History of CubaREMEMBERING to Chess Master José Raúl Capablanca. + RECORDANDO al Maestro de Ajefrez José Raúl Capablanca.

REMEMBERING TO CHESS MASTER JOSÉ RAÚL CAPABLANCA.

One evening in December 1894 came José Raúl Capablanca, the hand of his father, to the Havana Chess Club. He wore a little white dress with a wide yellow ribbon at the waist and wearing a bow in her head that picked up the loops.

That afternoon visiting the illustrious circle the Polish master chess Juan Taubenhaus, the then French champions, and everyone rushed to talk about good hand and prodigious intelligence evident at the board that boy of six years old. Taubenhaus believed no word of what they said or believed to stockings and make sure cubanito invited to play, giving the lady lead.

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The game got caught a few plays. Taubenhaus, to ease the tension or perhaps to invoke good luck, spinning endlessly wearing the ring on the index finger of his right hand and his moves became slow and complicated. Whenever required the Polish teacher more time to think, while José Raúl did theirs with a dizzying speed.

Taubenhaus tended ingenious traps and made difficult combinations of double effect. José Raúl the discovered and laughed loudly.
            – He thinks I’m stupid! -Expressed and phrases added spicy exasperated rival increasingly more disadvantaged.

The game became untenable. Taubenhaus as hopelessly lost and no alternative, made a false move with a tower to see what happened to the child.

José Raúl could not control himself. As played by an electric spring stood on his chair, put his knee on the table and with a horse in hand shouted: double check! And without further ado, knowing defeated his opponent, shot and started running around the room.

Taubenhaus smiled and stood up, opened the chorus of applause that those present in the circle cubanito held to just defeat the champion of France, and the wealthy Henry Conill ordered champagne for everyone.

Later they met. Capablanca, and with 23 years spent in Paris, after emerging victorious in the famous tournament in San Sebastian. Proudly Taubenhaus then declared that he was the only teacher who, although unsuccessful, had faced the Cuban chess marvelous lady giving the advantage.

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AS A HEROE

Capablanca in 1909 enjoyed enormous popularity in the U.S. and reaffirmed his victory over Frank J. Marshall, the national champion of the country and one of the brightest and most complete players in living memory, an amazing match of eight wins and one loss that amply demonstrated his caliber. The American master face Capablanca thought would be a cakewalk, the possibility, well paid also to “make an easy and brief objective demonstration of the difference between a great teacher and a good fan.” He was wrong. On the meeting, said later the Cuban: “I played with Marshall without knowing the theory of openings or consult any book. My whole theoretical flow was learned in practice and hearsay. The victory suddenly put me in the group of teachers of note … ”
         
Capablanca then decided to return to his homeland after six years of absence. In the input channel of the Havana bay many small boats were placed at the sides of the steam that brought them. From them greeted him and threw flying numerous people, including his parents recognized. The ships anchored in harbor sounded their sirens and the band in the spring of the municipality undertook the National Anthem. There was still the world champion, but Cuba and greeted him as a hero.

CiroBianchiRoss/InternetPhotos/www.thecubanhistory.com
The Cuban History, Hollywood.
Arnoldo Varona, Editor.

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RECORDANDO AL MAESTRO DE AJEDREZ JOSÉ RAÚL CAPABLANCA.

Una tarde de diciembre de 1894 llegó José Raúl Capablanca, de la mano de su padre, al Club de Ajedrez de La Habana. Vestía el niño un trajecito blanco con una cinta amarilla ancha en la cintura y lucía un lazo en la cabeza que le recogía los bucles.

Aquella tarde visitaba el círculo ajedrecístico el ilustre maestro polaco Juan Taubenhaus, a la sazón campeón de Francia, y todos los presentes se apresuraron en hablarle sobre la buena mano y la inteligencia prodigiosa que ante el tablero evidenciaba aquel chiquillo de seis años de edad. Taubenhaus no creyó palabra de cuanto le decían o lo creyó a medias y para cerciorarse invitó a jugar al cubanito, concediéndole la dama de ventaja.

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La partida se enredó a las pocas jugadas. Taubenhaus, para aligerar la tensión o tal vez para invocar la buena suerte, daba vueltas sin cesar a la sortija que usaba en el dedo índice de su mano derecha y sus jugadas se hacían lentas y complicadas. Cada vez requería el maestro polaco de más tiempo para pensar, mientras que José Raúl hacía las suyas con una celeridad vertiginosa.

Tendía Taubenhaus ingeniosas celadas y hacía difíciles combinaciones de doble efecto. José Raúl las descubría y reía con estrépito.
-¡Se cree que soy bobo! –expresaba y añadía frases picantes que exasperaban a su rival, cada vez en situación más desventajosa.

La partida se hizo insostenible. Taubenhaus, ya irremediablemente perdido y sin alternativa alguna, hizo un movimiento falso con una torre para ver qué se le ocurría al niño.

José Raúl no pudo ya contenerse. Como tocado por un resorte eléctrico se puso de pie sobre su silla, apoyó una rodilla en la mesa y con un caballo en la mano gritó: ¡Jaque doble! Y sin esperar más, sabiendo derrotado a su contrario, salió disparado y se puso a correr por el salón.

Taubenhaus sonrió y, puesto de pie, abrió el coro de aplausos con que los presentes en el círculo celebraron al cubanito que acaba de derrotar al campeón de Francia, y el acaudalado Enrique Conill ordenó champán para todos.

Tiempo después volvieron a encontrarse. Capablanca, ya con 23 años, pasaba por París, luego de salir vencedor en el célebre torneo de San Sebastián. Con orgullo, Taubenhaus declaró entonces que él había sido el único maestro que, aunque sin éxito, se había enfrentado al portentoso ajedrecista cubano dándole la dama de ventaja.

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COMO A UN HÉROE

Ya en 1909 gozaba Capablanca de una popularidad enorme en EE UU y la reafirmó con su victoria sobre Frank J. Marshall, el campeón nacional de ese país y uno de los jugadores más brillantes y completos que se recuerde; un match asombroso de ocho victorias y una derrota que demostró ampliamente su calibre. El maestro norteamericano pensó que enfrentar a Capablanca sería un paseo, la posibilidad, bien pagada además, de “hacer una fácil y breve demostración objetiva de la diferencia que existe entre un gran maestro y un buen aficionado”. Se equivocó. Sobre ese encuentro, diría después el cubano: “Jugué con Marshall sin conocer la teoría de las aperturas ni consultar ningún libro. Todo mi caudal teórico era lo aprendido en la práctica y de oídas. La victoria me situó de repente en el grupo de los maestros de nota…”

Decidió entonces Capablanca regresar a su tierra luego de seis años de ausencia. En el canal de entrada de la bahía habanera numerosas embarcaciones pequeñas se situaron a los costados del vapor que lo traía. Desde ellas lo saludaban y lanzaban voladores numerosas personas, entre las que reconoció a sus padres. Los barcos surtos en puerto hicieron sonar sus sirenas y en el muelle la banda del municipio acometió las notas del Himno Nacional. No era todavía el campeón del mundo, pero ya Cuba lo saludaba como a un héroe.

CiroBianchiRoss/InternetPhotos/www.thecubanhistory.com
The Cuban History, Hollywood.
Arnoldo Varona, Editor.

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