CAIDA DEL PRES. GERARDO MACHADO.
Contrario a lo que algunos piensan hoy día, Gerardo Machado y Morales nunca fue carismático, ni siquiera cuando aspiraba a la candidatura presidencial en el Partido Liberal, con vistas a los comicios de 1924. Pero gozaba del apoyo y la simpatía de la banca yanqui y nativa. Con dinero desbancó a Carlos Mendieta primero, dentro de las filas liberales; y luego al conservador Mario García Menocal, en las elecciones generales.
A este último le llamaban el Mayoral de Chaparra, pues a inicios del siglo XX había administrado ese central de propiedad estadounidense. Su imagen a caballo era uno de los emblemas de los conservadores en la justa electoral.
http://vimeo.com/6098761
Poco después de su toma de posesión (20 de mayo de 1925): ilegalizó el Partido Comunista y la FEU; por órdenes suyas se asesinó al comunista Tomás Grant, al periodista Armando André, a los líderes sindicales Baldomero Duménigo, Enrique Varona y José Cuxart… Comenzaba así lo que el politiquero liberal Felo Guás Inclán, íntimo amigo de Machado, llamaría “la etapa constructiva del presidente Machado”.
A Julio Antonio Mella lo expulsó de la Universidad y lo encarceló sin pruebas, bajo la acusación de terrorista. Ante tal arbitrariedad, el joven dirigente se declaró en huelga de hambre. A interceder por él ante el mismísimo Machado fueron el periodista Muñiz Vergara, conocido por su seudónimo de Capitán Nemo, y el poeta Rubén Martínez Villena. Machado justificó su proceder: “Y a mí no me van a poner rabos los estudiantes, ni los obreros, ni los veteranos, ni los patriotas, ni Mella. Y a Mella yo lo mato, carajo, lo mato”. Cumpliría su promesa en 1929.
Entre espumarajos de rabia, la escolta introdujo al mandatario en un auto. Pocos minutos después, al relatar el encuentro a Fernando Ortiz y Pablo de la Torriente Brau, Rubén concluiría: “Es un salvaje, un animal, una bestia…, un asno con garras”. Con ese sobrenombre trascendió Machado a la posteridad.
En 1926, con el asesinato del líder del proletariado Alfredo López y el encarcelamiento de otros dirigentes, Machado desarticuló al movimiento obrero. Un año después compró a casi toda la maquinaria política del “opositor” Partido Conservador y se prorrogó seis años más en el poder. Los estudiantes universitarios mostraron su desacuerdo y el tirano expulsó a más de 100 de ellos de la casa de altos estudios, a la cual tomó militarmente.
Su torpe política azucarera y los efectos de la crisis económica mundial de 1929 -su gran protector, la banca yanqui, no estaba en condiciones de ayudarlo-, pusieron al régimen machadista en un gran aprieto. El agravamiento de la miseria y de la penuria de las masas populares provocó el incremento natural de la actividad revolucionaria. Por otra parte, los sectores de la oligarquía criolla vieron decrecer su poder económico por la propia crisis, aparte de la gran división existente entre la burguesía cubana, pues un importante sector de ella se sentía desplazado indefinidamente del poder gracias a la prórroga dictada por el tirano.
Machado se caracterizó siempre por sus frases infelices. “A mí una huelga no me dura un cuarto de hora”, prometió a los oligarcas de Wall Street. Pero el 20 de marzo de 1930, con Rubén Martínez Villena a la cabeza, se paralizó todo el país por más de 24 horas. “A mí no me tumban con papelitos”, exclamó despectivamente ante un manifiesto de la juventud cubana. Y el 30 de septiembre de 1930, el Directorio Estudiantil Universitario (DEU) estremeció La Habana con una formidable manifestación en la que también participó el alumnado de la enseñanza media, obreros y pueblo en general.
El DEU adoptó luego la lucha armada urbana como método para combatir la tiranía. Al igual que la organización clandestina ABC, cuya célula directriz (racista, adicta al terrorismo) enmascaraba su proyecto filofascista con un programa demagógico que confundió a mucha gente honesta, ansiosa de alternativas ante el régimen machadista. Entretanto, en Oriente se nucleaban valiosos combatientes alrededor de Antonio Guiteras, quien propugnaba la lucha guerrillera.
Cuando Estados Unidos vio el avance de la oposición antimachadista, sobre todo de las fuerzas más revolucionarias, envió a Cuba a uno de sus más capaces diplomáticos, Benjamín Sumner Welles. Su objetivo era sustituir al tirano por otra figura leal al imperio sin necesidad del uso de marines. Para enmascarar la injerencia, le dio forma de mediación amistosa entre el Gobierno y sus opositores. Logró que politiqueros como Carlos Mendieta y Miguel Mariano Gómez -este último también desplazado del Partido Liberal por Machado- y la célula directriz del ABC apoyaran su injerencismo.
El DEU, los comunistas, el Ala Izquierda Estudiantil, el movimiento obrero y los revolucionarios congregados alrededor de Guiteras rechazaron totalmente la llamada Mediación de Sumner Welles. El DEU denunció su alianza táctica con el ABC para la lucha armada urbana; una parte considerable de la militancia de base de esta última organización lo abandonó para constituir el ABC radical, muy identificado ideológicamente con el DEU. La Mediación, evidentemente, no tenía todo el éxito que el imperialismo deseaba.
Durante un baile, a inicios de 1927, Machado había declarado a un periodista: “A mí no me sucederá lo que a Porfirio Díaz en México (1911)… El secreto del éxito está en retirarse a tiempo”. Cuando el 12 de agosto de 1933, sudoroso y temeroso, apuraba en la pista de Rancho Boyeros la salida del Sikorski N. M.11, de la Pan American Railways, que lo salvaba de la justicia revolucionaria, nadie le recordó su frase de seis años antes.
Sumner Welles, embajador en Cuba de los Estados Unidos de Norteamérica, organizó un gobierno títere encabezado por Carlos Manuel de Céspedes, hijo, para sustituir a Machado, creyó que la situación estaba en sus manos. Una rebelión de sargentos y soldados en alianza con los estudiantes, el 4 de septiembre de 1933, lo sacaría de su error. Fue el revolucionario Antonio Guiteras, quien integraría el Gobierno Provisional Revolucionario.
Vimeo/MemoriadeCuba/TheCubanHistory.com
The Cuban History, Hollywood.
Arnoldo Varona, Editor