CAMAGÜEY, LA SEXTA VILLA cubana colonizada por Diego Velazquez y conocida por todos los cubanos como la “Ciudad de los tinajones” se encuentra de fiesta, acaba de cumplir hace pocos dias su doscientos seis aniversario de fundada en su sitio original. En aquel momento se le llamó Santa María del Puerto del Príncipe.
Sus tinajones, enormes recipientes de barro, son famosos y se encuentran por doquier como elementos eminentemente decorativos. Sin embargo su uso proviene de antaño, empleados para recolectar el agua de lluvia que bajaba por los canales de los techos, a manera de aljibes.
La Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, una vez establecida definitivamente en el territorio actual, tuvo una seria dificultad con el agua, lo que obligó a la búsqueda de una solución.
La Villa estaba rodeada de abundantes tierras arcillosas, barro de excelente calidad, que constituyeron la materia prima para los primeros recipientes destinados a almacenar el preciado líquido.
Se dice que el origen del tinajón es andaluz, y que allá se utilizaba para conservar los aceites, especialmente el de olivo, de ahí que los conquistadores trajeran el modelo para nuestro Camagüey.
Los tinajones eran situados en los patios de las casas; al comenzar las lluvias primaverales se esperaba que el primer aguacero limpiara los tejados y luego comenzaban a llenarse mediante curiosos sistemas de canales, primero de madera y después de hojalata o latón.
Una vez llenos, algunas familias protegían la cresta con telas de mosquitero y tapas del mismo material que la canal, para evitar que los mosquitos depositaran sus larvas en el agua, la que utilizaban preferiblemente para beber y cocinar.
La fabricación de tinajones camagüeyanos comienza a principios del siglo XVII (barro cocido); numerosos artesanos convirtieron su manufactura en un esmerado trabajo de artesanía, con detalles decorativos y siempre con cifrados personales y la fecha de fabricación.
Así, del lodo rojo de la Sierra de Cubitas al norte de Camagüey, comenzaron a fabricarse tinajones desde el año 1600, según crónicas de la época, a pesar de que no hay hoy ningún tinajón inscrito con fecha tan remota. La más vieja es de 1760, y su fabricación conoció su mayor auge en las primeras décadas del siglo XIX.
A través del tiempo la preciada pieza sufrió transformaciones en la cresta, panza y su base, de tal manera que en muchos casos, al no existir elementos visibles que permitan determinar su antigüedad, las características morfológicas brindan un valioso apoyo para su estudio.
Desde 1868 ya con el inicio de las contiendas independentistas, quedó casi cerrada esa producción, y no se restableció hasta 1895, para luego abandonarse por completo. Lo cierto es que a principios del siglo XX todo hogar del Camagüey tenía al menos un tinajón en su portal o patio.
A mediados del siglo XIX se consideró exagerada la existencia de los tinajones en las casas de la ciudad, por lo que se detuvo su fabricación. En diciembre de 1900 las autoridades norteamericanas que ocupaban nuestra Isla realizaron un inventario de los tinajones existentes en la ciudad de Puerto Príncipe, el que arrojó la cifra de 16 mil 483.
Hoy apenas quedan unos dos mil de los originales, en su mayoría fabricados después de 1976.
“En las afueras los que hay ya los han sellado, por el lío de los mosquitos”, dice uno de los camagüeyanos entrevistados. Otro nos refiere “Para ver un tinajón, cuesta”, testimonia. “Se parten, no los reponen. Debería retomarse, porque esa es nuestra insignia”.
“Dejaron que eso desapareciera, no sé por qué razón. Ahora se la llama “la ciudad de las iglesias”. Sólo se ven en los museos o en viejas casas coloniales. “Esperamos que se haga algo para volver a retomar esa bonita tradición”, añade un tercer ciudadano abordado en la calle.
Aun asi, y a pesar del desden de fabricar estas bellas piezas, los alegres y llamativos Tinajones, han llegado para siempre a convertirse en el símbolo que, desde hace décadas, representa a nuestra antigua y bella ciudad.
CAMAGÜEY, INSIGNIA CITY AND FOR THE CUBANS “THE CITY OF THE TINAJONES”.
Camagüey, the sixth Cuban town colonized by Diego Velazquez and known to all Cubans as the “City of the tinajones” is celebrating, just a few days ago its two hundred and sixth anniversary since it was founded on its original site. At that time it was called Santa María del Puerto del Príncipe.
Its huge earthenware jars are famous and found everywhere as eminently decorative elements. However, its use comes from yesteryear, used to collect rainwater that ran down the roof channels, like cisterns.
The Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, once established definitively in the current territory, had a serious difficulty with water, which forced the search for a solution.
The Villa was surrounded by abundant clay soil, clay of excellent quality, which constituted the raw material for the first containers intended to store the precious liquid.
It is said that the origin of the tinajón is Andalusian and that it was used there to preserve oils, especially olive oil, hence the conquerors brought the model for our Camagüey.
The jars were located in the courtyards of the houses; At the beginning of the spring rains, the first downpour was expected to clean the roofs and then they began to fill with curious canal systems, first of wood and then of tin or brass.
Once full, some families protected the ridge with mosquito netting and lids of the same material as the carcass, to prevent mosquitoes from depositing their larvae in the water, which they preferably used for drinking and cooking.
The production of Camagüeyan jars begins in the early 17th century (fired clay); numerous artisans turned their manufacture into a careful work of craftsmanship, with decorative details and always with personal ciphers and the date of manufacture.
Thus, from the red mud of the Sierra de Cubitas to the north of Camagüey, jars began to be manufactured from the year 1600, according to chronicles of the time, despite the fact that today there is no inscribed tinajón with such a remote date. The oldest is from 1760, and its manufacture met its greatest boom in the first decades of the 19th century.
Over time, the precious piece underwent transformations in the crest, belly, and base, in such a way that in many cases, since there are no visible elements to determine its age, the morphological characteristics provide valuable support for its study.
Since 1868, with the start of the independence fights, that production was almost closed, and it was not restored until 1895, and then abandoned completely. The truth is that at the beginning of the 20th century, every home in Camagüey had at least one jar in its doorway or patio.
In the middle of the 19th century, the existence of the tinajones in the houses of the city was considered exaggerated, for which reason their manufacture stopped. In December 1900, the North American authorities that occupied our Island carried out an inventory of the existing jars in the city of Port-au-Prince, which gave the figure of 16,483.
Today there are only about 2,000 of the originals left, mostly made after 1976.
“On the outskirts, those who have already have sealed them, due to the mess of the mosquitoes,” says one of the Camagueyans interviewed. Another tells us “To see a jar, it costs”, testifies. “They break, they don’t replace them. It should be taken up again because that is our badge.”
“They let that disappear, I don’t know for what reason. Now it is called” the city of churches “. They are only seen in museums or in old colonial houses.” We hope that something will be done to return to that beautiful tradition ” adds a third citizen approached on the street.
Even so, and despite the disdain of making these beautiful pieces, the cheerful and striking Tinajones, have become forever the symbol that, for decades, represents our ancient and beautiful city.
Agencies/ RHC/ Guadalupe Yaujar/ María Candela/ ADN/ Internet Photos/ Arnoldo Varona/ www.TheCubanHistory.com
THE CUBAN HISTORY, HOLLYWOOD.