelto y un 30% por las combinaciones. Esto brinda un salario diario aceptable en comparación con los sueldos estatales. Como la operación se lleva a cabo hasta dos veces al día, el bolitero tiene una mejor vida que un neurocirujano o un ingeniero químico… aunque con más riesgos.
Dentro de una misma zona o barriada pequeña pueden coexistir hasta tres apuntadores y en algunos casos más, con rentabilidad para todos. El caudal de dinero que se mueve en estas operaciones clandestinas permite mantener a varios empleados a tiempo completo, conocidos por todos los residentes del lugar. Algunos llevan décadas en el negocio, sin haber sufrido jamás ni una multa o interrogatorio policial.
No pocos especulan que hay hasta cierta complicidad entre las fuerzas del orden y los involucrados en la bolita. “Dejan que la gente juegue para que se entretengan en algo”, explica Manolo, un viejo jugador. Según su experiencia aquí “todo el mundo juega” y aunque parezcan exageradas sus palabras, lo cierto es que participan todo tipo de personas: amas de casa, funcionarios estatales, cuentapropistas y desde luego, militares, policías, presidentes de CDR, militantes del partido comunista y opositores políticos.
Como cada número puede significar algo, las apuestas se relacionan con sueños o con la reiterada presencia de cualquier cosa, sea una araña o una piedra preciosa. A veces, la prensa oficial es quien, sin proponérselo, hace la sugerencia, cuando en algún titular de primera plana inserta un número y la gente sale como loca a apostar a ese dígito.
PYRAMID OF THE ILLICIT GAME IN CUBA: ‘APUNTADOR’, ‘MENSAJERO’, COLLECTOR AND THE BANK.
… In Cuba, the most deeply rooted game has long been the little ball, which consists of choosing a number from 1 to 100 and betting a certain amount of money to that digit will be included at the end of the longest number that will be awarded in an official lottery. . From Florida to Venezuela.
The laws of the country strictly prohibit the realization of this activity. However, it is carried out daily throughout the national territory in a massive way, to the point that the numbers rewarded in the middle of the street are almost shouted out.
The framework that operates the ball includes the pointer, or bolitero, which goes down the numbers requested by their customers. There is also the messenger, a man of confidence who is dedicated to collecting lists and money from different pointers. In more complex networks there is also a collector, which is the link with the bank, the centerpiece of the pyramid. If any of the intermediaries is surprised by the authorities, the bank is in charge of helping him from the economic point of view, either by compensating him later or by helping him to bribe the police. In this way, bonds of great fidelity are established where disclosure has little impact.
The incognito character of the bank, which moves frequently from one site to another to avoid detection by the police, is essential for everything to work. In it, the lists delivered are analyzed and the collection is counted to determine who the winners are, based on the Miami Lotto, which provides the reliability of the results and which is heard through the shortwave stations. The bank is the one that earns most of the proceeds, but also has the responsibility to pay the winners. An error or carelessness can make you lose your customers.
When it is determined who are the lucky ones, the money goes down through the whole illegal structure until it reaches the old lady who dreamed last night with a broken tooth and therefore bet the eight who is dead; or the young man who put ten pesos to two because he saw a butterfly perched on the frame of his window.
People can bet on isolated numbers divided into two “fixed and running” modes. In case of winning a fixed prize, the winner receives 75 Cuban pesos for each peso invested, while the corridos receive 25 pesos each. The most longed and difficult are the so-called “parlé” (two figures), that if the customer hits receives between 900 to 1,000 pesos national currency. One step further in risk is “the lock”, where you bet on three figures or more, which makes it more difficult to earn but more rewarding monetarily.
The bolitero has a better life than a neurosurgeon or a chemical engineer … although with more risks
The employees who attend the business earn in proportion to the amount collected. The prompter gets 20% for each loose number and 30% for the combinations. This provides an acceptable daily wage compared to state salaries. As the operation is carried out up to twice a day, the bolitero has a better life than a neurosurgeon or a chemical engineer … although with more risks.
Within a single zone or small neighborhood, up to three pointers can coexist and in some cases more, with profitability for all. The flow of money that moves in these clandestine operations allows to maintain several full-time employees, known by all the residents of the place. Some have been in business for decades, without ever having suffered a fine or police interrogation.
Not a few speculate that there is even some complicity between the forces of order and those involved in the ball. “They let people play so they can entertain themselves,” explains Manolo, an old player. According to his experience here “everyone plays” and although their words seem exaggerated, the truth is that all kinds of people participate: housewives, state officials, self-employed and of course, military, police, CDR presidents, party militants Communist and political opponents.
As each number can mean something, bets are related to dreams or the repeated presence of anything, be it a spider or a precious stone. Sometimes, the official press is the one who, unintentionally, makes the suggestion, when a headline headline inserts a number and people go crazy to bet on that digit.
Agencies/ 14ymedio/ Jorge L. González, La Habana/ Extractos/ Internet Photos/ Arnoldo Varona / www.TheCubanHistory.com
THE CUBAN HISTORY, HOLLYWOOD.