HISTORY OF THE CUBAN PHARMACEUTICAL INDUSTRY. Museum and shop “Farmacia Taquechel”, Havana.
Cuba was one of the countries of higher per capita consumption of drugs in the world. In 1951 only medicines business moved here, by sales, 50 million pesos, equivalent to $; figure that that also was the result of the most scandalous speculation with the prices. It was precisely the agiotismo what I did is coined the expression “trust of pain” to describe the exploitative consortium of the most tragic people need: that of health.
Three were the main protagonists in the twist of the laboratories and pharmaceutical products in Cuba: Ernesto Sarrá Hernández, Teodoro Johnson Anglada and Francisco Taquechel Mirabal.
Museum of the Farmacia Taquechel
The origins of the Cuban pharmacy date back to the year 1598, when Sebastian Milanes y López Alfaro founded two settlements located, the first in the Royal Street wall today; and the second, next to the drain (alley of the Jet). These primitive pharmacies came the habaneros in search of opium, camphor, volatile salt, syrup and cinnamon water, ointments, among other remedies.
In 1670 the town had a dozen pharmacies that achieved greater boom as a result of the development of sugarcane production. The controversial frucanga, fermented cane or primary brandy honey compound, marked the takeoff of such popular sites.
Influenced by the progress of European 18TH-century pottery, pharmacies brought their shelves knobs of porcelain and glass which constituted decorative elements in themselves. Joined this distinction the shelving of mahogany that replaced the rustic pine cabinets, in times of Dr. Guillermo Labé.
One of these pharmacies inspired by French currents still remains in the city. In the Bishop Street, on the site where it was founded by the pharmacist Francisco Taquechel Mirabal in 1898, lies this establishment which won prestige in his time for the quality of its products and reasonable prices. This opinion is not shared by other writers of the time also.
“Current Museum and shop: Farmacia Taquechel”.
The current Farmacia Taquechel, turned-shop and Museum, honors the creator Francisco Taquechel Mirabal, who granted fame and preference to his shop and laboratory. With a typical shelf, pharmacy exhibits of 19TH century French porcelain knobs and some specimens of the 18TH, as well as tools of chemists of the time and books that collected Alder recipes. Opinion which does not coincide with Cuban writers of the time.
To follow the line of the excellence that marked it since its inception, the store offers a wide range of natural you remedies, homeopathic medicines, cosmetics, dietary supplements and other Cuban products. The items that distinguish the Farmacia Taquechel, include cream of algae, honey, vitamins and minerals antioxidants, and products derived from the cartilage of shark and calendula.
Another Opinion of the time. History. Cuban pharmaceutical industry.
Three were the main protagonists in the twist of the laboratories and pharmaceutical products in Cuba: Ernesto Sarrá Hernández, Teodoro Johnson Anglada and Francisco Taquechel Mirabal. The latter, whose local Eusebio Leal, the Havana City Historian, has made it a model of the Cuban pharmaceutical industry of the time.
According to the habanero commentator Ciro Bianchi Ross these laboratories obliging foreign laboratories to only negotiate with them and thus drove prices at will and carried to ruin the pharmacist who would become importer. As they represented large foreign firms – Lederle, Squibbs, Bayer–restricting the free competition in the domestic market of the domestic pharmaceutical production output from the biochemical Institute of Cuba and the Cuban biological Institute, as well as laboratories of Vieta Plasencia, Kouri, Gomez Plata and Marquez, this last manufacturer, since 1830, of an excellent milk of magnesia.
Signatures as Sarra, Johnson and Taquechel, acting alone or together, were able, where appropriate, reduce up to 40 percent of the price of the drug distributed in order to bring to ruin a competitor who, at their own risk, would have dared to enter it in the country.
They did not infrequently. That and other practices agiotistas gave rise to Sarra, Johnson and Taquechel were carried, in 1938, to a judicial process that little improved the situation for the abusive business of medicines. It is at that time that the Ministry of Commerce decides to take action on the issue and is issued a decree which, far from having the lowering of prices of medicines, order freezing once manufacturers and distributors had uploaded them skyrocketing. It is then that talk, with all their letters, the trust of the pain.
We don’t have to go far away, residents in the United States, where the American pharmaceutical industry, with its lobbyists paid in Washington, bullied, and speculates with medicinal products at will, without the least scruple to the less privileged class.
Agencies/FamarciaTaquechelMuseo/HabanaPatrimonial/ Internet Photos/ Arnoldo Varona/ TheCubanHistory.como
THE CUBAN HISTORY, HISTORY.
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HISTORIA DE LA INDUSTRIA FARMACÉUTICA CUBANA. Museo y Tienda “Farmacia Taquechel”, Habana.
Cuba era uno de los países de mayor consumo per cápita de medicamentos en el mundo. Solo en 1951 el negocio de las medicinas movió aquí, por concepto de ventas, 50 millones de pesos, equivalentes a dólares; cifra esa que también fue fruto de la más escandalosa especulación con los precios. Fue precisamente el agiotismo lo que hizo que se acuñara la expresión «trust del dolor» para describir al consorcio explotador de la más trágica necesidad popular: la de la salud.
