– CUBA: the Day they bury their dead. + CUBA: EL DIA DE SEPULTAR A SUS MUERTOS.

CUBA: THE DAY THEY BURY THEIR DEAD. .

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The chapel, which is in Columbus Cemetery, Havana, one of the most beautiful in the world for its architecture, shoddy coffins arrive almost hitting the wall and hurting families and annoying.

At 61, Pons has to help lower mortuary boxes lined with dark fabric arriving without handles and old vehicles. It takes four to five men to lead them to the center of the chapel.

Other times, you must give the responses outside the car with the coffin inside.

“I have to go out and celebrate (the office) in the street because the driver tells me: ‘Father, we can not lower the body because the body is very heavy and I’m afraid they will desfondar'” coffin evokes dialogue with AFP.

Pons reassures families in pain protest that green wooden casket is without nails, with frayed fabric, the background weak or because the glass fell on the corpse.

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“I Complains people and say, ‘Father, but look at that!’ And I say:.. ‘? But what can we do’ I know it’s very painful,” he says.

Funeral services are provided almost exclusively and free of charge by the communist state, which governed for nearly six decades on the island.

In Cuba they converge Christian religions and African religions who revere death. A year over 96,000 people die, according to official statistics.

Cubans receive as dowry death a coffin, a funeral parlor and a place in the cemetery.

But if you want flowers have to pay a modest sum, or the equivalent of $ 13 if you choose cremation, an alternative available since 2006.

While there is a minimum value in Latin America, where a mortuary luxury industry, it is still significant in a country with an average monthly wage of $ 20.

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Cuba was officially atheist nation between 1976 and 1992, when secular state was proclaimed. As improved relationship with the Catholic Church many islanders remember Pons, they returned to pray for the deceased in their chapel.

The difficulties Cubans face death is not an isolated or recent claim, but in December the complaint was heard in Parliament, where the deputy Alexis Lorente advocated quality funeral services.

Quoted by the official newspaper Granma, Lorente listed “dissatisfaction” with incineration, the flowers, the food at the funeral and lack of funeral cars in some provinces.

However, there is an ongoing “repair program all hearses, improvement of care in funeral (…) and the wood used for coffins,” he said after Lorente told AFP.

In the wakes of Havana, the coffins are not in the middle but leaning on a wall. Sitting around a table in a hallway connecting the rooms, mourners speak aloud. The noise is allowed, but a warning prohibits “inappropriate clothing.”

A retired 70 who spoke to AFP subject for fear of reprisals, remember that almost infarcted when his mother died in November, but not exactly pain.

The funeral came seven hours after death, the casket almost desfonda with the body inside, and “when we wanted cremarla told that there was no shift and had to bury her,” he says.

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Many Cubans also prefer, as a deacon, to pray for their dead in individual graves. But when families do not have their own niche, the remains are put in a vault, one over another, and exhumed two years, when everyone decides where to place them: a vessel, an ossuary …

“When exhumas you take him in your box, and there they are alone” to pray to them, illustrates Pons.

However, he emphasizes, “we do not want luxury.” According to Deacon, many islanders, who heard of private funeral before the triumph of the revolution (1959), that the State would offer better service or even be willing to pay something to feel comfortable in the dismissal of their dead.

Today in Cuba, who lives a slow process of economic opening, a minority can buy a casket or buy imported a niche that is offered online by the equivalent of $ 7,000.

Meanwhile, the church awaits the permission to open a “dignified chapel, where you can put a crucifix, people go and do not drink alcoholic beverages, to be silent, you can pray,” said Pons.

Agencies / lainformación / InternetPhotos / TheCubanHistory.com
The Cuban History / HOLLYWOOD.
Arnoldo Varona, Editor.

CUBA TODAY/HOY: Calles de la Habana Vieja.

CUBA TODAY/HOY: Calles de la Habana Vieja.

CUBA: EL DIA DE SEPULTAR A SUS MUERTOS.

A su capilla, que está en el cementerio Cristóbal Colón de la Habana, uno de los más bellos del mundo por su arquitectura, llegan féretros de mala calidad a punto de desfondarse y familias dolidas y molestas.

A sus 61 años, Pons tiene que ayudar a bajar las cajas mortuorias revestidas de tela oscura que llegan sin asas y en vehículos viejos. Se necesitan entre cuatro y cinco hombres para conducirlas hasta el centro de la capilla.