Tres eran los protagonistas principales en el giro de los laboratorios y los productos farmacéuticos en Cuba: Ernesto Sarrá Hernández, Teodoro Johnson Anglada y Francisco Taquechel Mirabal.
Museo de la Farmacia Taquechel
Los orígenes de la farmacia cubana se remontan al año 1598, cuando Sebastián Milanés y López Alfaro fundaron dos establecimientos situados, el primero, en la calle Real, hoy Muralla; y el segundo, cerca del Desagüe (Callejón del Chorro). A estas primigenias farmacias acudían los habaneros en busca de opio, alcanfor, sal volátil, jarabes, agua de canela, ungüentos, entre otros remedios.
Ya en 1670 la ciudad contaba con una docena de farmacias que alcanzaron mayor auge a raíz del desarrollo de la producción cañera. La controvertida frucanga, compuesto de miel de caña fermentada o aguardiente primario, marcó el despegue de tan concurridos sitios.
Influenciadas por los avances de la alfarería europea del siglo XVIII, las farmacias trajeron a sus estanterías pomos de porcelana y cristal que constituyeron elementos decorativos en sí mismos. A esta distinción se le unió la estantería de caoba que sustituyó a los rústicos armarios de pino, en tiempos del Dr. Guillermo Labé.
Una de estas farmacias inspiradas en las corrientes francesas aún se conserva en la ciudad. En la calle Obispo, en el mismo sitio donde fuera fundado por el farmacéutico Francisco Taquechel Mirabal en 1898, se levanta este establecimiento que ganó prestigio en su época por la calidad de sus productos y los razonables precios. Opinión no compartida por otros escritores de la época tampoco.
Actual Museo y Tienda: Farmacia Taquechel”.
La actual Farmacia Taquechel, devenida tienda y museo, rinde honores a su creador Francisco Taquechel Mirabal, quien concedió fama y preferencia a su tienda y laboratorio. Con una estantería típica, la farmacia exhibe pomos de porcelana francesa del siglo XIX y algunos ejemplares del XVIII, además de útiles de farmacias de la época y libros que acopiaban las recetas. Opinion que no coincide con escritores cubanos de la época.
Para seguir la línea de la excelencia que la marcó desde sus inicios, la tienda ofrece una amplia gama de remedios naturales, medicinas homeopáticas, cosméticos, suplementos dietéticos y otros productos cubanos. Entre los artículos que distinguen a la Farmacia Taquechel, sobresalen las cremas de algas, mieles, vitaminas y minerales antioxidantes, y productos derivados del cartílago de tiburón y también de la caléndula.
Otra Opinión de la Época. Historia. Industria Farmacéutica Cubana.
Tres eran los protagonistas principales en el giro de los laboratorios y los productos farmacéuticos en Cuba: Ernesto Sarrá Hernández, Teodoro Johnson Anglada y Francisco Taquechel Mirabal. Este último, cuyo local el Eusebio Leal, historiador de la ciudad de la Habana, lo ha convertido en un modelo de la Industria farmacéutica cubana de la época.
Según el comentarista histórico habanero Ciro Bianchi Ross estos laboratorios obligaban a los laboratorios extranjeros a negociar solo con ellos y de esa manera manejaban los precios a su antojo y llevaban a la ruina al farmacéutico que quisiera convertirse en importador. Como representaban a grandes firmas extranjeras —Lederle, Squibbs, Bayer…— restringían la libre concurrencia en el mercado nacional de la producción farmacéutica doméstica salida del Instituto Biológico Cubano y el Instituto Bioquímico de Cuba, así como de los laboratorios de Vieta Plasencia, Kourí, Gómez Plata y Márquez, fabricante este último, desde 1830, de una excelente leche de magnesia.
Firmas como Sarrá, Johnson y Taquechel, actuando en solitario o de conjunto, eran capaces, llegado el caso, de rebajar hasta el 40 por ciento del precio del medicamento que distribuían con tal de llevar a la ruina a un competidor que, por su cuenta y riesgo, se hubiese atrevido a introducirlo en el país.
Lo hicieron en no pocas ocasiones. Esa y otras prácticas agiotistas dieron lugar a que Sarrá, Johnson y Taquechel fueran llevados, en 1938, a un proceso judicial que poco mejoró la situación del abusivo negocio de las medicinas. Es por esa época que el Ministerio de Comercio decide tomar cartas en el asunto y se dicta un decreto que, lejos de disponer la rebaja de los precios de los medicamentos, ordena su congelación luego de que fabricantes y distribuidores los habían subido en forma desorbitada. Es entonces que empieza a hablarse, con todas sus letras, del trust del dolor.
No tenemos que ir muy lejos, los residentes en los Estados Unidos donde la Industria Farmacéutica Norteamericana, con sus lobistas pagados en Washington, abusa y especula con los productos medicinales a su antojo, sin el menor escrúpulo para la clase menos privilegiada.
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