Otras veces, debe dar los responsos a las afueras del coche con el féretro adentro.

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“Tengo que salir a celebrar (el oficio) en la calle porque el chofer me dice: ‘Padre, no podemos bajar la caja porque es muy pesado el cadáver y tengo miedo de que se vaya a desfondar'” el ataúd, evoca en diálogo con la AFP.

Pons tranquiliza a las familias que en medio del dolor protestan porque el ataúd de madera verde está sin clavos, con la tela raída, el fondo endeble o porque el cristal cayó sobre el cadáver.

“Se me queja la gente y me dicen: ‘Padre, ¡pero mire eso!’. Y les digo: ‘¿Pero qué podemos hacer?’. Yo sé que es muy doloroso”, afirma.

Los servicios funerarios son ofrecidos exclusivamente y casi de forma gratuita por el Estado comunista, que rige desde hace casi seis décadas en la isla.

En Cuba confluyen religiones cristianas y cultos africanos que reverencian la muerte. Al año mueren más de 96.000 personas, según estadísticas oficiales.

Los cubanos reciben como dote para la muerte un féretro, un velatorio y un lugar en el cementerio.

Pero si quieren flores tienen que pagar una suma modesta, o el equivalente a 13 dólares si eligen la cremación, una alternativa disponible desde 2006.

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Si bien es un valor mínimo en Latinoamérica, donde hay una industria mortuoria de lujo, no deja de ser significativo en un país con un salario mensual promedio de 20 dólares.

Cuba fue una nación oficialmente atea entre 1976 y 1992, año en que se proclamó Estado laico. Conforme mejoró la relación con la iglesia Católica muchos isleños, recuerda Pons, volvieron a orar por los difuntos en su capilla.

Las dificultades que los cubanos enfrentan en la muerte no son un reclamo aislado ni reciente, pero en diciembre la queja se oyó en el Parlamento, donde el diputado Alexis Lorente abogó por la calidad en los servicios fúnebres.

Citado por el diario oficial Granma, Lorente enumeró “insatisfacciones” con la incineración, las flores, la comida en las funerarias y con la falta de automóviles fúnebres en algunas provincias.

Sin embargo, está en marcha un “programa de reparación de todos los coches fúnebres, de mejoría de la atención en las funerarias (…) y de la madera utilizada para los sarcófagos”, comentó después Lorente a la AFP.

En los velatorios de La Habana, los féretros no están en el centro sino recostados sobre una pared. Sentados alrededor de una mesa, en un pasillo que conecta las salas, los dolientes hablan en voz alta. El ruido está permitido, pero un aviso prohíbe la “ropa inadecuada”.

Un jubilado de 70 años que habló con la AFP bajo reserva por temor a represalias, recuerda que casi se infarta cuando falleció su madre en noviembre, pero no precisamente de dolor.

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La funeraria llegó siete horas después del deceso, la caja mortuoria casi se desfonda con el cuerpo dentro, y “cuando quisimos cremarla nos dijeron que no había turno y tuvimos que sepultarla”, relata.

Muchos cubanos también preferirían, según el diácono, rezar a sus muertos en tumbas individuales. Pero cuando las familias no cuentan con nicho propio, los restos son puestos en una bóveda, uno sobre otro, y exhumados a los dos años, cuando cada quien decide dónde depositarlos: una vasija, un osario…

“Cuando lo exhumas te lo llevas en tu cajita, y ahí sí hay soledad” para rezarles, ilustra Pons.

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Sin embargo, enfatiza, “no queremos lujo”. Según el diácono, muchos isleños, que oyeron hablar de funerarias privadas antes del triunfo de la revolución (1959), quisieran que el Estado ofreciera un mejor servicio o incluso estarían dispuestos a pagar algo por sentirse cómodos en la despedida de sus muertos.

Hoy en Cuba, que vive un proceso lento de apertura económica, una minoría puede comprar un ataúd importado o comprar un nicho que se oferta en internet por el equivalente a 7.000 dólares.

Mientras tanto, la iglesia aguarda el permiso para abrir una “capilla digna, donde pueda poner un crucifijo, que la gente vaya y no beba bebidas alcohólicas, que estén en silencio, que se pueda rezar”, comenta Pons.

Agencies/LaInformacion/InternetPhotos/TheCubanHistory.com
The Cuban History/ HOLLYWOOD.
Arnoldo Varona, Editor.

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